Los números hablan por sí solos. Centrados en otras competiciones, como el fútbol americano (NFL), a los aficionados estadounidenses poco les importaba que el pasado domingo su selección nacional aspirara a ganar un Mundial de baloncesto después de una larga sequía de títulos.
La final Estados Unidos-Turquía que dio el título a los estadounidenses y reivindicó la NBA en el universo FIBA pasó completamente desapercibida en la jornada deportiva dominical.
Según los datos dados a conocer, sólo 539.000 hogares de Estados Unidos sintonizaron la televisión para ver la final que se disputó en Turquía, una cifra ciertamente ridícula que representa un rating de 0,7 en la televisión por cable.
Las primeras reacciones no se han hecho esperar. Algunos especialistas se preguntan si tiene sentido todo el gasto económico que rodea al equipo americano y también se preguntan si las empresas que patrocinan a la selección se replantearán o no su patrocinio, que tal vez tenga peso en el resto del planeta, pero no en Estados Unidos, donde sus anuncios no los ha visto prácticamente nadie.
Lo que está claro es que en este Mundial el rendimiento deportivo de la selección de Estados Unidos ha estado muy por encima de su rendimiento económico. Y también parece claro que la selección no tenía mucho tirón mediático, lo que se ha unido al clásico desinterés del ciudadano medio estadounidense en todas las competiciones que se juegan fuera de su país, salvo los Juegos Olímpicos.