La pasada noche fue sin lugar a dudas una noche muy especial en la vida del pívot español Pau Gasol. El catalán veía realizado su gran sueño desde que llegó a la NBA: ser campeón. Pero además, la final que terminó anoche ha permitido a Pau conseguir finalmente el respeto de todos los medios estadounidenses, incluidos aquellos que cargaron contra él tras la derrota ante Boston en las finales del año pasado.
El juego de Gasol ante Orlando ha sido increíble, superior incluso a lo que indican sus magníficos números, y si nadie discute el liderazgo de Bryant y su merecido premio al mejor jugador de la final, tampoco a nadie le han quedado dudas de que, como el mismísimo Magic Johnson recordaba en la retransmisión en directo, este título de los Lakers no hubiera sido posible sin la aportación del pívot de Sant Boi.
Gasol se ha convertido en el primer español que podrá presumir de lucir un anillo de campeón de la NBA, pero es que además no lo ha hecho de cualquier manera, sino siendo, junto a Bryant, el hombre más decisivo de esta final, algo al alcance de muy pocos.
Más allá de los números
Los números de Pau Gasol en la final y en los playoffs en general merecen una mención aparte. En 23 partidos de fase final, ha promediado 18,3 puntos, 10,8 rebotes, 2,5 asistencias, 2 tapones y un sensacional 58% en los lanzamientos de campo. En la final, 18,6 puntos, 9,2 rebotes y un espléndido 60% en el tiro de campo.
Pero por encima de eso, ha destacado su labor defensiva y su papel de escudero de Bryant y líder del equipo junto a la estrella angelina. Una labor fundamental en un equipo que ha ganado pese a mostrar serias deficiencias en algunos aspectos.
El banquillo de los Lakers, salvando a Odom que en realidad ha sido más titular que suplente, ha rendido a muy bajo nivel en la mayor parte de los encuentros de esta final y Andrew Bynum ha demostrado que está aun muy verde para batallas de esta envergadura.
Flojo en defensa y escaso de criterio en el ataque, el joven pívot de los Lakers se ha pasado más tiempo en el banquillo que en la pista, unas veces por sus continuos problemas de faltas y otras veces porque su técnico, sabio como pocos, prefirió dejarle sentado al ver que su presencia ofrecía más perjuicios que beneficios a su equipo.
Así las cosas, estos Lakers ganadores han quedado reducidos a 4 hombres y medio. El medio ha sido un Fisher irregular, pero que, como gran veterano que es, supo aparecer en momentos decisivos y el cuarteto básico ha sido el formado por Odom, que al igual que Gasol deseaba quitarse la espina de las críticas recibidas tras la final del año pasado, Ariza, Gasol y Bryant.
Odom ha estado magnífico y ha mostrado un juego mucho más consistente que en anteriores ocasiones. Ariza, más irregular, ha sido sin embargo la chispa que ha encendido al equipo cuando más apagado parecía y su labor defensiva ha sido tremenda. En la final, su actuación ha sido determinante en momentos decisivos. Sus robos de balón en los segundos finales del primer y tercer partido y sus impresionantes tercer y segundo cuarto del cuarto y quinto partido, respectivamente, han tenido mucho que ver en la victoria angelina.
Por encima de ellos, y de todos, ha estado Bryant, motivado como nunca, ejerciendo el liderazgo y deleitándonos con un buen puñado de esas canastas que sólo él puede lograr, con sus pies ligeros, sus suspensiones interminables que obligan al rival a aterrizar en el suelo cuando él aún está en el aire y esa capacidad infinita para rectificar el tiro en pleno vuelo. Y a su lado, Gasol, el perfecto escudero, el complemento ideal para equilibrar juego interior y exterior.
El triunfo de la inteligencia
Si hay algo que merece destacar del juego de Gasol en esta final, no es su rendimiento ofensivo -ha sido excelente, pero ya era conocido-, sino su magnífica labor defensiva. Eran muchos los que apostaban por que no sería capaz de parar al hercúleo Howard y los que confiaban a Bynum esa labor. ¡Qué equivocados estaban!
La incapacidad del joven Bynum para detener a Howard, a pesar de su mayor tamaño respecto a Gasol, quedó rápido en evidencia y ha sido Pau quien finalmente, sin olvidar el trabajo colectivo en las ayudas, tuvo que encargarse de tan ingrata tarea. La evaluación de su labor merece sin duda la nota más alta.
Ha quedado claro que Gasol se ha impuesto a Howard y ese triunfo del español sobre el portento físico de Orlando ha sido el triunfo de la inteligencia sobre el músculo, de la técnica sobre la fuerza bruta, para fortuna de los que aún pensamos que la pista de baloncesto ha de parecerse más al escenario de un ballet que a la lona de un ‘ring’ de lucha libre.
El quinto partido fue la mejor demostración de ese juego inteligente en defensa y en ataque de Gasol. Las 2 faltas que forzó en el tercer cuarto a Howard fueron una demostración de ello y sacaron del partido, física y mentalmente, al pívot de los Magic, que no anotó un solo punto en todo el periodo.
Baloncesto de vieja escuela
Daba gusto ver defender a Gasol. Cuerpo en vertical, brazos en alto, deplazándose lateralmente para acompañar los movimientos del rival, sin buscar el contacto pero sin rehusarlo, una demostración de aplicación estricta de los cánones de la defensa clásica tan alejada del uso de las manos, los agarrones y las cargas continuas que para desgracia del baloncesto tanto se consienten en las pistas de la NBA.
Sabedor del más que limitado movimiento de pies de Howard, de su obsesión por ir directo hacia canasta sin darse cuenta de que cuando se trata de jugar en el poste es la línea curva y no la recta la que lleva con éxito hacia el aro –que se lo digan a Ewing, Olajuwon o Abdul-Jabbar-, conocedor de que la eficacia de su rival disminuía exponencialmente a medida que se alejaba del aro, Gasol ha sabido llevar a Howard a su terreno y no lo ha hecho aplicando músculo, porque esa batalla estaba perdida de antemano, sino técnica e inteligencia.
La misma que ha tenido para sacar ventaja en todas las oportunidades que ha tenido en ataque y mostrar una increíble efectividad haciendo uso de sus numerosos recursos y su excelente manejo de ambas manos.
A algunos, ver a Gasol, con sus virtudes y sus defectos, nos reconcilia con el baloncesto, igual que lo hace ver a Bryant, un jugador que representa, en lo individual, la estética del mejor baloncesto como pocos, que interpreta el juego como una danza, donde son los pies y las manos, capaces de mostrar y esconder el balón en pleno vuelo, los que expresan el baloncesto y no los hombros y los pectorales cultivados en el gimasio.
No es orgullo patrio ni nada parecido. Eso fue siempre el baloncesto, un juego colectivo, en el que la inteligencia y la habilidad -los fundamentos no sólo técnicos sino también tácticos- siempre valieron más que la fuerza y la desnuda condición atlética y la NBA no debería olvidarlo, como no debería hacerlo nadie a quien le guste este deporte.
Gasol, desde luego, no lo olvida y ha sido esa perseverancia en mejorar su juego sin variar su filosofía la que le ha llevado al título, a escribir con letras mayúsculas su nombre en la historia de la NBA. Enhorabuena, Pau.