Humillación sin paliativos. Escarnio público. No valen las medias tintas. El jugador de Houston Rockets Sam Dekker protagonizó anoche en el Knicks-Rockets una de las jugadas más ridículas que se recuerdan.
Dekker se fue solo al contraataque y en plena carrera, y sin rivales cerca, se tropezó consigo mismo, rodó por el suelo y el balón terminó golpeándole la cara.
El rostro del jugador de regreso a su canasta era un poema. El Madison Square Garden se mofó de Dekker, sus rivales no pudieron contener la risa e incluso sus compañeros de equipo se lo tomaron a guasa.