Iavaroni se va de Memphis sin dejar huella alguna
Apenas 16 meses le ha durado a Marc Iavaroni su primera experiencia en la NBA. Los hay que duran menos, por supuesto, pero también los hay que dejaron un primer poso de capacidades futuras. No fue el caso de Iavaroni, que se fue de Memphis con tan poca pena como gloria. El técnico despedido deja un récord imponente: 33 victorias y 90 derrotas. Casi nada al aparato. Pero lo peor es esa sensación “punk” que le queda a sus seguidores: “No future”.
Los Grizzlies comenzaron la temporada con esperanzas de sentar las bases para algo importante. Por supuesto, nadie podía esperar que el equipo estuviera muy arriba. Si acaso, los más optimistas (que de todo hay) podían pensar en meter al equipo en “play-offs”, habida cuenta de que la Conferencia Oeste no está esta temporada tan cara como en años anteriores. Pero todo fue de mal en peor desde incluso la pretemporada.
Los 3 retos de Iavaroni
Para empezar, los Grizzlies no tuvieron suerte con la lotería del “draft” y eligieron más abajo de lo que esperaban. También les sucedió algo parecido la pasada temporada. Eligieron a Kevin Love en la quinta posición y lo enviaron inmediatamente a Minnesota (junto a Mike Miller, Brian Cardinal y Jason Collins) a cambio de O.J. Mayo. No fue mala operación, según se vio posteriormente, sobre todo por lo demostrado por el escolta en sus primeros meses de trabajo profesional.
Pero esa elección tenía dos problemas: no era la posición que los Grizzlies necesitaban reforzar perentoriamente y, en segundo lugar, Mayo era un anotador exterior y llegaba a Memphis para compartir minutos con Rudy Gay, otro jugador acostumbrado a tirarse más de 20 tiros por partido, como el “rookie”. Ahí se necesitaba la mano de un entrenador.
Al tiempo, a Iavaroni le caía del cielo Marc Gasol. Sólo los analistas más despistados de Estados Unidos (que los hay a millares) dudaban de la capacidad del pívot catalán para adaptarse a la Liga y a su nuevo equipo. El segundo reto para Iavaroni era encontrar sitio y rentabilidad para Gasol y el ínclito Darko Milicic.
Y, finalmente, a Iavaroni le quedaba un tercer reto: hacer jugar a los Grizzlies con estilo, con sello, después de la anterior temporada, tan vulgar.
Un fracaso estrepitoso
Lo cierto es que Iavaroni fracasó estrepitosamente en los tres retos anteriormente mencionados. Nunca consiguió hacer que el equipo pareciera engrasado. Por ejemplo, fue casi imposible ver un partido en el que tanto Mayo como Gay jugaran bien en la misma noche. Tampoco supo qué hacer realmente con tres pívots (tan poco complementarios entre sí) como son Gasol, Milicic y Hakim Warrick. Y, tercero, el equipo no jugó a nada. Así, era clamoroso ver cómo el equipo no tenía jugadas preparadas para hacerle llegar el balón a Gasol, que se buscaba la vida en cada partido (y eso que no fue titular en bastantes ocasiones).
Pero no sólo Iavaroni es culpable de la (eterna) crisis de los Grizzlies. Año tras año, la gestión en los despachos se supera. El plantel está pensado con todo menos con la cabeza y es increíble ver cómo año tras año los integrantes del cuerpo técnico no son capaces de encontrar un base que dirija al equipo en condiciones. En este sentido, la elección en el “draft” de 2007 (que tampoco fue para echar cohetes) se antojó como un verdadero desastre. Seleccionaron al base Mike Conley y se la pegaron. Tanto que ahora quieren traspasarle.
Entre tanto, también queda la responsabilidad de unos jugadores que tampoco debieron de poner las cosas fáciles a Iavaroni, según se sospecha por las declaraciones escuchadas en la temporada. Hasta Gasol pareció alucinado con lo que veía cuando la pasada semana declaró: “No tenemos identidad. Corremos como pollos sin cabeza”. En la NBA pasan estas cosas: un “rookie” resume mejor que nadie la situación de un equipo, aunque también es cierto que Gasol no ayudó demasiado a tranquilizar el ambiente. Realmente, cuando dijo esa memorable frase todo estaba ya muy podrido.
Y ahora, ¿qué? Pues esperar a que pase la temporada cuanto antes, intentar acertar con el entrenador, esperar un puesto alto en la lotería del próximo “draft”, buscar un buen “rookie”, tratar de colocar a tantos jugadores inservibles… Más o menos lo de siempre en los Grizzlies.