Corría el 24 de abril de 1994. El escenario de nuestra historia: el L.A. Sports Arena. El equipo local, los Clippers, recibía a San Antonio Spurs. Había 16.005 espectadores en la grada. Todo estaba preparado para el salto inicial. Los colegiados Nolan Fine, Hue Hollins y Ed Middleton se aprestaban a dirigir un encuentro en el que sólo hubo un protagonista: el visitante David Robinson.
Aquella cita californiana nos dejaría a un Robinson con récord, récord que le llevó ‘in extremis’ al título de máximo anotador de la temporada regular 1993-1994. Aquella noche ‘The Admiral was admired’. Aquel día, ‘El Almirante’ dominó el mar.
Llegaban a la última jornada de la temporada regular Shaquille O’Neal y David Robinson en feroz lucha por el título de máximo anotador de la liga. Shaq promediaba 29,3 puntos por partido y David, 29.
En realidad, Robinson precisaba completar una brutal anotación para hacerse con el premio. Y se puso bien pronto a la faena. ¡Para empezar, anotó los primeros 18 puntos de su equipo en el partido!. La primera anotación de un compañero vino de mano de Negele Knight cuando apenas restaban 23 segundos para concluir el primer cuarto.
La ofensiva visitante percutía en la defensa local a través del poste bajo con David Robinson como permanente hilo conductor. Otros jugadores de los Spurs habían decidido dar un paso atrás para beneficiar a su compañero. Aquel equipo de San Antonio dirigido por John Lucas no tenía desperdicio. En sus filas, jugadores como el poderoso Terry Cummings, ‘El Gusano’ Dennis Rodman, el base Vinny Del Negro, Antoine Carr o el escurridizo Eric ‘Sleepy’ Floyd… Ninguno de ellos buscó la gloria, ni siquiera un mínimo protagonismo. El juego se volcaba en Robinson. Robinson era el destino de casi todos los balones.
Llegado el final del tercer cuarto, el pívot de los Spurs sumaba ya 43 puntos, pero esa cifra seguía siendo insuficiente. Entonces, su técnico, John Lucas, tomó una decisión que vestiría la noche de proeza.
Con el partido prácticamente decidido, todos pensaban que Lucas guardaría a ‘El Almirante’ en el banquillo, pero no fue así. Lejos de tomar esa decisión, Lucas se decantó por la opuesta. La consigna del entrenador antes de empezar el último cuarto resultó contundente: “Vas a jugar entero el último cuarto. Quiero que termines la temporada como máximo anotador. Y quiero, y esto os lo digo a todos, que los tiros sean suyos. No es una sugerencia. Es una orden”.
Tal premisa no cayó en saco roto y el último cuarto se convirtió en una carrera contra el reloj de carácter épico y surrealista.
En frente había un equipo que llegaba a este último partido con sólo 26 victorias, pero que tenía mimbres interesantes. Porque aquellos Clippers contaban con Ron Harper, Mark Jackson y un Dominique Wilkins que, eso sí, ya no era el pujante martillo de los Hawks. Y arrancó el cuarto cuarto en el L.A. Sports Arena.
12 minutos de locura
Llegados a este punto, el juego visitante se transformó definitivamente en un discurso monocromático, en un monólogo de Robinson originado en la renuncia de sus compañeros a anotar. Hasta entonces, los 2 contra 1 e incluso 3 contra 1 proyectados por el técnico local Bob Weiss contra Robinson no habían surtido efecto, pero en la recta final aún tendrían menos éxito. Y poco a poco la defensa local fue languideciendo, como si ya no le importara parar a un Robinson imparable.
El último cuarto fue demencial: ¡Robinson anotó 28 puntos para terminar con 71 y hacerse con el título de máximo anotador de la NBA!. Balones y más balones al ‘marine USA’ para llevarle a la gloria. Y el partido elevado, que no rebajado, a la categoría de pachanga, transformado en un espectáculo absolutamente irreal, con el público local animando a Robinson, empujándole para que lograra su gesta aunque fuera a costa de meterle puntos a su equipo. Inenarrable paradoja. Momento de locura mental transitoria de los aficionados locales. Síndrome de Estocolmo en una grada absorbida por el objetivo imposible del jugador rival.
El caso es que Robinson entró en un trance anotador difícilmente previsible. Cada canasta provocaba un aullido en la grada y un éxtasis en sus compañeros, que le animaban, que levantaban los brazos a cada cesta como si fueran puntos decisivos. Hasta Rodman, cuya relación con Robinson no era precisamente cordial, estaba viviendo la hazaña como algo propio. En la banda, había risas. Todos remaban en la misma dirección. A Robinson se le veía agotado, pero a la vez sonriente, exultante, como si una fuerza inexplicable tirara de él.
En ese marco de completa irracionalidad, ¡David Robinson anotó 7 puntos en el último minuto!. En realidad, ¡metió 7 tantos en 22 segundos!. A falta de 59 segundos rizó el rizo encestando un triple frontal. Poco después hacía un mate al contraataque. Y a 37 de la conclusión encestaba su última canasta. Rodman le cedió el balón cerca de la línea de fondo, en la derecha del ataque, a unos 5 metros de la canasta. Los Clippers hicieron un 2 contra 1 sin demasiada convicción y Robinson enchufó el tiro a media distancia. La locura… el no va más… la estrella visitante instalada en el cielo. Era su punto 71. John Lucas ordenó de inmediato su cambio. Restaban 34 segundos para el final. Y Robinson se fue fundiendo en un abrazo con sus compañeros y su técnico.
Era el cuarto jugador en la historia de la NBA que superaba la barrera de los 70 puntos tras las hazañas anteriores de Elgin Baylor, Wilt Chamberlain y David Thompson (luego sólo lo conseguiría Kobe Bryant). Suyo era el título de máximo anotador de la NBA en aquella temporada. Lo de menos, el resultado: 97-112 para Spurs. Los números de Robinson: 71 puntos, 14 rebotes, 5 asistencias y 8 pérdidas de balón, con un 26 de 41 en el tiro de campo, un 1 de 2 en el triple y un 18 de 25 en libres. Todo ello en 44 minutos de ensueño. Ninguno de los 9 compañeros que saltaron a la pista llegó a 10 puntos. Lo más, los 8 puntos con 17 rebotes de Rodman.
Shaquille O’Neal nada pudo hacer. Se enteró de la hazaña de su rival cuando los Magic de Orlando jugaban el segundo cuarto ante New Jersey Nets. Ganó Orlando y Shaq acabó aquel encuentro con 32 puntos y 22 rebotes, con Dennis Scott y Nick Anderson anotando también de forma asidua. Se le había escapado en el último suspiro el título de mejor anotador NBA.
El récord de George Gervin
Robinson había batido aquella inolvidable noche el récord de anotación de la franquicia de los Spurs, que estaba en poder del mítico George Gervin desde 1978.
Fue justo en otra jornada histórica en la que Gervin luchaba el último día por hacerse con el título de máximo anotador de la NBA en pugna con David Thompson. ¡Aquel día, Thompson metió 73 puntos y Gervin 62! (esta es una historia que habrá que contar otro día). El título fue para el jugador de San Antonio. Un Gervin que, el destino es así, asistió desde la banda a la exhibición de David Robinson porque formaba parte del equipo técnico de los Spurs en 1994.
Una vez concluido el choque, el entrenador de los Clippers, Bob Weiss se quedaba con un simple, sincero y esclarecedor “estuvo espectacular” a la hora de describir lo sucedido.
Mientras, un David Robinson pletórico, pero a la vez humilde, afirmaba: “Fue increíble”. Hablaba de su incredulidad a la par que valoraba y agradecía la labor de sus compañeros. Nada más apropiado que aquel agradecimiento. Porque sin la complicidad de sus compañeros, aquella gesta hubiera sido imposible.