Parece que fue ayer cuando medio mundo alucinaba con un chaval de instituto llamado LeBron James. Han pasado desde entonces muchos años. Tantos, que el bueno de LeBron ya está en los 30. Pues bien, en todo ese tiempo transcurrido James no ha hecho más que crecer como jugador y como líder.
He de reconocer que a mí LeBron no me cautivó a primera vista. Veía en él a un prodigio de la naturaleza, un físico privilegiado que podía más que el rival porque era infinitamente superior a nivel corporal, al modo en el que Wilt Chamberlain o Bill Russell abusaron en su tiempo con sus físicos.
No era, además, el jugador más elegante sobre la pista. Sobre la elegancia podrían escribir tratados Kevin Durant o Stephen Curry, por poner dos ejemplos actuales e indiscutibles, pero no LeBron. Sin embargo, he de reconocer igualmente que LeBron me ha ido conquistando poco a poco, año a año, a fuego lento. Y ese es un modo de cautivar de los más profundos y duraderos, de los más hermosos.
Lo de LeBron no tiene parangón en la historia de la NBA. Las de 2015 serán sus quintas Finales consecutivas. Nadie había obtenido un logro así salvo algunos jugadores de aquellos invencibles Celtics de Bill Russell. Pero no es lo mismo, claro, no es lo mismo conseguir un récord a partir de un equipo imbatible, todavía el mejor de todos los tiempos, que sumar 6 Finales, 5 consecutivas, a través de dos equipos y en tres etapas distintas.
No hay que olvidar que James fue finalista con los Cavs hace años, cuando el equipo, por plantilla, no tenía que haber sido finalista bajo ningún concepto. No hay que olvidar que se fue a Miami (esta vez sí con un equipo ganador) y en 4 años jugó 4 Finales y ganó 2. Y no hay que olvidar que en su primer año de regreso a Ohio vuelve a ser finalista con un equipo tremendamente potente, pero que en playoffs ha jugado sin Kevin Love y con una sombra de lo que es realmente Kyrie Irving. Sin duda, que Cleveland esté ahora mismo en las Finales es un pequeño milagro debido, en gran parte, a LeBron James, y en buena medida, también, a que Cleveland esté encuadrado en el Este.
Es esta última circunstancia, el único talón de Aquiles de la carrera de LeBron. ¿Qué hubiera sido de los equipos de LeBron encuadrados en el Oeste?. No es lo mismo ser estrella en el Este que en el Oeste, no es lo mismo llegar a unas Finales procediendo del Este que del Oeste. La brecha sigue siendo gigantesca. Pero todo esto no es más que baloncesto-ficción.
El juego de LeBron
A nivel individual, no hay duda: el crecimiento de LeBron en el juego ha sido y es constante e imparable. Porque sigue creciendo sin cesar y no parece tener techo.
Algunos dirán que LeBron ya traía de serie casi todo, pero no es así. Traía de serie gran parte de lo esencial para triunfar, pero por el camino ha ido añadiendo elementos que le han convertido en un triunfador real. Los más importantes proceden de su cabeza: su madurez mental, su modo de procesar los partidos y leer el juego. En ese campo, su salto ha sido prodigioso.
LeBron, a diferencia de otras estrellas, ya era un gran pasador de inicio. Se prodigaba en eso de doblar el balón cuando toda la defensa se enfocaba en él. En su año de novato promedió ya 5,9 pases de canasta, pero es que en su segundo ya estaba en 7,2. Ni que decir tiene el espectáculo que ha dado en el rebote y en el pase en los actuales playoffs, donde LeBron James ha llegado a promediar en las Finales de Conferencia ante Atlanta 30,3 puntos, 11 rebotes y 9,3 asistencias. El salto que ha dado en playoffs con respecto a la fase regular ha sido estratosférico.
Volviendo a su juego, no fue LeBron nunca propenso a abusar del tiro como otras estrellas. De hecho, solo ha sido una vez máximo anotador de la NBA. Su gran avance en la anotación se redujo a sus tres primeros años profesionales: 20,9 puntos, 27,2 y 31,4, marca esta última que aún es la mejor de su trayectoria NBA. Solo una vez más alcanzó los 30 de media en una temporada.
Pero a cambio es un jugador ofrece un trabajo inmejorable en otras facetas. Como bien dijo hace unas horas Bill Laimbeer, James lo mismo te puede capturar 18 rebotes, que dar 15 asistencias, que meter 50 puntos si ese día el juego lo requiere. Ese triple-doble logrado hace poco con 37 puntos, 18 rebotes y 13 asistencias lo dice todo.
Además, LeBron ha mejorado su tiro exterior con el tiempo. De hecho, el que era, quizás, su punto débil o, mejor dicho, su punto menos fuerte, el triple, ha pasado a mejor vida (aunque en esta postemporada esté muy desafortunado en ese aspecto). Porque James se ha estabilizado por encima del 35% en las cuatro últimas temporadas regulares.
Intangibles que se ven
Y luego están los intangibles, que en el caso de LeBron, a diferencia de la mayoría de los jugadores, se pueden ver a la legua. Me refiero a su intensidad física, su extrema capacidad defensiva cuando el partido lo requiere, su increíble versatilidad (puede jugar desde base hasta de pívot) y su capacidad para saber decidir. Sí, porque LeBron es, por mucho que se le haya criticado a veces, un jugador que sabe delegar en momentos importantes. Para mí, eso es una virtud, no un defecto.
Por si todo esto fuera poco, la estrella de Akron es capaz de crear un compromiso real en la plantilla consiguiendo que todos se involucren en el proyecto porque creen en su líder. Puede haber excepciones, como el caso de Kevin Love este año, pero a lo largo de su carrera sus compañeros han matado por él. Y eso vale su peso en oro si uno quiere ser una leyenda con títulos.
Puede que gane el anillo o puede que no lo gane. Pero más allá de esa alegría o esa decepción hay que decir que lo que LeBron ha conseguido con los Cavs en la postemporada, vista la situación de la plantilla, ha sido una pequeña proeza. Y LJ solo tiene 30 años. Le quedan unos cuantos de dominio de la cancha. Pueden ser muchos.
Ahora, cuando uno echa la vista atrás, no quedan más que alabanzas para la que ha sido su arriesgada trayectoria, una trayectoria en la que no han faltado duras y complejas decisiones.
Fue un acierto intentar hacer historia con el equipo de su estado natal, fue un acierto marcharse a Florida para crecer y ganar y es un acierto haber vuelto a Ohio para poner en la cancha todo lo aprendido y hacer, esta vez sí, historia con su gente, con la afición de Cleveland, que tanto le amó, que tanto le odió y que tanto le quiere a partir del perdón más lógico.