Cuando todos los pronósticos aventuraban dos semifinales con resultados más que apretados, el baloncesto reivindicó, una vez más, su belleza y Memphis y Kansas se deshicieron con holgura de dos universidades históricas, UCLA y North Carolina.
Fue la noche de las alegrías y de las decepciones. La noche en la que UCLA y su jugador hispano Lorenzo Mata-Real tropezaron por tercera vez consecutiva con la misma piedra. La noche en la que dos entrenadores volvían a cruzar sus carreras deportivas -Bill Self y Roy Williams-. La noche en la que los hombres exteriores se erigieron en protagonistas y tomaron la batuta de las semifinales. La noche en la que Memphis brilló ante tres equipos cargados de pasado. La noche en la que Kansas hizo historia y North Carolina pudo hacerla...
Así es este gran espectáculo del baloncesto norteamericano llamado Final Four. El Alamodome de San Antonio era un bosque interminable de cabezas, un bosque de pasiones. El título de la NCAA estaba en juego.
Memphis 78 UCLA 63
Memphis jugaba como en casa. A nadie se le escapa que Tennessee está mucho más cerca de Texas que California. Un Alamodome abarrotado aguardaba el salto inicial de la Final Four. Y el arranque del partido lejos de defraudar dejó a todos boquiabiertos.
Los primeros 10 minutos del encuentro fueron una locura en la que parecía que el juego estático estaba prohibido. Un ritmo frenético, jugadas espectaculares, gran efectividad, escasa defensa. Todo los factores que teóricamente beneficiaban a Memphis se dieron cita en la cancha y, por ende, todos los que perjudicaban a UCLA. Los de Tennessee son un equipo de juego dinámico, alegre, veloz, el juego propio de un conjunto en el que sus dos estrellas son sus dos hombres más bajos, Derrick Rose y Chris Douglas-Roberts; los de California se enfrascan casi siempre en un tempo más lento de partido, en un juego cargado de control y marcado por unos niveles defensivos excelentes, algo más lógico teniendo en cuenta que su gran estrella es un pívot, Kevin Love, aunque sea un hombre alto bastante ágil y rápido.
Pero a pesar de que todas las circunstancias eran favorables a Memphis, los chicos de Calipari no se pudieron despegar en el marcador, un marcador que en esos primeros 10 minutos reflejó un resultado de locura: 24-21 para Memphis.
Fueron minutos en los que dos secundarios de lujo, que más de una vez se convierten en principales, Douglas Roberts y Westbrook, presentaron sus credenciales. Y en los que Derrick Rose ya empezó a exhibir parte de su genio precoz.
Pero llegado el ecuador del primer tiempo la avalancha de baloncesto ofensivo se detuvo, las defensas ajustaron sus piezas, el ritmo bajó, el acierto ya no fue el mismo... y todo ello no implicó que la calidad del partido languideciera. Simplemente, el guión fue distinto. De hecho, el encuentro siguió en una dinámica muy atractiva. El parcial de la segunda parte del primer tiempo fue de 14-14 para alcanzar los vestuarios con un igualado 38-35 para Memphis, cuyos mejores jugadores fueron Douglas-Roberts, Rose y el suplente Taagart. En los Bruins destacaron Westbrook y Love, mientras que su base Collison estuvo muy apagado anotando sólo 2 puntos, que coincidieron con la última canasta.
Nada más empezar la segunda parte Dorsey, un jugador fundamental en la defensa interior de Memphis, hizo la tercera falta personal, algo que parecía un serio problema para los Tigers en su defensa a Kevin Love. Pero lejos de ser un handicap fue un revulsivo. El cinco que puso en cancha en la reanudación Calipari comenzó con mucha fuerza y con un parcial de 10-2 en 3 minutos situó el electrónico en 48-37 tras dos tiros libres de Rose, una distancia que se mantendría durante algunos minutos situándose el marcador en 59-49 cuando restaban 8:52 para el final.
A partir de ahí se entró en una fase de defensas muy agresivas y en 4 minutos el resultado apenas varió (0-3), pero cuando en la recta final del partido parecía que el enfrentamiento entraba en la dinámica más apropiada para los angelinos y los criterios defensivos de Ben Howland, un espectacular mate de Douglas-Roberts seguido de un auténtico canastón a aro pasado de Rose situó de nuevo el luminoso en 11 puntos de diferencia a 3:10 del final (63-52).
El entrenador de los Tigers, John Calipari, acariciaba su primera final de la NCAA, pero antes de cerrar el partido Memphis se tenía que enfrentar a su gran fantasma de la temporada: los tiros libres. Pero fue precisamente desde la línea de personal donde Memphis machacó a su rival y adquirió la solidez necesaria para ganar sin oposición. Contra todo pronóstico un equipo lleno de dudas en los tiros libres lograba en un momento de gran tensión, en una semifinal nacional, 20 aciertos de 23 intentos, un 87%, gracias sobre todo a Rose y Douglas-Roberts. Y ahí se esfumaron todas las esperanzas de los Bruins.
Memphis fue muy superior. Douglas-Roberts (28 puntos y 4 rebotes) y Derrick Rose (25 puntos, 9 rebotes y 4 asistencias) fueron sus dos estrellas. El primero anda sobrado de fundamentos, el segundo está en otra galaxia. Junto a ellos, cabe destacar el juego sólido de Anderson (12 puntos) y el extraordinario papel en defensa y en los tableros de Dorsey, que parece una copia universitaria de Ben Wallace. Dorsey aportó 15 rebotes y puso 2 tapones.
En UCLA, el mejor, sin duda, Westbrook (22 puntos). Partido de menos a más del camerunés Mbah a Moute (12 puntos y 13 rebotes) y amargas decepciones de Kevin Love (12 puntos, 9 rebotes y 3 tapones), pero completamente ahogado por la defensa rival en la segunda parte, y el base Collison, que no tuvo su noche (2 puntos y 4 asistencias, 1 de 9 en el tiro, 5 pérdidas y eliminado por personales). El hispano Lorenzo Mata-Real jugó 7 minutos en los que capturó 2 rebotes.
La gran diferencia existente entre la dirección de Rose y la de Collison fue capital, como lo fue la brillante defensa colectiva de Memphis e individual de Dorsey sobre Love.
La victoria constituyó una revancha de la final regional de 2006, cuando UCLA ganó a Memphis y cortó su acceso a la Final Four. Aunque en el recuerdo de los Tigers aún perdura una derrota ante UCLA mucho más dolorosa. Y es que los Bruins vencieron a Memphis en la final de la NCAA de 1973.
Varios jugadores de Memphis lucieron en sus zapatillas el número 15 en señal de recuerdo y apoyo a su compañero Andre Allen, uno de los dos jugadores de la plantilla nacido en Memphis. Allen fue apartado de la Final Four por su universidad al violar las normas del equipo. A su modo, aunque fuera en las zapatillas de sus compañeros, estuvo en la cancha del Alamodome.
Kansas 84 North Carolina 66
Pero para alucinaciones la que estaban a punto de experimentar los asistentes al Alamodome y los telespectadores que iban a seguir la segunda semifinal por televisión. Porque no se puede calificar de otra manera que como experiencia lisérgica los primeros 13 minutos del partido entre Kansas y North Carolina.
Esos primeros 13 minutos de Kansas habría que enmarcarlos dentro de la historia del baloncesto universitario porque resultaron antológicos en ataque y en defensa. Los espectadores permanecían con los ojos abiertos como platos porque no se creían lo que estaba sucediendo y lo que estaba sucediendo no era otra cosa que los Tar Heels estaban siendo barridos de la pista, estaban siendo aniquilados. El marcador no podía ser más explícito a 6:49 para concluir la primera parte: ¡40-12!.
Hasta este extraordinario extremo se había llegado debido a la conjunción de una multitud de factores. Para empezar, habría que destacar el fantástico planteamiento táctico de Bill Self en defensa, especialmente en el juego interior en aras a parar con una larga munición de ayudas defensivas a la figura de los Tar Heels, Tyler Hansbrough, nombrado mejor jugador de la temporada. Y si la defensa funcionaba como un reloj suizo (5 robos y 3 tapones en los primeros minutos), qué decir del ataque, cuya efectividad en el tiro rondaba el 75%, con un inspirado Brandon Rush
La agresividad y concentración de Kansas en los dos lados de la cancha era difícilmente superable. Ese espíritu irrefrenable de los Jayhawks lo encarnaba para sopresa de todos el pívot Aldrich, un chico con una aportación más que limitada al equipo a lo largo de la campaña y que ante North Carolina tuvo unos minutos de ensueño que culminó con la canasta que puso el 40-12, un tapón en la siguiente jugada y un robo de balón en el posterior ataque de los Tar Heels.
Los comentaristas, analistas y aficionados empezaron a tirar de hemeroteca. La mayor remontada protagonizada por un equipo en un partido de la Final Four se remontaba a 2001 cuando Duke dio la vuelta a 22 puntos de ventaja de Maryland. La historia descartaba el acceso a la final de North Carolina. Pero a los jugadores de Chapel Hill poco les importaba la historia.
De hecho, el conjunto de Roy Williams reaccionó cuando la estadística marcaba que llevaba 4 de 21 en el tiro de campo. Entonces se rehicieron un poco y con un parcial de 2-15 se pusieron a 15 puntos (42-27), pero una canasta en el último segundo de Collins dejó el resultado al descanso en 44-27, la más baja puntuación de North Carolina en una primera parte en la presente temporada.
La segunda mitad comenzó con un intercambio continuo de canastas que en nada beneficiaba al equipo de Roy Williams, que seguía tirando, igual que al final de la primera parte, de Green, que había partido del banquillo.
Aquí empezó la segunda historia de la segunda semifinal, que vino precedida de una increíble falta de oficio de Kansas, que siguió jugando con rapidez, una rapidez que pronto se transformó en precipitación y en cadena de imprecisiones. De este modo entre Green y Ellington fueron larvando el poder de los Jayhawks hasta que los Tar Heels se colocaron a 4 puntos (54-50 a 11:16 del final). En 16 minutos North Carolina había hecho descender su desventaja de 28 a 4 puntos gracias a su mejora defensiva y especialmente en el tiro, que había pasado de un 29% a un 56% en la segunda mitad. La humillación de Self y los suyos si perdían el partido podía ser memorable. Estaban a punto de pasar, de hecho, a los anales de la historia de la NCAA.
Se mantuvo la emoción durante casi 6 minutos (64-59 a falta de 5:41 para la conclusión). Pero entonces, cuando North Carolina había hecho lo increíble, lo que parecía posible se tornó imposible. Los de Williams se desfondaron y los de Self volvieron a apretar el acelerador sin ya volver la vista atrás y con un 16-2 de parcial sentenciaron el partido.
Brandon Rush, el hermano del jugador de la NBA Kareem Rush, demostró su gran clase y fue, con mucho, el mejor de Kansas con 25 puntos, 7 rebotes y 2 asistencias. Le siguieron en ataque Jackson con 12 puntos y Chalmers con 11, entre los titulares, y Collins (11 puntos, 4 rebotes y 4 asistencias) y Aldrich (8 puntos, 7 rebotes y 4 tapones) entre los suplentes. También hay que destacar la labor en la zona de Arthur (9 rebotes y 4 tapones). Y es que Kansas demostró ser un equipo tremendamente equilibrado en el juego exterior-interior. De hecho, la nómina de jugadores grandes de los Jayhawks (Arthur, Jackson, Kaun y Aldrich) fue la que hizo posible parar a Hansbrough, que aún así fue uno de los mejores de su equipo con 17 puntos y 9 rebotes.
En North Carolina destacaron junto a Hansbrough, Ellington (18 puntos, 6 rebotes y 3 robos, pero con 1 de 9 en triples) y el suplente Green (15 puntos y 5 rebotes en 20 minutos). La gran decepción la protagonizó el base Ty Lawson, un armador muy inteligente al que ante Kansas se le nublaron las ideas.
El duelo de esta semifinal entrañaba para muchos seguidores del baloncesto universitario un morbo especial, ya que se enfrentaban Bill Self y Roy Williams en los banquillos. El primero tomó el relevo del segundo en la dirección de Kansas en 2003. Williams, nacido en Carolina del Norte, entrenó durante 15 años a Kansas con resultados muy brillantes para regresar como un hijo pródigo en ese año 2003 a su estado natal y proclamarse campeón de la NCAA en 2005. Quién sabe si su sucesor, Self, le tomara el relevo también al proclamarse el lunes campeón universitario.