Eso es al menos lo que aseguran los asesores legales de la ciudad de Carolina del Norte, que salieron ayer al paso de los temores de muchos aficionados al conocerse la intención del principal propietario, Bob Johnson, de vender su parte del equipo.
El Consejero Legal de la ciudad de Charlotte, Mac McCarley, principal responsable de asesorar legal y fiscalmente al ayuntamiento de la ciudad ha asegurado que los acuerdos firmados entre las autoridades municipales y la franquicia hacen muy difícil que el equipo pueda trasladarse en un futuro próximo a otra ciudad.
Según explicó McCarley, la ciudad de Charlotte firmó un acuerdo con los Bobcats en 2002 para construir la actual cancha del equipo, que costó 265 millones de dólares, a cambio de garantizar la presencia de la franquicia en la ciudad.
El acuerdo firmado en su día se extiende por 25 años, hasta 2030, y las penalizaciones por romperlo obligarían a la franquicia a indemnizar con 200 millones de dólares a la ciudad si se marchan antes de 2010, 150 si lo hicieran antes de 2015 y a partir de ese año siguen una escala descendente que comienza por los 85 millones de 2016 y termina en los sólo 7 millones que habrían de abonar para marcharse en vísperas de la temporada 2029-2030.
Un serio condicionante que hace difícil que los Bobcats puedan moverse de la “ciudad de la reina”, fundada en honor de la princesa alemana Charlotte de Mecklenburg, reina consorte de Inglaterra y mujer de Jorge III. De hacerlo, sería la segunda vez que la ciudad pierde una franquicia de la NBA, ya que fue la sede inicial de los Hornets, que actualmente juegan en Nueva Orleans.
En cualquier caso, Bob Johnson ha afirmado desde un principio que su intención, aun cuando venda, es asegurar que el equipo permanezca en su actual ubicación. Una condición que hace aún más difícil su pretensión de deshacerse de su participación mayoritaria.