Fue protagonista en esta última jornada. DeMarcus Cousins recuperó la sonrisa tras hacer un partidazo ofensivo en la victoria de su equipo, Denver, ante Houston (116-101). Cousins fue titular ocupando la plaza de Nikola Jokic, que no jugó al estar enfermo.
El que fuera jugador estelar en la NBA volvió a tener sus habituales problemas en los movimientos defensivos, acrecentados por sus graves lesiones de Aquiles y rodilla. Eso le llevó a cargarse rápido de faltas y a ver limitados sus minutos de juego, pero los que jugó los aprovechó de un modo espectacular, acaparando números como no se le recordaba a Cousins.
El pívot sumó 31 puntos, 9 rebotes, 4 asistencias y 3 robos de balón en 24 minutos de juego, y lo hizo con porcentajes de ensueño. Series de 10 de 14 en campo, 3 de 4 en triples y 8 de 9 en libres. Partidazo en toda regla.
La vida está llena de circunstancias curiosas. El renacimiento de Cousins esta noche ha llegado ante Houston Rockets, el equipo ante el que se enfrentó aquél fatídico día de enero de 2018 que cambió su carrera.
Ese día Pelicans, su equipo, jugaba ante los Rockets y Cousins sufrió una de las lesiones más graves que pueda tener un jugador: lesión en el tendón de Aquiles. Unos días antes había firmado una actuación mostruosa al hacer ante Bulls 44 puntos, 24 rebotes y 10 asistencias, convirtiéndose en el primer jugador en hacer un 40-20-10 desde que lo consiguiera en 1972 Kareem Abdul-Jabbar.
Ese era el gran Cousins. Luego, las gravísimas lesiones que padeció lo han ido postergando a un rol muy secundario y le han obligado a encadenar pasos efímeros por muchos equipos.
Denver le ha dado esta oportunidad, la de cubrir la espalda de Nikola Jokic, y hoy, en ausencia del serbio, Cousins ha recuperado su mejor identidad ofensiva y de paso ha sonreído en la cancha.