La vida está llena de contrastes y de sucesiones de hechos improbables que se hacen realidad. Warriors puede dar fe de todo ello. El equipo de Steve Kerr arrasó en la primera parte a los Bulls 24 horas después de ser arrasado en la primera parte por los Bucks. Pasó Golden State de la más completa miseria a la más abundante riqueza, o lo que es lo mismo: de perder 77-38 al descanso ayer a ganar 47-78 hoy. Una bendita locura.
Eso sí, mientras Warriors reaccionaba y recuperaba el buen color tras la cara pálida que se le quedó el día anterior, Bulls volvía a las andadas: un equipo top visitaba Chicago y le sacaba los colores a los Bulls. El 112-138 ante Nets fue duro y el 96-138 de hoy aún lo ha sido más.
Golden State ganó por 42 puntos, la mayor ventaja lograda por el equipo en la temporada actual. Lo hizo sin Klay Thompson (fuera de cualquier back-to-back, lógicamente) y sin Draymond Green, y ya sabemos que jugar sin Green no se le da bien a los Warriors, que llegaban al partido con marca de 28-6 con Green en juego y con registro de 2-5 sin él.
Chicago ya empezó mal la noche. Jugados solo 3 minutos y 32 segundos Zach LaVine se fue a vestuarios para no volver en toda la noche a la pista. La culpa la tuvo una molestia seria en una rodilla. La resonancia magnética que se le practicará en las próximas horas aclarará la situación.
Con LaVine o sin LaVine, Chicago hizo un partido espantoso, y especialmente bochornoso en defensa, mientras que Warriors se divirtió en la pista de un modo infantil, como el niño que disfruta de su juguete y si quiere lo rompe. Porque no otra cosa fue Chicago que un juguete roto. Por momentos, Bulls fue un equipo zombie y la grada de su pabellón, un funeral. Eso sí, al término de la primera parte, con 47-78 en el marcador, se oyeron sonoros pitos procedentes de una afición que andaba atónita.
Warriors gozó de una primera parte espectacular de Andrew Wiggins, de un notable Jordan Poole, que dio el paso adelante que se le pedía, y de una actuación espectacular del novato Jonathan Kuminga, que ya venía apuntando maneras.
Wiggins metió 20 de sus 21 puntos en la decisiva primera mitad. Acabó con 21 tantos, 6 asistencias y 8 de 11 en el tiro. Fue el verdadero líder en los momentos en los que había algo en juego. Como lo fue Poole, que hizo 15 puntos al descanso para terminar con 22 y 5 triples.
Mientras, Kuminga dio toda una lección de juego. Sobrado el chaval en todos los aspectos del juego ante unos Bulls rotos. Un exceso de presente el de este chico. Hizo una buena primera mitad y terminó la noche con 25 puntos, 3 tapones y 10 de 12 en el tiro en 26 minutos de acción.
Además, 19 puntos de un Stephen Curry que sigue en modo gris y un muy buen partido de Kevon Looney, que firmó un doble-doble.
El mexicano Juan Toscano-Anderson estuvo en pista 14 minutos y metió 7 puntos.
Excelente trabajo de los de Steve Kerr en el lado defensivo pese a la baja de Draymond Green.
Warriors terminó el tercer cuarto 40 puntos arriba (72-112). En ese momento había metido ya 15 triples, sumaba 32 asistencias, había robado 11 balones y solo había perdido 2. Esos 112 puntos y esas 2 bolas perdidas dan idea tanto de la gran noche visitante como del desastre defensivo de primer orden de los locales, que siguen líderes del Este, pero que suman ya 3 derrotas en 4 partidos.
En Chicago, 20 puntos de Coby White, 19 tantos, 14 rebotes, 5 asistencias y 3 tapones de Nikola Vucevic, 17 puntos y 7 asistencias de DeMar DeRozan y 15 puntos de Lonzo Ball, que metió 4 triples en el primer cuarto y después se perdió en el mundanal ruido hasta desaparecer. Todos estos números de nada sirven si un equipo defiende tan rematadamente mal como lo ha hecho hoy Chicago. Hay que insistir en ello.
Golden State metió el 56,4% de sus tiros, anotó 19 triples, sumó 39 asistencias y perdió 7 balones en los 48 minutos de juego. Números de lujo para una victoria de lujo.