Hasta luego, Fabri
Se nos fue Fabri de este negocio llamado baloncesto. En realidad, es sólo un juego. Un divertimento exquisito. Pura pasión. La adrenalina de la cesta.
Oberto se marchó con su corazón a cuestas. Ese pecho tan grande. Pero a sus 35 años, ya hizo más que suficiente para irse tranquilo. La retirada así no puede ser una tragedia. Sí, una putada sí, claro está.
Nos emocionamos todos el pasado jueves. Después vino esa ovación del AT & T Center hace apenas nada. Al inicio de un Spurs-Rockets contigo tan arriba, en el palco, en vez de tan abajo, en la cancha. La carne de gallina. Los pelos de punta. La emoción a flor de piel. Texas ovacionaba a un chico de barrio de Las Varillas. Un cordobés que había superado sus propias fantasías infantiles.
El viejo Popo
Ojos de ajo, de película sentimental. Más aún cuando el viejo Popovich, tu sabio entrenador en San Antonio, dijo aquello de “una de las mejores personas de la Tierra”. Hablando de ti, claro.
No cejó Popo en su empeño y terminó por desmantelar nuestros disfraces de hombres duros. Cuando a reglón seguido, del tirón, se le oyó decir: “Un hombre realmente dulce, un gran competidor, un gran compañero”. Eso no se hace, Gregg.
Nosotros, mientras, con algunos saberes seguros. Viendo, por ejemplo, separarte de algunas incipientes amistades, como la de Rudy F., el 'amigo' de McMillan. Y el cordobés ahí, erguido, aunque el corazón le siguiera latiendo demasiado rápido para su juego pausado. Juego de lector fácil. De línea simple y efectiva.
Enfundado en tu 7 nos diste vida. Aquella Argentina campeona en Indianápolis sin serlo. Aquella Argentina áurea en la vieja Atenas. Raíces olímpicas profundas. Cuando Filípides podría haber nacido en Buenos Aires. Y tú formando pareja en la pintura con Luisito. Scola, por supuesto.
¡Qué modo de pasarse el esférico bajo cesta!. Donde no había espacios, Fabri y 'Luifa' generaban una autopista, un Amazonas de caudal imprevisible, una vía de agua en la barca rival. La mente de 2 bases en el cuerpo de 2 pívots. Pasadores y físicos, luchadores y técnicos. Complementarios.
También estuvo tu larga turné por España. Más de un lustro sentando cátedra. Primero en Tau, luego en Pamesa. Ningún destino hubiera sido tan fiel a tu yo de chico de barrio. Dos históricos del baloncesto español. Dos clubes puros de básquetbol. Nada de herencia de club grande de fútbol.
Todo fue llegando. Con el mismo ritmo pausado de tu juego. Poco a poco. Sin detenerte nunca, eso sí. Los títulos, más títulos, casi todos los títulos. Palmarés bárbaro. Tu vitrina llena de trofeos.
Al ritmo del corazón
Pero llegaron los sustos. El ritmo de tu corazón se desacompasó un día. Seguiste luchando. Permaneciste en activo. Sin embargo, llegó en Wisconsin el último susto. Ése te aterró de verdad. La decisión definitiva fue tomada. Dijiste, 'aquí me paro'. No podías hacer otra cosa. Tú, que llevas grabadas en tus zapas las iniciales de Gaby, tu entrañable compañero. Se fue en pleno partido. Se lo llevó su corazón hacia otra parte. Tenía 23 años. Y tú, con sus iniciales a la altura de los pies querías seguir recordándolo. A tus 35, a tus 36, a tus 37...
Ahora, de vuelta en tu Córdoba, allá en Las Varillas. De regreso de tu experiencia exprés en Oregón. Con los tuyos, pero sin los otros tuyos, los del baloncesto. Surge otra vida. Te centrarás en tu amor al vino -esas bodegas tuyas-, en tu pasión por la radio y por la música... ¡Ay, aquellos De Pitis valencianos con el viejo rockero Kammerichs!.¡Vaya tiempos levantinos!.
Llega el momento en el que el chico de barrio regresa al barrio con su anillo en un dedo. Un anillo que ni siquiera soñó en el cole. El anillo logrado en la lejana Texas. Llega el momento de vivir el baloncesto desde otro lado. Junto a Lorena y Julia.