Como si fuera un partido de baloncesto jugado en una aldea perdida. El Toronto-Brooklyn alcanzó por momentos un aire de irrealidad que rozó lo hilarante.
Todo comenzó cuando en el tercer cuarto se estropearon los relojes que hay sobre los tableros y que marcan el tiempo de posesión del equipo que ataca... ¡y ya no se arreglaron en el resto del partido!.
Dos cuartos estuvieron jugando ambos equipos prácticamente a ciegas. Se optó por una solución de lo más casera, totalmente analógica, claro. Un operador en la mesa controlaba la posesión con un cronómetro en una mano y tenía en la otra una bocina por si tenía que apretarla si se acababan los 24 segundos.
A su lado, el speaker del pabellón, micrófono en mano, cantaba la cuenta atrás de segundos cuando se acercaba el final de la posesión. Y así hasta el final.
Lo dicho, el Air Canada Centre pareció por momentos, muy largos momentos, la cancha de un partido de categoría Z. Fue la gran anécdota de la jornada inaugural.