El miedo acalla los rumores
Bajo los efectos aún de la resaca del frenético jueves 19, que marcaba este año el fin de fiesta del mercado de traspasos en la NBA, sólo una conclusión se puede sacar del resultado final del mismo: hay miedo.
Los 7 días anteriores a la fecha límite han sido, como es tradición, un hervidero de rumores que ha ido creciendo exponencialmente a medida que se acercaban la fecha y hora límite, marcada para ayer jueves a las 3 de la tarde hora de la costa Este.
Rumores sólidos en ocasiones -basados en negociaciones que realmente han existido o en operaciones con un cierto sentido- y disparatados en otras, ya que no son pocos los medios que aprovechan estos días para especular con posibles movimientos como lo podría hacer cualquier aficionado medio en un foro de internet.
Pero ni Vince Carter, ni Amare Stoudemire, ni Tracy McGrady, ni un largo etcétera de jugadores de primer nivel cuyos nombres han circulado una y otra vez en los rumores de los últimos días van a cambiar de equipo y en algunos casos no será porque sus franquicias no lo hayan intentado con todas sus fuerzas, negociando en todos los frentes.
Sólo un movimiento en los hispanos
Tampoco lo harán algunos de los jugadores hispanos más socorridos por la rumorología como Sergio Rodríguez, hombre comodín cada vez que un traspaso mencionaba a los Blazers. El canario tendrá que seguir soportando con su mejor humor los designios a veces caprichosos de su técnico, Nate McMillan.
Quien sí se moverá será el ‘Chapu’ Nocioni, pero lo suyo venía de lejos. Al de Gálvez se le viene colocando en distintos traspasos desde primeros de julio, así que podríamos decir que lo suyo es un clásico del tanto ir el cántaro a la fuente.
Fuera de los jugadores de habla hispana, pocos jugadores reseñables han cambiado de aires y sobre todo, pocos contratos altos han cambiado de pagador. El más destacable desde el punto de vista económico ha sido probablemente el intercambio O’Neal-Marion. Digo económico, porque deportivamente hablando a nadie se le escapa a estas alturas que el tamaño de sus contratos actuales no se corresponde con su cada vez menor brillo como estrellas.
Otra vez de bruces con la crisis
Pero, ¿por qué tanta ruido para tan pocas nueces? ¿por qué ningún gran pájaro ha abandonado finalmente el nido? La respuesta no parece ser otra que la ya aburrida, por repetida, de la crisis.
Sí, señores, con la crisis hemos topado una vez más –no parece que haya forma de esquivar a tan incómoda compañera de viaje- y con el miedo de unos general managers temerosos de la inevitable contracción de la economía de la NBA, arrastrada por el desplome de lo que algunos han dado en llamar, con acierto, “economía de casino”.
Si se analizan los movimientos de última hora, se puede ver que las apuestas ambiciosas han desaparecido de la mesa. Muchos movimientos de jugadores menores para ajustar plantillas y masas salariales; equipos pequeños –veáse Memphis- haciendo caja a base de ejercer de vertedero de contratos basura de aquéllos que quieren pagar las mínimas penalizaciones a final de temporada; algún pequeño intercambio de jugadores considerados indeseables; y equipos como Chicago o Sacramento cambiando fichas con la mente puesta a 2 o 3 temporadas de la actual.
Si Carter o Stoudemire, u otros similares, no se han movido, es porque nadie estaba dispuesto a asumir grandes contratos, nadie estaba dispuesto a hipotecar sus finanzas, porque las hipotecas, como todos sabemos, no están de moda. En un mercado a la baja, nadie estaba dispuesto a ofrecer lo necesario por ellos.
El río revuelto asusta a los pescadores
La NBA maneja en estos momentos, ya lo avisamos, un descenso de los ingresos de 1 o 2 puntos porcentuales, según manifestó el propio David Stern. Se estima ahora mismo que el tope salarial va a descender de los 58,68 millones de dólares de esta temporada a 57,3 para la temporada que viene -si la cosa no va a peor- y se prevé que también descienda en la siguiente temporada..
Con el tope salarial bajando y el modelo de contratos ascendentes que mantienen la práctica totalidad de las franquicias de la liga, los grandes contratos son una trampa. Una trampa que puede poner en problemas para encontrar refuerzos en los próximos veranos a más de un equipo y de la que han huido todos los general managers, que han olido el peligro y se han dejado llevar por ese instinto tan natural que es el miedo.
Aunque tal vez sorprenda tal unanimidad en el miedo, porque los tiempos de crisis son también los tiempos de las grandes ganancias. Pero para ello hay que arriesgar, ir contracorriente, jugársela con las apuestas en contra... y sobrevivir. Es un juego de valientes en el que hay que ser inteligente para no pecar de temerario. Y parece que estos días el valor se ha tomado vacaciones en los despachos de la NBA.