NY, la ciudad de la doble crisis
Knicks y Nets pasan en un mes de la rivalidad a la inestabilidad
La NBA se frotaba las manos en los días previos al inicio de la temporada 2013-2014. A la ya consabida rivalidad angelina entre Lakers y Clippers en la costa del Pacífico se unía la naciente y pujante rivalidad entre Knicks y Nets en la costa del Atlántico y el regreso de Derrick Rose a los Bulls de Chicago. Los 3 grandes mercados baloncestísticos -Los Ángeles, Nueva York y Chicago- estaban servidos. Las perspectivas eran más que halagüeñas. Se antojaban simplemente perfectas.
Sin embargo, pasado un mes de competición Derrick Rose se ha vuelto a romper, los Lakers han revelado en la pista la fragilidad que ya se intuía en los despachos al no contar con Kobe Bryant y tener una versión irreconocible de Steve Nash y Nueva York ha pasado de tener dos equipos aspirantes a todo a padecer una crisis doble inesperada y de notable calado. Es cierto que todavía estamos en el inicio, pero NY es hoy una ciudad en crisis (baloncestística). En realidad, una ciudad en doble crisis.
Lo de los Knicks y los Nets resulta bastante inexplicable, aunque existen elementos que puedan explicar parcialmente sus fracasados arranques de temporada.
Lo cierto es que se ha pasado de la fanfarronería veraniega a la depresión otoñal de forma abrupta. Lo que antes era debate y color, ahora es reflexión, introspección y blanco y negro. Bueno, más negro que blanco.
Lejos quedan las bravuconerías estivales de Paul Pierce, la guerra de declaraciones a la que se sumaron también jugadores como J.R. Smith, Raymond Felton o Reggie Evans. E incluso los propietarios de ambas franquicias, el ruso Mikhail Prokhorov y el estadounidense James Dolan. Lejos queda también aquella afirmación de Carmelo Anthony de que la rivalidad Nets-Knicks sería la mejor del baloncesto. Lejos quedan igualmente las palabras de apaciguamiento de David Stern cuando dijo aquello de que Nueva York es lo bastante grande para los dos equipos, Knicks y Nets.
Porque un mes después, la rivalidad no está en el cielo, sino en el suelo, un terreno más bien embarrado que empieza a asemejarse a un lodazal infernal. Uno va a la clasificación del Este y por más que mira arriba no ve ni a New York ni a Brooklyn. La vista tiene que bajar a los últimos puestos. Los Nets tienen un balance de 4-11 y los Knicks de 3-11. Sólo superan a Milwaukee Bucks. Están en el pozo. De eso no hay duda. El último incidente del entrenador de Brooklyn Nets, Jason Kidd, revela hasta que punto están en ese pozo y en que límite de desquiciamiento andan estas dos franquicias.
Curiosamente, la crisis de ambos equipos arrancó con toda su virulencia el mismo día, el pasado 3 de noviembre. En esa jornada, los Knicks encajaban en el Madison Square Garden un 19-40 ante Minnesota en el primer cuarto del partido y los Nets perdían nada menos que por 21 puntos en su visita a Orlando para enfrentarse a unos aparentemente frágiles Magic.
Estamos hablando, por cierto, de los dos equipos de la NBA que gastan más dinero en salarios. Los Nets son los primeros con 102,2 millones de dólares y los Knicks, los segundos con 88,1. Un dispendio que ha de traducirse sí o sí en resultados, porque si no, cunden los nervios, más aún teniendo en cuenta el sesgo de la prensa neoyorquina.
Los Knicks: el proyecto asentado que se quiebra
Los Knicks parecían tener por fin entre sus manos un proyecto asentado, lo que ya de por si se antojaba un pequeño milagro teniendo en cuenta la clase de propietario que tienen, ese James Dolan que en pleno partido anda más preocupado de coquetear con la chica de al lado que de ver cómo juega su equipo.
Lo cierto es que el dúo Mike Woodson-Carmelo Anthony, con la inestimable ayuda de J.R. Smith, llevó al equipo a un fantástico 54-28 en temporada regular y a alcanzar las semifinales del Este.
Han transcurrido unos meses. El equipo, teóricamente, se había reforzado bien en verano con la llegada de jugadores como Andrea Bargnani y Metta World Peace, pero el resultado está siendo caótico.
Para empezar, estos Knicks sólo han ganado 1 partido de los 7 que han jugado en el Madison, donde han engarzado derrota tras derrota. Para continuar, el equipo que tan equilibradamente había construido Steve Mills se desequilibró por completo al perder por lesión a Tyson Chandler, su único hombre insustituible debido al puesto que ocupa y sus especiales características. Para finalizar, Mike Woodson no encuentra ese quinteto que ciertamente dé con la tecla del éxito.
Al lesionado Chandler, se suman nombres como Iman Shumpert, J.R. Smith o Amar'e Stoudemire. Entiéndanme, ninguno de ellos está lesionado, pero... Shumpert, por ejemplo, es una sombra de sí mismo. Rodeado constantemente de rumores de marcha, su rendimiento ha caído en picado. J.R. se incorporó tarde al tener que cumplir una sanción de 5 partidos y nada tiene que ver su juego con el que maravilló a todos la pasada campaña. A Amar'e no se le puede pedir mucho más. Su físico es el que es. No puede jugar ni 25 minutos pero cobra 21,7 millones de dólares, ¡más que Carmelo Anthony!. Es un mal negocio.
Al final, el que cabía esperar que fuera el chivo expiatorio de todo este desastre, el italiano Andrea Bargnani, se ha convertido en lo más positivo de la plantilla junto a un Carmelo Anthony que no sabe muy bien de quién tirar. Porque también Raymond Felton se ha perdido algunos partidos por problemas físicos.
Tenemos delante de nuestras narices a una franquicia que está valorada en 1.100 millones de dólares y que recibe un 19-40 en el primer cuarto ante Minnesota el 3 de noviembre, 2 días después pierde ante Charlotte y en jornadas posteriores cae en casa por 31 puntos ante Spurs y 20 ante Hawks. En fin, un equipo que no sabe a qué juega y que parece haber perdido el buen tono adquirido la pasada temporada.
Los Nets: un proyecto ambicioso que no arranca
Frente al proyecto consolidado de los Knicks que parece resquebrajarse, tenemos el proyecto ambicioso de los Nets que no arranca. Porque pocos proyectos tan ambiciosos como el ideado por el multimillonario Mikhail Prokhorov, que tirando de dineral de magnate rompió el mercado NBA este verano y se quedó con todo el foco mediático.
Construyó Prokhorov una plantilla tremenda. Tan tremenda, que una estrella europea como Mirza Teletovic parecía destinada a llevar las toallas a las estrellas locales. Pero la constelación de estellas reunida en Brooklyn parece un ejército de jugadores estrellados contra una realidad que nadie imaginaba.
Quizás, el primer error de Prokhorov fue confiar un proyecto tan ambicioso a un entrenador novato. Se antepusieron los oropeles mediáticos a los criterios estrictamente técnicos y Jason Kidd fue el elegido. Todos hemos visto jugar a Jason Kidd. Una delicia su baloncesto cerebral. Por eso, muchos estábamos y estamos convencidos de que será un gran entrenador. Pero esta historia, así de primeras, parece venirle demasiado grande. No está claro que vaya a poder domar un vehículo de tantos caballos y empieza ya a ofrecer una imagen dudosa, cuyo ejemplo más claro es su bochornosa treta para parar el juego sin tener tiempo muertos. El espectáculo del accidental toque con la bebida por los suelos ante los Lakers revela el grado de tensión que acumula Kidd, que siempre pareció un jugador ejemplar, revela la enorme presión que está soportando en sus primeros pasos en el banquillo.
Por ello, tal vez, por la inexperiencia de Kidd, fue en principio un gran acierto colocarle un lugarteniente de lujo como Lawrence Frank, un asistente que en realidad es más que eso, dada su capacidad demostrada para ejercer como entrenador jefe. Pero Frank parece andar en la misma deriva que su jefe, igualmente superado por los acontecimientos.
Eso sí, sería injusto cargar a Kidd por entero con este muerto. Hay que decir que no es fácil ensamblar una plantilla tan buena pero tan diversa y que acaba de conocerse en la pista. Adaptar tanta calidad a un juego colectivo no es sencillo, por mucho que jugadores como Deron Williams, Paul Pierce, Joe Johnson, Kevin Garnett o Brook Lopez tengan un perfil estupendo para hacer equipo, porque no son especialmente egoístas, porque todos ellos saben compartir el juego. Pero es que Kidd apenas ha podido juntarlos en pista. D-Will y Lopez -el mejor con diferencia del equipo hasta la fecha- andan lesionados, al igual que Andrei Kirilenko. El rendimiento del base, elemento clave para ensamblar a todos, resulta especialmente preocupante, porque su mal físico le ha llevado a promediar 9,3 puntos y 6 asistencias. Éste no es el Deron que conocemos.
Pero la peor parte se la llevan los fichajes estrella de Celtics. Ni Paul Pierce, ni Kevin Garnett, ni Jason Terry están ofreciendo lo esperado. Ninguno de ellos alcanza ni siquiera el 40% en el tiro. Son, por ahora, más un problema que una solución. Pierce promedia 13,1 puntos con un 37,6% en el tiro; Garnett hace 6,7 tantos y 7,9 rebotes con un 36,1%; y Terry anda en un 39% y sólo 17 minutos de acción el día que juega. En fin, un muy mal inicio del trío.
En realidad, lo más positivo del equipo, hasta ahora, está siendo la recuperación real para el baloncesto de Shaun Livingston, algunos partidos de Joe Johnson y el gran rendimiento antes de lesionarse de Brook Lopez. La situación ha llegado a tal punto que los Nets han tenido que empezar a tirar de Mirza Teletovic como posible redentor desde la segunda unidad. De Reggie Evans, con crisis o sin crisis, nadie se acuerda. Al menos, garantizaba intensidad.
Con poco tiempo juntos y tantas lesiones, Kidd ya no sabe muy bien qué hacer y termina dedicado a la interpretanción en la banda, ejerciendo un teatrillo infame que le ha costado 50.000 dólares.
El equipo ha perdido por 21 puntos en Orlando, por otros 21 en Sacramento, por 30 en Minnesota... y, visto lo de los Lakers, está empezando a perder los nervios.