La decisión de Gregg Popovich de enviar a sus principales jugadores a casa en vez de sacarlos a pista para enfrentarse a los Miami Heat ha provocado una enorme polémica en la liga y, en particular, el enfado de su comisionado, David Stern, que ha anunciado sanciones.
No parece justificada la ira de Stern y su amenaza de “sanciones sustanciales”. La decisión del técnico de los Spurs está lejos de ser “inaceptable”, como ha afirmado el comisionado, sino que tiene una lógica aplastante desde el punto de vista técnico, un área en el que la liga no debería inmiscuirse en absoluto.
Los Spurs llevan un mes de noviembre agotador, con 10 partidos fuera de casa, 6 de ellos en los 10 últimos días, y debían enfrentarse nada menos que a los campeones que, muy al contrario que ellos, llevaban descansando en casa desde el pasado sábado.
A Popovich le preocupaba el cansancio de los suyos y el hecho de que en su primer partido tras volver a casa tienen otro rival muy duro, los actuales líderes del Oeste, Memphis Grizzlies. Su razonamiento es claro: disminuir sus posibilidades ante Miami para aumentarlas ante Memphis. Es decir, maximizar sus posibilidades de ganar los 2 partidos, o al menos uno de ellos, reduciendo las enormes probabilidades de perder ambos con un conjunto desgastado por una larga gira como el suyo.
Con la televisión hemos topado
El problema de la lógica, guste o no guste, existente tras la decisión de Popovich es que el Miami-San Antonio era el gran partido de una jornada corta, como suele ser la de los jueves, y lo retransmitía la televisión nacional. Ésa y no otra, es la razón de la airada reacción de Stern, celoso guardián, como corresponde a su papel, del señor dólar representado por la televisión.
El comisionado ha pedido disculpas a los aficionados por la decisión del técnico de los Spurs, pero, tal vez, debería haber pedido disculpas por un calendario irracional del que él es el máximo responsable y que es la razón de fondo de la decisión de Popovich.
Tal vez, debería dejar de sostener el fraude a los aficionados que supone la ausencia de Tim Duncan, Manu Ginóbili y Tony Parker, porque el fraude hubiera existido por igual si las estrellas de los Spurs hubieran estado en la cancha.
Un enfrentamiento entre Miami y San Antonio en el que uno de los equipos está fresco como una lechuga y el otro agotado por una gira demencial estaba adulterado de antemano. Hubiera sido un partido engañoso, cualquiera que hubiera sido el resultado, y no el partido equilibrado entre dos de los mejores equipos de la liga que nos merecemos los aficionados. Así que, señor Stern, no nos trate de vender la moto cargando todas las culpas en la parte contraria.
Falta de lógica en el calendario
Defienden algunos que el ‘big-three’ debería haber estado en Miami, aunque fuera para jugar unos pocos minutos. O lo que es lo mismo, defienden que Popovich hubiera hecho una pantomima, un ejercicio de disimulo.
El entrenador ha sido mucho más honesto. Ha tomado una decisión técnica y ha expuesto públicamente los argumentos que la justifican. Una decisión en la que la liga no debe inmiscuirse, salvo que quiera sentar peligrosos precedentes, y unos argumentos que, lejos de enfadar a la liga, deberían haberles hecho entonar un mea culpa.
Porque se podría decir que los Spurs han tenido mala suerte con el calendario, pero es que da la casualidad de que el calendario de la NBA no es precisamente fruto del azar. Las fechas de los partidos no se extraen de un bombo, sino que son el producto de la interacción de un sin número de factores y entre ellos, de los deseos y peticiones de la propia televisión, deseosa de que en fechas señaladas haya siempre partidos atractivos.
Deporte y negocio
Nada tenemos contra esa forma de planificar, que en la mayor parte de los casos beneficia a los aficionados, aunque haya damnificados entre equipos y jugadores, especialmente entre aquellos que no lideran las audiencias televisivas. Pero tampoco deberían quejarse -ni las televisiones, ni el señor Stern en nombre de la liga- de lo ocurrido anoche, porque no es sino una consecuencia de su afán por situar el negocio por delante de lo deportivo y eso sí que es un fraude.
Así que, señor Stern, tráguese sus propias palabras y olvídese de sanciones ejemplares porque seríamos muchos los aficionados que no entenderíamos una sanción a los Spurs o a Gregg Popovich por hacer su trabajo, que no es otro que conseguir llevar a su equipo lo más lejos posible y no el subir los puntos de rating de la TNT o la ESPN un jueves por la noche.
Lo ocurrido anoche con San Antonio ocurre continuamente en otros deportes, el fútbol sin ir más lejos. Los entrenadores dan descanso a sus estrellas y nadie se rasga las vestiduras. Las temporadas son cada día más largas y agotadoras, y ahí tiene mucho que ver la avaricia de directivos y televisiones, y nadie quiere desgastar en batallas inútiles a sus mejores jugadores. Es así, debe seguir siendo así, por el bien del deporte que, al fin y al cabo, es también el bien del negocio, aunque algunos parezcan olvidarlo. Hágame caso, señor Stern, déjelo correr.