Desapareció en aguas del Pacífico Sur junto a la mujer de su vida, Serena Karlan, y el capitán francés Bertrand Soldo. Tenía 33 años y nunca más se supo de él. En el momento de morir se hacía llamar Bison Dele en honor a sus antepasados, pero antes había alcanzado grandes cotas de fama y dinero bajo su nombre original: Brian Williams.
El último día de su vida Williams-Bison navegaba por las cercanías de Tahití en su catamarán suajili, el Hakuna Matata. Era feliz. Había recuperado a la mujer de su vida y se había reencontrado con su hermano mayor, nacido Kevin Williams y renacido como Miles Dabord. Los hermanos Williams se habían fundido en un extraño abrazo protagonizado en realidad por dos desconocidos: Bison Dele y Miles Dabord. Y ese abrazo, ese reencuentro acabó en tragedia.
Corría el mes de julio de 2002 y de aquel cuarteto sólo regresó Dabord. Luego, los agujeros tapados de bala en el catamarán y el comportamiento del superviviente sugirieron el horror. Dabord había asesinado a tiros en aguas del Pacífico a su hermano, su novia y el capitán. Pero nada se pudo resolver, ya que Dabord murió 2 meses después tras quedar en coma por una dosis excesiva de insulina. Extraño desenlace para una vida, la de Brian Williams, digna de las grandes aventuras de Melville, Swift, Scott o London.
Brian Williams nació en Fresno (California) en 1979 y su origen no pudo ser más ilustre. Su abuelo, Calhoun Williams, fue pianista de Duke Ellington y su padre, nada menos que Gene Williams, fue cantante de la mítica banda The Platters.
Con esos genes, el joven Brian, formado universitariamente en Maryland y Arizona, no pudo salir de otra manera. Emotivo, sensible, culto, bohemio, enigmático, soñador... había muchos Brian encerrados en un corpachón de 2,08 que podía leer a Kierkegaard, componer una poesía, tocar el saxo y la trompeta o jugar al baloncesto con destreza para alcanzar con su zurda de oro el puesto número 10 del draft. Porque los 33 años de Bison Dele dieron para mucho hasta desaparecer en mitad del océano.
Jugó en Orlando, Denver, Clippers, Chicago y Detroit. En los Bulls, sólo estuvo 2 meses. Lo suficiente para disputar unos pocos partidos y hacerse con el anillo a la sombra de Michael Jordan, Scottie Pippen y Phil Jackson. Fue su período más feliz en la NBA.
Aquellos años 90 se coronaron en 1998 con su cambio de nombre y el contratazo que firmó poco antes con los Pistons: 42 millones de dólares por 7 temporadas. Sólo cumplió 2, abandonando el baloncesto de forma enigmática cuando le quedaban 5 años de contrato y más de 30 millones por cobrar. Nadie pudo entenderlo. Sólo tenía 30 años y estaba en plena madurez. La temporada anterior a su estrambótico adiós había promediado con Detroit 16,2 puntos y 8,9 rebotes. Era la temporada 1997-1998. Jugó una campaña más, ya como Bison Dele, y se marchó buscando su sueño, que no era otro que recorrer el mundo en busca de la libertad, rodeado de seres que merecieran la pena y acostándose cada noche bajo las estrellas con su inseparable marihuana nocturna, alejado de la fama y los focos, hastiado de la vida superflua.
Mientras que en la NBA muchos le buscaban, él había preferido comprar con un amigo una planta depuradora en Beirut. Bizarros negocios en exóticos parajes. Generoso como pocos, fue repartiendo riqueza entre los que necesitaban una ayuda y fue recorriendo el mundo. Puso rumbo a la India, Indonesia, Seychelles y acabó celebrando el inicio del año 2000 en Australia. Y en ese largo periplo que se extendió hasta su muerte en 2002 nada le hizo volver a Estados Unidos. Ni siquiera los mensajes de personalidades como Phil Jackson, que le quiso integrar en los Lakers, ni de Michael Jordan, que le quiso incorporar a los Wizards cuando regresó al juego.
Para Bison Dele, la NBA era el pasado. Se había comprado un catamarán y con él se puso a recorrer los Mares del Sur. Y fue feliz hasta que la hiriente amenaza de un hermano henchido de odio acabó con su vida en mitad del Pacífico, en el mismo océano en el que el gran capitán James Cook fue asaeteado por las armas tribales enemigas en el siglo XVIII. Solo que a Brian Williams le asaeteó a balazos su propio hermano, una falsa mano amiga. Ambos eran hijos de la joven California. Ambos eran hijos de la música. Pero sus vidas alcanzaron el silencio demasiado pronto. En un enigmático verano de 2002.