Visto para sentencia el caso Seattle vs. Sonics
Las autoridades de la ciudad quieren impedir la marcha del equipo
El culebrón desatado con la aprobación por parte de la NBA del traslado de los Sonics a Oklahoma City sigue su curso y estos días ha vivido en los tribunales uno de sus capítulos más importantes. La corte de distrito de Seattle ha sido el escenario en el que se han visto las caras los actuales dueños del equipo y los máximos representantes políticos y civiles de la ciudad de Seattle, el hogar de los Sonics desde su fundación hace más de 40 años.
La ciudad de Seattle demandó a los dueños de la franquicia exigiéndoles el cumplimiento del acuerdo que les obliga a jugar en el Key Arena hasta septiembre de 2010, acuerdo que los propietarios del equipo, encabezados por Clay Bennett, quieren dar por terminado mediante una indemnización económica para así poder comenzar la próxima temporada en su nueva sede del estado de Oklahoma.
La vista del caso comenzó el día 16 y tras 9 días de testimonios quedó vista para sentencia el pasado jueves, día en que ambas partes presentaron ante la jueza Marsha Pechman sus respectivas conclusiones. El transcurso del juicio ha dejado claro no sólo la diferente visión de una y otra parte acerca del asunto, sino también la insalvable y enrarecida relación existente ahora mismo entre los propietarios de la franquicia y las autoridades de la ciudad de Seattle, que no han dudado en lanzarse mutuamente acusaciones de actuar de mala fe y de maniobrar de forma cuando menos poco ética.
Los argumentos de la ciudad
Los abogados de la ciudad de Seattle se han esforzado a lo largo de los días que ha durado la vista en hacer ver a la magistrada encargada de decidir el caso que las pérdidas que provocaría a la ciudad la marcha del equipo, incumpliendo el acuerdo de permanencia hasta 2010 firmado en su día, son incalculables y que por lo tanto no hay cifra que pueda cubrir el daño causado a la ciudad.
El objetivo de su estrategia ha sido en todo momento impedir que la jueza pueda, como suele ocurrir en este tipo de casos, establecer una indemnización por la ruptura del contrato –tal y como pretenden los Sonics, que ya ofrecieron en febrero 26,5 millones de dólares a las autoridades de la ciudad por la cancelación- que permita al equipo marcharse este mismo verano a su nuevo destino. Para ello no han dudado en insistir una y otra vez en el valor, según ellos, intangible de la presencia de la franquicia de la NBA en la ciudad.
El argumento de la intangibilidad, sin embargo, no ha impedido que se cuantificasen las pérdidas que sufriría la ciudad si los Sonics se marchan: 188 millones de dólares anuales. Esa es al menos la cifra que dio el equipo de abogados encargado de representar a la ciudad, encabezados por Paul Lawrence, si bien, el argumento de estas supuestas pérdidas intentó ser contrarrestado por la parte contraria con el testimonio de Brad Humphreys, profesor de economía de la Universidad de Alberta, quién declaró que “Cuando un equipo se marcha no se lleva consigo el gasto en consumo... simplemente ese dinero se gasta en otras actividades o entretenimientos”.
Los representantes de la ciudad argumentaron también la mala fe de los dueños del equipo -un grupo de hombres de negocios de Oklahoma que se hicieron con la propiedad en 2006- en todo el proceso y trataron de demostrar, con la presentación de varios intercambios de correos electrónicos entre sus principales representantes, que los mismos nunca tuvieron intención real de llegar a un acuerdo con los representantes de la ciudad de Seattle y que maniobraron desde un principio para lograr el traslado de la franquicia a Oklahoma City.
El propio alcalde de Seattle, Greg Nickels, testificó sobre la gran trascendencia de la presencia del equipo en la ciudad, aunque sus palabras quedaron un tanto en evidencia tras tener que admitir que en los 10 años que lleva ejerciendo de alcalde sólo había acudido en 2 ocasiones a ver un encuentro de los Sonics.
Por otro lado, Paul Lawrence intentó contrarrestar los intentos de los abogados de los Sonics por minimizar el impacto económico de la marcha del equipo mostrando diversos documentos en los que los propios responsables de la franquicia -con la finalidad de conseguir la aprobación por parte de las autoridades de su nuevo destino de una tasa especial de 60 millones de dólares para financiar las inversiones necesarias para la llegada de la franquicia- cifraban en 170 millones de dólares el beneficio de la llegada del equipo a Oklahoma City. Su conclusión era clara: el beneficio de Oklahoma sólo podía salir de las pérdidas de Seattle.
Los argumentos de los Sonics
Los Sonics por su parte insistieron una y otra vez en el grave perjuicio económico que supondría para la franquicia la permanencia en la ciudad del estado de Washington. Según ellos, dos años más en Seattle significarían unas pérdidas de 60 millones de dólares frente a los 17 millones de beneficios que estiman obtener en Oklahoma City en ese mismo periodo.
La cabeza visible de los propietarios, Clay Bennet, quiso dejar claro en su testimonio que en ningún caso había existido mala fe por su parte. “Creía desde el fondo de mi corazón que tendríamos éxito [a la hora de llegar a un acuerdo para permanecer en su actual sede] y personalmente estoy decepcionado por no haberlo conseguido”, declaró en la vista.
Los abogados de la ciudad rechazaron los motivos económicos acusando a los responsables del equipo de forzar una situación de pérdidas para justificar su marcha. Según ellos, ése habría sido el objetivo al dejar marchar el pasado verano a sus dos mejores jugadores, Ray Allen y Rashard Lewis, lo que habría llevado al equipo al peor récord de victorias de su historia con la consiguiente pérdida de aficionados e ingresos.
Los representantes de los Sonics, a su vez, acusaron tanto a las autoridades de Seattle como al grupo de líderes civiles y hombres de negocios que están detrás de los intentos de recomprar la franquicia con el fin de evitar su traslado, encabezados por Steve Ballmer presidente de Microsoft, de haber urdido una campaña de desprestigio y una trama de demandas judiciales contra Clay Bennett y los suyos con la finalidad de “envenenar” la situación y forzar a los actuales dueños a vender.
Su objetivo, según intentaron demostrar con un intercambio de correos entre varios de los implicados, sería convertir la partida del equipo en un proceso “caro y litigoso” que terminara por desanimar a los propietarios y hacerles desistir de sus intenciones. El propio alcalde, Greg Nickels, admitió ante el tribunal estar al tanto de la iniciativa de dicho grupo para hacerse con la propiedad de la franquicia y apoyarla, aunque negó rotundamente haber trabajado activamente a favor de la misma.
Visto para sentencia
Ahora tendrá que ser la jueza de distrito Marsha Pechman quien, a la vista de los argumentos de las partes, decida si, tal y como defienden los letrados de la ciudad, no hay dinero que compense la marcha de los Sonics y éstos deben cumplir por lo tanto el contrato firmado en su día o si, por el contrario, sí que puede establecerse una cifra justa que dé por terminada tan tormentosa relación, tal y como pretenden los Sonics.
Si resuelve a favor de los Sonics no todo estará decidido, pues aun está por ver el camino que seguirá la demanda presentada por Howard Schultz, el antiguo propietario de los Sonics, exigiendo la anulación de la venta del equipo aduciendo mala fe contractual de los actuales dueños.
Si la decisión cae del lado de la ciudad, habrá que ver también la postura que toma la NBA, puesto que su comisionado, David Stern, ya dejó claro en su día, que la decisión de trasladar el equipo a Oklahoma City era irrevocable y que cualquier acción judicial para evitarlo no sólo no conseguiría retener al equipo sino que dañaría gravemente las posibilidades de que Seattle tuviera en un futuro la oportunidad de volver a ser sede de un equipo de la NBA.