Los incidentes ocurridos anoche en las gradas del American Airlines Center de Dallas deberían poner sobre aviso a la NBA sobre el problema que se les puede venir encima si no atajan ese tipo de comportamientos.
Lo sucedido en Dallas es impropio de la NBA y por ello algunos podrían caer en el error de considerarlo casi anecdótico, pero a nadie que conozca el baloncesto en otros entornos tradicionalmente mucho más pasionales, como Europa o Latinoamérica, le dejará de sonar peligrosamente familiar.
Tampoco a nadie de entre estos últimos se le antojará mera coincidencia el hecho de que tan lamentable comportamiento de una afición se produzca en la franquicia que tiene por propietario a Mark Cuban.
Porque Mark Cuban no es un propietario al uso en la NBA, habitualmente distantes de los medios y alejados de la gestión directa del equipo, que suelen delegar en manos expertas. No, Mark Cuban recuerda mucho más a los dirigentes que estamos acostumbrados a ver, por desgracia, en muchos equipos de Grecia, Yugoslavia, Italia, España o Argentina.
Un personaje al servicio de sí mismo
Populista, demagogo y con un ego que necesitaría un estado mucho más grande aún que el gigantesco Texas para poder ser contenido, a Cuban le gusta la luz de los focos, el olor de la tinta fresca, ser el centro de atención y tratar de pasar por el aficionado más aficionado de su equipo.
Pero no se engañen, a Cuban no le gusta el baloncesto, Cuban sólo se gusta a si mismo. Llamarle payaso sería un insulto para los auténticos payasos que dedican su vida a hacer reír a los demás, porque Cuban no hace ninguna gracia.
Sus declaraciones altisonantes sólo buscan satisfacer su exagerado narcisismo y obviamente las multas que le puedan imponer no le intimidan, para eso es uno de los hombres más ricos de los Estados Unidos.
Ha sido él quien ha calentado el duelo con Denver. Empezó a calentarlo allá por enero cuando, abusando de su condición de propietario, se dedicó a entablar discusiones innecesarias con los jugadores de Denver. La NBA le multó, pero 25.000 dólares para Cuban son como 5 euros de multa para cualquiera de nosotros, así que le dio igual.
Fue él también quien, poco después de empujar a un cámara que pasaba por allí, se encaró con la madre de Kenyon Martin tras el polémico final del partido de la serie, él, por tanto, quien la ha puesto, junto al resto de familiares de los jugadores de los Nuggets, en el punto de mira de los aficionados más impresentables de los Mavericks.
Un veneno para el deporte
Son dirigentes como Cuban los que hacen daño no ya al baloncesto sino al deporte en general. Los que fomentan las actitudes violentas de determinados sectores de la afición. Sus palabras y acciones no son parte del espectáculo, no le echan salsa a la liga, sólo le aportan veneno.
Sus actitudes de señor medieval, de cacique decimonónico, el profundo desprecio que demuestra hacia el 99,99% de la humanidad que no tiene su dinero cuando afirma que pagar los cheques le da derecho a comportarse como le venga en gana y con ello a humillar a quien sea necesario y su falta de escrúpulos -no parece que los tenga tampoco en sus otros negocios- a la hora de dirigir de forma personalísima y autocrática su franquicia son una lacra que ya hemos sufrido desde hace mucho tiempo y en muchos otros lugares.
Sus comportamientos de niño malcriado demuestran que, para Cuban, los Mavs son sólo un juguete grande con el que dar envidia a los otros niños.
A los Mavs no les ha hecho grandes el “señor” Cuban, a los Mavs, como a cualquier gran institución deportiva, les hacen grandes sus jugadores y su afición y les hacen grandes cuando no se comportan como algunos hicieron anoche.
Está bien alegrarte cuando tu equipo gana y entristecerte si pierde, pero no debemos olvidar que la pista de baloncesto es sólo un lugar en el que hay que tratar de disfrutar con el deporte que a uno le gusta, se gane o se pierda, y no convertirlo en un vertedero de frustraciones personales, porque los vertederos, por mucho que se intenten maquillar, son siempre sitios sucios y feos.
Por eso, la NBA estaría mucho mejor sin Mark Cuban, a quien parece gustarle ser el rey del vertedero. Que se lleve su dinero a otra parte, no lo queremos. Es lo que deberían decirle en Dallas y lo que debería decirle cualquier aficionado al baloncesto.