La fotografía que ilustra esta historia es la imagen de un final feliz. Es como empezar la narración por el desenlace para rebobinar la cinta. En ella, Earvin 'Magic' Johnson y Larry Bird se dan un abrazo fraternal. Es el fin perfecto para una rivalidad legendaria, individual y colectiva, entre dos amigos, entre dos mitos del baloncesto que se admiraron mutuamente sin disimulos. Está tomada la instantánea en el Boston Garden, un 4 de febrero de 1993. Era el día en el que los Celtics retiraban la camiseta con el número 33 de Larry Bird, estandarte del equipo en la gloriosa década de los 80. En esa celebración, el líder del máximo rival, los Lakers, estaba allí para abrazar al Pájaro, igual que el Pájaro estuvo en su sitio para abrazar la Magia de Johnson en 1991, cuando éste anunció que padecía SIDA.
Desde esta imagen detenida en el tiempo de dos hombres que se enfrentaron sin cuartel en la pista, pero que también la compartieron siendo unos críos en 1978 con una selección estadounidense de la época y en 1992 con la selección estadounidense de todas las épocas, el Dream Team de los Juegos Olímpicos de Barcelona, desde esta imagen detenida en 1993, como digo, hemos de saltar al origen de la locura y ese punto de inflexión, ese momento en el que el baloncesto cambió de rumbo nos lleva a un pabellón, el Special Events Center, a una ciudad, Salt Lake City, a un estado, Utah, y a un acontecimiento imborrable de la historia del baloncesto: la final universitaria de 1979 que enfrentó a Michigan State contra Indiana State. O lo que es lo mismo, la final histórica en la que se vieron las caras 'Magic' y Bird.
Dos representaciones de un país
Han pasado 34 años, pero la videoteca está para desempolvarla y ser feliz. Algunas felicidades son tan sencillas como darle al 'play' de una vieja cinta de vídeo o acudir al menos romántico, pero mucho más práctico, You Tube para darse un festín pantagruélico. Los viejos nostálgicos seguimos tirando de cintas viejas para algunos ritos. Y éste es uno de ellos. Aquella final, la final con mayúsculas, merece ser vista en una vieja cinta plagada de irreverencias técnicas.
Aquella Final Four de 1979 disputada en territorio mormón enfrentaba a Penn (campeón regional del Este tras ganar 64-62 a St John's), Michigan State (triunfales en el 'Mideast' tras un 80-68 a Notre Dame), Indiana State (sufridores campeones de la 'Midwest' tras un apretado 73-71 ante Arkansas) y DePaul (victoriosos en la Región Oeste tras superar 95-91 a UCLA).
Las semifinales nos dejaron un rotundo triunfo de Michigan St. ante Penn por 101-67 y un agónico éxito de Indiana St. ante DePaul por 76-74 con magistral actuación de un Larry Bird que hizo 35 puntos, 16 rebotes y 16 de 19 en el tiro de campo. La gran final soñada estaba servida: 'Magic' Johnson y Larry Bird cara a cara.
Michigan St. e Indiana St. representaban dos polos opuestos, dos realidades antagónicas de una nación. Los Spartans eran el espejo de la América negra y urbana bajo un líder negro de Michigan; los Sycamores eran el reflejo de la América blanca y rural con un jefe de piel caucásica al que apodaban 'El Paleto de French Lick' y que, por supuesto, procedía de Indiana. Nadie puede imaginar una contraposición tan potente, ni una rivalidad entre dos estrellas nacientes tan atractiva. Porque, como ha demostrado la historia del baloncesto, 'Magic' y Bird eran irrepetibles. Al fin y al cabo, hasta el imparable y genial Michael Jordan pudo ser casi clonado en la figura del impresionante Kobe Bryant, pero nadie se ha parecido pasadas más de 3 décadas a Johnson y Bird, ni en su estética de juego ni en su visión de la pista, ni en lo que representó para el mundo del baloncesto su rivalidad. Fueron dos seres distintos que siguen siéndolo con el paso del tiempo. Ni mejores, ni peores: únicos.
Una inolvidable final
Entrando ya en materia, a uno se le ponen los pelos como escarpias cuando recupera la retransmisión televisiva de la NBC, que aquel día hizo historia de la mano del baloncesto. Porque aquella final rompió moldes y todavía conserva un récord imbatible. Ser el partido de baloncesto que mayor audiencia porcentual ha tenido en la historia de Estados Unidos. Casi una cuarta parte de los telespectadores estadounidenses andaban pegados a la tele para ver la final de la NCAA. Rating del partido: 24,1. Lo nunca visto.
Mientras, el Special Events Center estaba abarrotado, 15.410 espectadores absolutamente enloquecidos. Se hicieron las presentaciones de los equipos. Los titulares de Michigan St.: Michael Brkovich, Terry Donnelly, 'Magic' Johnson, Gregory Kelser y Ronald Charles. Los iniciales de Indiana St.: Carl Nicks, Steve Reed, Brad Miley, Alex Gilbert y Larry Bird. Los Spartans vestidos de blanco con ribetes negros; los Sycamores, con su azul celeste etéreo. Larry Bird saltando como falso pívot para moverse por toda la cancha con su 33 de toda la vida a la espalda; 'Magic' Johnson, no ejerciendo de base, papel que hizo Brkovich, aunque amasando balón también con el 33 a su espalda y no con su números clásico, el 32, que luciera más tarde en la NBA. Es decir, lucha del 33 contra el 33. En las bandas como entrenadores, Jud Heathcote (Spartans) y Bill Hodges (Sycamores).
Los de Indiana llegaban a la gran final con una marca inmaculada: 33-0. Pero justo fueron a perder el partido decisivo tras salvarse por los pelos ante Arkansas en la final regional y ante DePaul en la semifinal de la Final Four. Porque el partido fue de los Spartans desde los primeros minutos.
La pista nos dejaba antes del comienzo una imagen de la época. Jugadores fibrosos, estilizados, cuyas musculaturas nada tenían que ver con las actuales. Y en la grada, puro ambiente setentero-ochentero, en esa extraña barrera entre dos décadas, muchas veces indefinida, donde estéticas variadas se amalgamaban en una extraña explosión de tendencias en la grada. Una mezcolanza que tenía su aquel.
El salto inicial fue para Michigan St. y desde el principio se vio que los protagonistas no serían otros que Johnson y Bird, dos jugadores que se movían por toda la cancha, que jugaban donde querían porque podían. Bird, un falso pívot entonces jugando por el exterior, que lo mismo reboteaba, que pasaba, que botaba, que se acercaba al poste. Johnson, un base que no ejercía aparentemente de armador, pero que amasaba el balón, pasaba como nadie, tenía una visión del juego lúcida hasta cotas increíbles y posteaba con maestría. Alrededor, secundarios, porque no les quedaba nada más que ser secundarios ante estos dos tipos.
La primera jugada de los de Indiana fue ya un ejemplo. Balón para Bird a 6 metros de la canasta (entonces no existía el triple), penetración hasta los 4 metros botando y asistencia hacia el exterior: canasta de un compañero. Muy poco después, 'Magic' atrapaba un rebote defensivo y con sus 2,05 corría como una flecha toda la pista botando para entrar a canasta con su característica pierna derecha por delante y anotar un 2+1 contra tablero. La guerra deportiva ya estaba entablada mientras el pabellón bullía. Puro éxtasis baloncestístico.
La merecida victoria de Spartans
A poco de empezar la final, Bird metía sus primeros puntos, con 2 tiros libres, y se convertía en el quinto anotador de la historia de la NCAA al sumar 2.833 puntos, superando a Otis Birdsong. Porque por aquel entonces las estadísticas ya se sobreimpresionaban en pantalla. Nada que ver con la actualidad, claro. Un escueto marcador con el resultado del partido y sin reloj alguno, algunas estadísticas genéricas de la competición, muy extrañamente del encuentro en juego, y algunas históricas. Y cuando restaban 3 minutos para el final de cada período, un cronómetro con cuenta atrás.
Ese escueto despliegue de la NBC era una notable exhibición para la época, siendo Estados Unidos el precursor de todos estos avances técnicos. Mientras los televidentes disfrutaban en sus casas, aún lo hacía más el público en la grada. Las cámaras enfocaban a Georgia Bird, la madre de Larry, con el rostro tenso. También a la familia de 'Magic'. Un clásico familiar de los partidos universitarios.
Avanzada la primera parte, la televisión hacía alarde de medios y partía la pantalla con Bird en un lado con sus estadísticas y Johnson en el otro con la suyas. La imagen partida nos dejaba actuaciones equilibradas. 'Magic' hacía su tercera falta al filo del descanso y se llegaba al intermedio con un 37-28 para Michigan St. que ya marcaba tendencia.
De hecho, en la segunda parte, los Spartans aguantaron la presión para ganar 75-64 a los hasta entonces invictos Indiana St.
'Magic Johnson' era nombrado Jugador del Partido (MOP) con 24 puntos, 7 rebotes y 5 asistencias. Le acompañaban en su equipo Greg Kelser con 19 tantos y 8 rebotes y Terry Donnelly con 15 puntos. Un equipo en el que había un suplente de enorme nivel, Jay Vincent, y en el que jugaba un jugador de origen hispano: Rob González. González, estadounidense de padres mexicanos, estuvo un suspiro en pista, lo suficiente para jugar la gran final. Era su curso de novato. En 1983 fue elegido en el draft por Detroit Pistons, pero nunca llegó a debutar en la NBA.
En los perdedores, Bird terminaría viviendo un partido difícil debido a la extrema presión de la defensa rival. Hizo 19 puntos, 13 rebotes y 5 robos, pero con un 7 de 21 en el tiro de campo, 19 puntos por debajo del 52% en el tiro que atesoraba hasta entonces. En sus 4 partidos precedentes en el Torneo de la NCAA había anotado 22, 29, 31 y 35 puntos, yendo a más según avanzaba la competición. Pero en la final no pudo seguir con ese crecimiento. No fue su mejor noche. Junto a él, Carl Nicks, autor de 17 tantos.
El principio de otro tiempo
Así acababa un curso universitario que nos dejó como All-Americans a Sidney Moncrief (Arkansas), 'Magic' Johnson (Michigan St.), David Greenwood (UCLA), Larry Bird (Indiana St.) y Mike Gminski (Duke). En una hornada que incluyó también a jugadores como Bill Cartwright, Jim Paxson, Calvin Natt o Kelly Tripucka. Y también a otros como Joe B. Carroll, Vinnie Johnson, el actual general manager de los Celtics, Danny Ainge, o el vigente entrenador de los Knicks, Mike Woodson, entre otros muchos.
Pero por encima de todos ellos estuvieron Johnson y Bird como estrellas emergentes que cambiaron el baloncesto porque ampliaron las miras mediáticas de este deporte, expandiendo primero la NCAA y luego la NBA con su fantástica batalla Lakers-Celtics que nos dejó 3 finales entre sí, la de 1984 para Boston y las de 1985 y 1987 para el equipo angelino.
Porque el 26 de marzo de 1979 se inauguró una nueva era del baloncesto, más cercana a las casas y por primera vez exportada a gran parte del planeta. Eran otros tiempos, nos llegaban las historias a cuentagotas, a través de revistas heroicas o de retransmisiones televisivas elevadas por su rareza a la categoría de mitos. Así era entonces el baloncesto, el que Johnson y Bird, Bird y Johnson hicieron visible al mundo para convertirse en lo que ahora es, un espectáculo de masas.