Golden State Warriors jugó en San Francisco y ganó para seguir así cumpliendo de modo estricto con su particular universo bipolar en el que jugar en casa (7-1) es sinónimo de éxito y jugar fuera de ella (0-8) es sinónimo de fracaso.
Los Warriors se impusieron a los Knicks 111-101 por un hecho fundamental: defendieron. No es gratuita esta afirmación, ya que si por algo estos Warriors vienen de capa caída en este inicio de campeonato es por sus malos desempeños defensivos, no siendo este, obviamente, el único motivo, pero sí el principal.
Hay brotes verdes en la Bahía. Hoy Warriors no tuvo que recurrir a un Stephen Curry heroico y hoy Klay Thompson afinó por fin un poco la puntería que tenía tan fuera de su sitio.
El equipo local se cebó con el triple. Metió 18, pero lanzando a lo largo de la noche 50 tiros de 3 y solo 41 de 2. Muy bien los locales a nivel asociativo, asistiendo 32 de sus 41 canastas. Por todo ello algunos brotes verdes, sí. Provisionales, claro.
Pero hay elementos que no cambian. Cada vez que la segunda unidad de Warriors entra en acción a los aficionados del equipo le tiemblan las piernas. No es para menos. Volvió a suceder ante los Knicks.
Los Knicks no tuvieron una noche muy lucida. Solo anotaron el 34,5% de sus tiros y vivieron en parte de sus muchas idas exitosas al tiro libre (32 de 34), porque a Warriors le pitaron 10 faltas más que a Knicks.
Stephen Curry lideró en modo humano a su equipo con 24 puntos y 10 asistencias. Andrew Wiggins hizo 20 puntos y 7 rebotes, Klay Thompson añadió otros 20 puntos, esta vez con buenos porcentajes, y también llegaron a la decena Jordan Poole, en otra mala noche, JaMychal Green y un Draymond Green que se acercó al triple-doble.
New York jugó sin Mitchell Robinson y sufrió las malas noches de RJ Barrett (6 de 19 en el tiro) y Jalen Brunson (2 de 13).
Julius Randle acabó con 20 puntos y Jericho Sims con un doble-doble.