Los Knickerbockers tienen un problema, pero tal vez sea irresoluble. Porque el problema del equipo se llama James Dolan y James Dolan es su dueño.
El equipo ha permanecido años y años metido de basura hasta el cuello, con contratos astronómicos firmados a jugadores de medio pelo que asfixiaban la economía del club, inmerso en una mediocridad deportiva alarmante y dejando de ganar mucho dinero en un macromercado como es Nueva York. El equipo no ganaba nada más que para disgustos.
Desde aquella final de 1999 con el gran Pat Ewing aún en liza, la sinrazón había presidido un club que, a ojos vista de un observador externo, parecía una broma. Todo llegó a su máxima expresión con Isiah Thomas a los mandos directivos. Con Thomas, tan maravilloso jugador como lamentable directivo, el esperpento alcanzo su cénit.
Desapareció Thomas y llegó Donnie Walsh. Su nombramiento como general manager en abril de 2008 pareció anunciar la llegada de nuevos tiempos ,un nuevo rumbo que el equipo necesitaba como el comer. De la mano de Walsh apareció un mes después, en mayo de 2008, el técnico Mike D'Antoni, que había sentado cátedra con su baloncesto ofensivo en Phoenix. Se ponía la primera piedra del ansiado cambio.
Muchas dificultades
No fue fácil cambiar el rumbo de los Knicks, pero Walsh consiguió enderezar la situación con paciencia, tesón, trabajo y buenas dosis de brillantez. Poco a poco, la franquicia se fue quitando sus grandes rémoras en forma de contratos imposibles que iban desapareciendo de la tabla de salarios del club, jugadores que nada habían aportado al engrandecimiento de una gran franquicia y que habían esquilmado sus arcas. Pero los resultados seguían sin llegar.
El verano de 2010 resultaba clave. Algunos de los mejores jugadores de la NBA, con LeBron James a la cabeza, aparecían en el mercado de fichajes. Es cierto que los Knicks no consiguieron al ansiado James, pero al menos lograron una pieza destacable, Amar'e Stoudemire. Y en torno al ex pupilo de D'Antoni en Phoenix empezó esta temporada la reconstrucción.
Por fin, esta campaña los Knicks comenzaron a ganar. Tras un comienzo titubeante, llegaron meses de vino y rosas en los que el club se puso de moda. El Madison empezaba a poblarse de nuevo de 'celebrities' que habían estado escondidas en el pasado, el equipo se situaba cómodamente en puestos de playoff, Stoudemire tuvo semanas en estado de gracia en lo que oía cánticos de "MVP, MVP...", el base Raymond Felton alcanzaba un nivel de juego nunca visto... Ya se sabe, cuando algo funciona, mejor no tocarlo o simplemente cambiar algún matiz. Pero no, los Knicks no tenían suficiente con este gran paso. Y quisieron dar un paso más, más bien una zancada, sin percatarse de que la estaban dando en el vacío.
Regresaron los viejos fantasmas (nunca mejor dicho). Porque todo apunta a que James Dolan volvió a oír cantos de sirena procedentes de Isiah Thomas, ya fuera del club. Dicen que se dejó asesorar por él. Si es verdad, tendría delito.
Todo al garete
Se aproximaba el 'deadline'. Llevaban los cansinos medios de comunicación neoyorquinos semanas y semanas dando la tabarra: que si D-Will, que si 'Melo', que si... En esto de extender rumores y dar la paliza, los medios de NY se llevan la palma.
Lo cierto es que en febrero llegó ese momento estelar a los ojos de Dolan, pero que ha sido y es por el momento, y tiene la pinta de no cambiar, la tumba del equipo. Stoudemire tenía que tener una megaestrella a su lado y el equipo merecía presumir de su propio 'big three'. Y llegó desde Denver la pareja Carmelo Anthony-Chauncey Billups. Con la llegada del ex de Syracuse, a Dolan se le pusieron los ojos como platos. En ellos, se marcaban los dólares como en los dibujos animados.
El resultado no ha podido ser más contraproducente. Para traer a Anthony, la columna vertebral de los Knicks de D'Antoni y Walsh se hizo añicos. No es de extrañar el desencanto de ambos. En apenas algo más de 2 años habían dado la vuelta a la tortilla y en sólo unos días la tortilla se cayó al suelo camino de la basura.
Los datos duelen
Eliminando jugadores insustanciales, todo se resume en que para que Anthony pudiera llegar con Billups al Madison, el equipo tuvo que desprenderse de Raymond Felton, Wilson Chandler, Danilo Gallinari (tres jugadores importantísimos en los esquemas del equipo) y Timofei Mozgov (un jugador cargado de futuro y además alto).
Los datos son harto elocuentes. Desde que se hizo el cambio, Denver Nuggets funciona como un reloj y New York Knicks como una carraca. Los nuevos de Denver han llegado y se han adaptado perfectamente a los sistemas de Karl, los nuevos de New York son difícilmente adaptables al sistema de D'Antoni.
El resultado, alarmante. Carmelo Anthony ha anotado desde que está en los Knicks 24,9 puntos por partido que ha acompañado con 5,9 rebotes y 3,1 asistencias y Chauncey Billups ha hecho 17,4 tantos y 5,3 pases de canasta. Hasta ahí todo bien. Pero en lo colectivo, Anthony ha perdido 12 de los 19 partidos que ha jugado con su nuevo equipo y Billups ha perdido 10 de 13. Los Knicks han fracasado en sus últimos 6 encuentros.
Aún hay un dato más sangrante. Los 6 encuentros en los que Billups no jugó con los Knicks se resolvieron bastante bien para los neoyorquinos, porque todo mejoró con Toney Douglas como base titular. Y es que el problema es que Billups es un gran base, pero es la antítesis del baloncesto que preconiza D'Antoni y algo semejante, aunque en menor medida, ocurre con Anthony, cuya llegada ha provocado, además, un bajón de juego notable de Stoudemire, al que se ve perdido.
El daño está hecho, veremos cuánto tarda el equipo en restañarlo. El horizonte no invita al optimismo. Desde luego, una vez más, James Dolan, el propietario de los Knicks, se ha ganado a pulso que se utilice con él el diminutivo. Más que nunca, James Dolan es Jim Dolan, el pequeño propietario de un gran equipo.