En el estado de Georgia hay algo de Texas. O tal vez mucho. 'Baloncestísticamente' hablando, claro. Pero no de cualquier rincón de Texas, sino de uno muy concreto: San Antonio. En Atlanta Hawks todo huele al modelo Spurs. Desde su general manager, Danny Ferry, hasta su entrenador, Mike Budenholzer, pasando por el perfil del equipo en lo deportivo y lo mediático. Se aprecia en el juego y, lo que es mejor, en los resultados.
A nadie se le escapa que Budenholzer está desarrollando una labor que a simple vista pareciera imposible. El técnico de Atlanta Hawks ha dotado de vida a un equipo tendente a no creerse a sí mismo y ha dotado de alma al Philips Arena, un pabellón en el que ahora hay llenos donde antes había huecos y algún bostezo que otro.
Atlanta es la gran sensación de la temporada NBA junto a Golden State Warriors. Pero si me lo permiten, se antoja mucho más impresionante lo de los Hawks si se comparan las plantillas. Porque Atlanta es la optimización de la normalidad. El nivel con el que Budenholzer está exprimiendo a su equipo tiene pocos precedentes.
Con una plantilla que a nadie le parecía extraordinaria a principio de temporada, el cuerpo técnico y los preparadores físicos han logrado la cuadratura del círculo: ¡43 victorias llegados al All-Star!. Líderes indiscutibles del Este y segunda mejor marca de la NBA. En el Philips Arena, ¡un balance de 25-3!. Si diciembre fue tremendo (14-2), enero fue simplemente perfecto (17-0)... ¡la mejor marca en un mes de cualquier equipo en la historia de la NBA!.
Claves del éxito
Para generar el cóctel actual se han tenido que conjugar muchas circunstancias, muchas tareas pequeñas y grandes encaminadas a un objetivo ambicioso. Atlanta defiende, y mucho; Atlanta tiene la mejor circulación de balón del campeonato; Atlanta goza de la versatilidad y flexibilidad que permite a un equipo ganar a muchos puntos y también en un partido empantanado; Atlanta ha ofrecido una espectacular capacidad para jugar bien bajo presión en los finales de partido; Atlanta ha eliminado cualquier ego individual para fundar un panteísmo deportivo muy atractivo; Atlanta tiene un físico envidiable que le ha permitido no bajar el ritmo; Atlanta ha adquirido una fortaleza mental que se ha ido alimentando con el éxito...
El equipo no tiene a un Stephen Curry, ni siquiera a un Klay Thompson. Tampoco posee una plantilla comparable ni de lejos a los Warriors. Pero tiene personalidad y líneas maestras que se siguen a pies juntillas. Nadie intenta hacer algo que no sepa hacer. Al Horford y Paul Millsap son reyes de la eficiencia en una pista. Calidad y cabeza. Kyle Korver se dedica a tirar amasando el balón apenas décimas de segundo en sus manos (¡está haciendo una temporada histórica en el tiro de campo-triple-libres). Jeff Teague es ese armador de juego coherente y con capacidad anotadora al que le importa poco estar infravalorado. ¡Y los 4 van a ir al All-Star!. El quinto titular es un lujo, también infravalorado. Se trata de DeMarre Carroll, jugador clave en este proyecto por su capacidad defensiva y su intensidad contagiosa. Pura energía. Ningún titular baja de los 12 puntos de media. Nadie pasa de los 17. Es la equidistancia de un ejercicio coral.
En la segunda unidad, gran temporada de ese joven talentoso llamado Dennis Schröder, aportación defensiva de Thabo Sefolosha, que ahora está lesionado, y la efectividad en el tiro de Mike Scott.
Ferry y Budenholzer
Mirándose en los Spurs. No es de extrañar. El general manager del equipo, Danny Ferry, ¡qué poco se habla de él!, formado en Duke, tuvo una larga carrera NBA como jugador que finalizó en los Spurs. Allí estuvo 3 temporadas a las órdenes de Gregg Popovich. Por eso, no es de extrañar que para el banquillo mirara a San Antonio y contratara a Mike Budenholzer, segundo de Popovich durante años, a la sombra del maestro en el banquillo de los Spurs durante casi 2 décadas, aprendiendo y creciendo día a día.
Budenholzer llegó la pasada temporada a Atlanta. No había prisas. Había que trabajar con la plantilla poco a poco para que sus integrantes absorbieran las nuevas ideas venidas de Texas. El equipo ganó 38 partidos y perdió 44, quedó octavo en el Este y fue eliminado en la primera ronda de los playoffs. Fue la primera aproximación de Budenholzer. El trabajo inicial. El grueso de la plantilla y, desde luego, su columna vertebral se quedó en Georgia para seguir conjuntándose con ánimo de crecer.
Segunda campaña
Llegados a la segunda temporada de Budenholzer al frente de los Hawks, el equipo mete 2,4 puntos más por partido que la temporada anterior y, aquí tenemos un gran dato, encaja casi 5 puntos menos. Los números de Atlanta son desbordantes: 6º mejor ataque de la liga (103,4 puntos por juego), 4º equipo que menos puntos recibe (96,8), 3º en tiro de campo (47,1%), 1º en el triple (38,9%) y 6º en libres (77,5).
Y un dato importante: los Halcones son el quinto equipo de la NBA que menos tiros hace por partido y el segundo que más asistencias da. He aquí una de las claves de su éxito: su maravillosa circulación de balón. Ataques largos en posición, amor por el pase extra, búsqueda de una selección de tiro inigualable.
Los Hawks jamás llegaron a las Finales de la NBA estando en Atlanta. Su etapa dorada estuvo en St Louis, donde fueron campeones en 1958 y finalistas en 1957 y 1960. Tal vez, ser finalista en el Este con equipos como Cleveland o Chicago se antoja un sueño demasiado enorme, pero Budenholzer y su equipo humano (en el que está, por cierto, Neven Spahija) ya han logrado algo grande, que la afición de los Hawks empiece a soñar despierta y a tocar algunos de sus sueños convertidos en materia. Incluso se están haciendo realidad sueños que nunca tuvieron.