Tony Lavelli, 'rara avis' en el universo deportivo estadounidense. Un centauro, mitad jugador de baloncesto-mitad virtuoso instrumentista. Un baloncestista pegado a su acordeón. Un hombre que aún recuerdan en Yale, Boston y Nueva York. También en el entorno de los archiconocidos Harlem Globetrotters. Corrían las décadas de los 40 y los 50 del pasado siglo.
Nuestro protagonista nació en Somerville (Massachusetts) en 1926 y estudió en la prestigiosa Universidad de Yale, prestigiosa a nivel académico, que no baloncestístico. Allí, formando con los Bulldogs como alero, hizo historia. Agotó su ciclo colegial de 4 años, fue campeón en 1949 de la Ivy League y terminó siendo nombrado Jugador Universitario del Año en 1949. Finalizó su etapa universitaria convertido en el máximo anotador de la historia de la NCAA: ¡1.964 puntos para superar al mítico George Mikan, que tenía el récord en 1.870!. Promedió 22,4 puntos en su último curso. Era un anotador compulsivo.
Con esas tremendas credenciales, el músico Lavelli se convirtió poco después en el primer jugador de Yale en ser drafteado por la NBA y jugar en la liga. ¡Y fue seleccionado nada menos que en el cuarto puesto por Boston Celtics!.
Hubo algún tira y afloja a la hora de firmar con los Celtics, ¡porque el jugador se negaba a jugar si no le permitían tocar el acordeón en los descansos de los partidos!. Dicho y hecho. Boston incluyó en su contrato esa circunstancia, por la que Lavelli cobraría 125 dólares adicionales por juego.
Gran jugador, enorme músico
El 20 de noviembre de 1949 debutó en la NBA de la mano del equipo céltico. Aquellos Celtics no tenían nada de glamourosos. Alvin Julian estaba en el banquillo dirigiendo a unos chicos que apenas ganaron 22 partidos de los 68 jugados. No hubo playoffs. El equipo carecía de estrellas. El juego compartido, liderado en ataque tímidamente por Bob Kinney, no sirvió de nada.
Por eso, no es de extrañar que las malas lenguas hablaran de que la temporada de los Celtics la había salvado Lavelli en los descansos. Con las manos en su inseparable acordeón, el chico se mostró como un showman en estado puro y un virtuoso instrumentista. En aquella temporada el joven Lavelli disputó 56 encuentros de fase regular para promediar 8,8 puntos. Estuvo entre los estiletes ofensivos de un equipo inconsistente.
Pero su estancia en su estado natal iba a ser efímera, ya que en noviembre de 1950 fichó por el gran rival, New York Knicks. En ese cambio de aires pesaron a partes iguales el potencial deportivo del equipo neoyorquino y los aspectos musicales. Porque Lavelli quería seguir con sus estudios musicales y su carrera artística. Y lo mejor para ello era Nueva York y, en concreto, la Juilliard School of Music, donde prosiguió con su formación académica en el ámbito musical.
Lavelli vivía en dos mundos, pero su universo bipolar deporte-música le iba inclinando poco a poco hacia su amado acordeón.
Con los Knicks de Joe Lapchick vivió una genial temporada en lo colectivo y un pobre rendimiento en lo individual. El equipo hizo un balance de 36-30 en fase regular bajo el empuje de jugadores como Vince Boryla, Harry Gallatin -dominador de la zona- y Max Zalofsky. Y llegaron los playoffs, momento en el que los Knicks fueron creciéndose hasta llegar a las Finales de 1951, donde el equipo de la Gran Manzana se quedó a las puertas del título tras perder 4-3 ante Rochester Royals.
En lo personal, Lavelli apenas tuvo peso en la plantilla de Lapchick. Jugó 30 encuentros de temporada regular promediando 3,3 puntos y solo 2 partidos en playoffs. Su paso por los Knicks acabó ahí. Luego, formó con College All-Stars, equipo que acompañaba a los Harlem Globetrotters. Fueron 3 años de espectáculos deportivos y musicales, ya que seguía interpretando música con su acordeón en los descansos.
Un gancho para el recuerdo
El jugador de Massachusetts nos dejó un gancho para el recuerdo. Patentó un tiro lejano de gancho, una especie de bomba de la época, que le dio muchos puntos y le convirtió en un jugador letal en su etapa universitaria.
El mismo Bob Cousy, leyenda indiscutible de la NBA, aseguró en su día que jamás había visto mejor gancho que el de Lavelli.
Pero a Lavelli le pudo la música. Dijo adiós al baloncesto prematuramente y se centró en su acordeón. Como compositor e intérprete, sacó al mercado dos discos: “All-American Accordionist” y “Accordion Classics”.
En los carteles de sus conciertos se podía leer “Concert accordionist & musical entertainer”. Lavelli era conocido como “Mr. Accordion”. Nos dejó temas como “Somerville is my hometown”, dedicado a su ciudad natal. Y se le escuchó interpretar con pasión y perfecta ejecución canciones como “Mary had a little lamb” o “Musical aptitude test”.
Tres años antes de su muerte, la cadena ABC estuvo con él. Lavelli habló de su pasado e incluso interpretó un tema antes las cámaras con su vieja acordeón.
El peculiar jugador-acordeonista falleció en el estado de New Hampshire a los 71 años. Corría el año 1998. Sufrió un ataque al corazón, pero tras ello siguió en el corazón de los buenos aficionados al deporte y la música. En Yale todavía es una institución. Y en los Celtics aún le recuerdan. Su gancho lejano y su modo de tocar el acordeón son hitos imperecederos que merecen que echemos la vista atrás. Hoy, lo hemos hecho.