El alcalde de San Francisco, Ed Lee, el comisionado de la NBA, David Stern, y los propietarios de los Golden State Warriors, Joe Lacob y Peter Guber, han comparecido esta tarde en rueda de prensa para poner fin los rumores y confirmar el traslado de la franquicia a San Francisco.
La noticia del posible traslado de los Warriors de una orilla a otra de la bahía, cruzando el Bay Bridge, surgió hace unos días como un rumor, pero es ya una realidad, aunque aún habrá que esperar 5 años y salvar los escollos administrativos para ver al equipo de Oakland jugando en San Francisco.
La espera se debe a que para que la franquicia empiece a jugar en San Francisco es necesario primero que se construya un nuevo pabellón en la ciudad. El lugar para su emplazamiento, un viejo muelle en la orilla de la bahía que actualmente sirve de aparcamiento, ya está elegido y parece que no habrá problemas para financiar los casi 500 millones de dólares que costará la nueva instalación.
Joe Lacob ha asegurado que “la financiación está resuelta” y que será “el pabellón más espectacular del país”. Los responsables de la franquicia han querido resaltar que la financiación será enteramente privada y que, a diferencia de lo ocurrido en otras ciudades que albergan a equipos profesionales, no costará ni un solo dólar a las arcas públicas, ni exigirá la creación de impuestos especiales para sufragarlo.
La falta de costes públicos es la baza con la que juegan los Warriors para tratar de convencer a las autoridades de que cedan en todo lo demás. Los accesos, los aparcamientos y la ordenación de los transportes públicos serán un dolor de cabeza en una zona tan urbanizada como la de la bahía y en una ciudad como San Francisco, constreñida por un océano que la rodea por 3 de sus 4 puntos cardinales.
Además, el futuro pabellón de los Warriors se ubicaría muy cerca del AT&T Park, el estadio en el que juega el equipo de béisbol de los Giants, lo que aún complica más la planificación del entorno. Sólo el no de las autoridades podría evitar en última instancia el traslado, que no ha sido bien acogido en Oakland, donde algunos lo han llegado a considerar de “bofetada en la cara”.