Isaiah Thomas recibió anoche el reconocimiento que merecía por parte de los Celtics, un equipo que no tuvo un buen comportamiento con el jugador en su día, en uno de los traspasos que más dejó en evidencia la crueldad de la NBA en los despachos.
Thomas regresaba anoche al TD Garden pasado un año y medio del traspaso que le alejó de Boston para recalar en Cleveland en la llegada de Kyrie Irving a los Celtics.
Antes de ese traspaso, Thomas había ofrecido números increíbles con la elástica de Celtics, había perdido a su hermana en un trágico accidente en plena temporada y se había lesionado seriamente la cadera, una lesión que truncó su espectacular ascenso deportivo. Con esas condiciones a su espalda fue traspasado.
Anoche todo fue distinto. Thomas regresaba a Boston de la mano de Denver Nuggets. En el aspecto deportivo apenas jugó 7 minutos sin anotar, un tiempo en el que dio 2 asistencias. Su presencia testimonial en la cancha contrastó, eso sí, con su presencia emocional en la noche bostoniana.
Quedaban 7:06 para finalizar el primer cuarto cuando hubo un tiempo muerto en el que se proyectó en el videomarcador del pabellón un tributo a Thomas, un vídeo cargado de imágenes para el recuerdo que concluyó con una ovación inmensa de la grada que parecía no acabar nunca, con Thomas emocionado en la banda, cerca del llanto, y ofreciendo al final una sonrisa de verdadera satisfacción, con un sentido completo de la reparación que precisaba.
Sintió el jugador que la afición volcaba sobre él toda la pasión que él tuvo y tiene por Boston y los Celtics. Y fue muy bonito.