El escolta Michael Redd había jugado hasta anoche 568 encuentros de temporada regular en la NBA, pero a buen seguro que pocos fueron tan especiales como el que le enfrentó el lunes a Charlotte, un compromiso que para el resto de sus compañeros fue uno más.
No para el ex de la Universidad de Ohio State. Porque Redd llevaba 14 meses sin jugar tras haber sufrido su segunda lesión grave prácticamente consecutiva en la rodilla izquierda. Su estrella se había apagado.
El jugador estaba por primera vez en la banca al iniciarse el partido y salió muy pronto a pista debido a las circunstancias. Y es que John Salmons cometió al poco de empezar el partido dos faltas sobre Henderson en un intervalo de 7 segundos, la primera en su emparejamiento sin balón y la segunda para evitar una entrada franca del joven jugador de Charlotte. Personal innecesaria. Sólo habían transcurrido 2:06 desde el salto inicial.
Henderson lanzó su primer tiro libre y lo erró. Fue entonces cuando llegó el relevo y Redd cumplió un sueño, volver a sentirse jugador de baloncesto. Saltó a la pista al trote y se fue directamente a hablar con Brandon Jennings mientras Henderson se disponía a lanzar su segundo tiro libre. Jennings le puso en situación, le explicó su acomodo en la pista y Redd empezó a jugar.
Su primer tiro
A 7:34 del final del primer cuarto llegó su primer intento de canasta. No fue un tiro triple, ni siquiera un lanzamiento a media distancia. Fue en una jugada al poste, muy cerca del aro, de espaldas a la canasta, cuerpo a cuerpo con su defensor. Hizo un bello reverso y lanzó un medio gancho que se salió de dentro. Lástima. No importaba. Su sello de calidad ya había quedado registrado.
Redd jugó 15 minutos y no anotó. Erró sus 3 tiros (los otros 2 fueron desde el triple). Eso sí, dio 4 asistencias. Su equipo perdió por un suspiro. Pero todo eso no es más que el envoltorio de lo esencial. Anoche, en el Time Warner Cable Arena volvimos a ver en una cancha de baloncesto la zurda de seda del 22 de los Bucks.