Los Warriors lo pasaron mal, muy mal. Estuvieron a remolque de Portland casi todo el partido. De hecho, el Oracle Arena no empezó a respirar hasta que un triple de Klay Thompson adelantó por fin a los suyos en el marcador. Solo quedaban 5:33 para el final del encuentro.
La cosa ya había empezado mal. El primer cuarto fue un paseo militar para los Blazers. Parcial de 21-34 con los de Oregón anotando el 66,7% de sus tiros. El mundo al revés.
Pero es que, además, los Blazers no se bajaron del carro. Siguieron dominando el marcador hasta que se presentaron con 11 puntos de ventaja (76-87) en el cuarto final. Fue entonces cuando la maquinaria pesada de Warriors apisonó las ilusiones del rival con un tremendo parcial de 34-12.
El 110-99 no expresa lo que fue el partido. Golden State, en otra noche sin Stephen Curry, sufrió de verdad. Tuvieron que tirar los locales del quehacer individual de Klay Thompson y Draymond Green. Nada nuevo bajo el sol. Es cierto que ambos firmaron un pobre 7 de 20 por cabeza en el tiro, pero resultaron decisivos.
Thompson se fue a 27 puntos y 5 triples y Green, el mejor de todos, solo estuvo mal desde el triple. En el resto, incluida la defensa, fue un baluarte imprescindible. Sumó 17 puntos, 14 rebotes, 4 tapones y 7 asistencias. Otra actuación espectacular del ala-pívot.
Warriors, que llegó a ir 17 puntos abajo en el marcador, también contó con otros actores, que se comportaron como secundarios de tronío. Jugadores como Andre Iguodala, Shaun Livingston o Harrison Barnes. También Festus Ezeli en el poco tiempo que estuvo en pista.
Portland se fue del partido con un sabor agridulce. Por una parte, firmó 3 cuartos estupendos. Fueron 36 minutos armados de sentido colectivo, físico y defensa. Por otra, se desinfló en el momento crucial. Damian Lillard (25 puntos y 6 triples) y C.J. McCollum (22 tantos) fueron sus mejores hombres.