Esta noche, a las 9 de la noche, hora del Este de los Estados Unidos, Miami Heat y San Antonio Spurs librarán en Florida la batalla definitiva de las Finales NBA 2013. Los locales parten como favoritos tras haber salvado in extremis, en el sexto, una derrota que parecía cantada.
Tan cantada, que un buen puñado de aficionados habían ya abandonado sus asientos antes de que los Heat remontaran 5 puntos de desventaja en los últimos 20 segundos para forzar una prórroga que terminarían ganando. Algunos intentaron regresar al ver que su equipo no había sido derrotado, como suponían, pero ya no pudieron entrar en el AmericanAirlines Arena y se tuvieron que conformar con seguirlo desde fuera.
Emocionante e increíble final el que se vivió en ese sexto partido, un final que forzosamente marca también este último y definitivo. Y es que los Spurs, antes de tratar de superar a Miami, tendrán que vencer sus propios fantasmas, los que produce haber tenido el título tan cerca y haberlo dejado escapar en un final que inevitablemente habrán rememorado una y otra vez en las últimas horas.
Estados anímicos muy diferentes
Por eso, el trabajo más importante de Gregg Popovich y sus asistentes en las horas que han pasado desde el último enfrentamiento no habrá sido el estratégico ni el físico, sino el psicológico, el tratar de recuperar mentalmente a sus jugadores. Algo muy complicado, especialmente a los más jóvenes.
Es cierto que todos, jóvenes y veteranos, han pasado por estas experiencias en una u otra categoría, pero no deja de serlo también que, por muy curtido que se esté, las grandes decepciones son muy difíciles de superar en las menos de 48 horas que habrán transcurrido desde el final del sexto partido al inicio del séptimo.
Lo resumía ayer Manu Ginóbili, que se decía “devastado” tras una de las noches más negras de su carrera, con récord personal de pérdidas de balón (8) incluido. “No tengo ni idea de cómo vamos a reanimarnos, pero tenemos que hacerlo”, decía el argentino.
Mientras, en el otro banquillo, el estado anímico será muy diferente. Sólo había que ver las caras de felicidad de los jugadores de Miami tras protagonizar una remontada épica que, especialmente si ganan hoy, se recordará por muchos años. Moralmente se sienten vencedores, lógico, pero no deberán dejar que el exceso de confianza les juegue una mala pasada si quieren revalidar hoy el título logrado el año pasado.
Las estadísticas tampoco favorecen a San Antonio. Ningún equipo ha ganado a domicilio el séptimo partido de las Finales desde que lo hicieran los Bullets en 1978, derrotando a los Supersonics en Seattle. Desde entonces, Boston ante Lakers (1984), Lakers ante Detroit y Boston (1988 y 2010), Rockets ante Knicks (1994) y San Antonio frente a Detroit (2005) sentenciaron en casa en el último partido. Y Miami no quiere que esa racha se rompa.