Michael Redd debutó anoche con Phoenix Suns. El escolta de mano de seda había disputado sus 11 temporadas en la NBA con la camiseta de Milwaukee Bucks, por lo que el partido tuvo su elemento especial. Redd intenta una vez más recuperar su estrella.
Una estrella que se perdió en la temporada 2008-2009 cuando sufrió una grave lesión en la rodilla izquierda, una rodilla que no le ha dejado de atormentar desde entonces. Lo suyo es un auténtico calvario. La traducción de tanto sufrimiento: sólo pudo jugar 61 partidos de los 246 posibles en las 3 últimas temporadas regulares. Tal vez por ello, no es de extrañar que la foto de su perfil en la página oficial de la NBA sea una instantánea en la que el jugador viste traje y corbata.
El jugador, entonces en Milwaukee, regresó a las pistas en marzo de 2011 tras permanecer 14 meses en el dique seco. La temporada pasada, por lo tanto, sólo le dio tiempo a disputar 10 partidos con un promedio ridículo para él de 4,4 puntos en 13,4 minutos. Nada que ver con sus días de estrella en la NBA, días de vino y rosas en Wisconsin en los que promedió 6 temporadas seguidas 20 o más puntos, con picos de 25,4 y 26,7 en las campañas 2005-2006 y 2006-2007, llegó a ser All-Star y firmó un contrato de 90 millones de dólares por 6 temporadas. El ex de Ohio State era un tirador letal, una estrella.
Intentando levantarse
Ahora, su sitio nada tiene que ver con el que ocupara en los Bucks. En diciembre, fichó por Phoenix Suns por el salario mínimo de veterano -1,3 millones de dólares-, un sueldo a años-luz del que cobrara en la campaña anterior, la 2010-2011, que ascendió a 18,3 millones, uno de los más altos de la NBA.
Dice que su rodilla izquierda está repuesta al 100%. Habrá que verlo. Al menos, su debut con Phoenix resultó francamente esperanzador. Ante Cleveland, jugó 19 minutos y anotó 12 puntos. No está mal.
Con 32 años, aún debería estar para aportar cosas importantes a los Suns. Pero su rodilla izquierda tendrá la última palabra.