Michael Jordan es un icono universal unido a un número: el 23. Ese número y ese apellido, el 23 y Jordan, parecen algo indisoluble, una realidad monolítica completamente inquebrantable. Pero esa percepción no es del todo cierta. Porque hubo quebrantos en esa fructífera relación. Sí, hubo excepciones, aunque nuestra mente las elimine de un plumazo.
Cuando uno imagina a 'Air' Jordan, el 23 viene a la cabeza de forma instantánea, pero Jordan jugó a lo largo de su carrera profesional con 4 números. Sin ir más lejos, con los Bulls vistió el 23 durante casi toda su estancia en Chicago, pero también lució el 12 y el 45. Además, con la selección de Estados Unidos jugó con el 9 tanto en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles 84 como en los de Barcelona 92.
No hubo azar alguno en la elección del número 23, ni tampoco en la del 45. Nada que ver con ese dorsal 12 que sólo lució una vez con los Bulls obligado por las circunstancias. Fue en 1990 en Orlando. Antes de comenzar el Magic-Bulls, alguien cumplió su sueño, entró en el vestuario visitante y robó la camiseta de Michael Jordan. No había tiempo para nada y Jordan tuvo que vestir otra camiseta, una camiseta con el 12 a la espalda y sin nombre.
El 45 era el número de su hermano
En realidad, Michael Jordan hubiera querido jugar con el 45. Al menos, en su etapa anterior a la NBA. El 45 era el número con el que jugaba su hermano mayor, Larry. Y Jordan quiso portarlo, pero no pudo. Al principio, porque estaba ocupado. Por eso, decidió jugar con el 23, porque era la mitad del número que llevaba su hermano, una mitad redondeada al alza. Se conformaba aquel joven Jordan con ser la mitad de bueno que su hermano, en palabras del propio Michael.
Tanto en North Carolina como en Chicago Bulls su imagen quedó unida a ese 23. Hasta que se retiró en 1993 de forma prematura, con solo 30 años, en la cúspide del éxito y la fama.
Muchos no comprendieron la salida del Rey Midas del baloncesto. Quería jugar al béisbol. El primero que no lo entendió muy bien fue Hakeem Olajuwon, uno de los grandes beneficiados con la ausencia de Jordan. No en vano, sin él, Houston Rockets ganó 2 anillos consecutivos en 1994 y 1995 con Olajuwon como estrella.
Jordan no pudo jugar en un equipo de la MLB, pero sí lo hizo en una liga menor de béisbol con Birmingham Barons. Y lo hizo llevando a la espalda el número 45, la cifra deseada. Una camiseta con el 45 que, por cierto, sigue siendo la más vendida de los Barons en su historia.
La vuelta a la NBA con el 45
De hecho, una vez le entró de nuevo el gusanillo NBA, Jordan volvió a la liga en la recta final de la temporada 1994-1995 y lo hizo dejando atrás el número 23 porque había sido retirado en señal de tributo una vez abandonó el baloncesto en 1993. En ese final de campaña del año 1995 con los Bulls jugó portando el 45 en su camiseta. Fueron 17 encuentros en los que promedió 26,9 puntos, 6,9 rebotes y 5,3 asistencias. Y el equipo cayó en la segunda ronda de postemporada.
Fue el preámbulo de la vuelta al éxito, que llegó en la campaña 1995-1996, en la que consiguió su cuarto anillo pero jugando otra vez con el 23. Es decir, su relación con el 45 se circunscribió a 17 partidos. Esta temporada 1995-1996 fue la del récord. Ese 72-10 en temporada regular que ningún equipo ha hecho salvo los Bulls de Jordan.
La historia del regreso de Jordan a los Bulls es bien conocida. En su segunda etapa con el equipo de Illinois, Leroy Smith, que así se registraba Jordan en los hoteles, logró otros 3 títulos para alcanzar los 6 que consiguió en su carrera NBA. Una carrera en la que promedió 30,1 puntos, fue 5 veces MVP y en 6 ocasiones, MVP de las Finales, acaparando nada menos que alrededor de medio centenar de portadas de Sports Illustrated.
Más tarde hubo una tercera etapa, ya crepuscular, que le hizo jugar ya con los 40 encima con Washington Wizards tras regresar al baloncesto con 38 años. Anunció su reaparición apenas 2 semanas después de los atentados del 11-S, en 2001. En esta última etapa de su carrera deportiva lució, claro está, el 23. Porque aunque el 45 fue su cifra deseada desde que era un chaval, una cifra que le acompañó siempre a su manera, nunca dejó de estar a la sombra del número que lo copó todo: el 23. El número de Jordan. Un número que ya no puede ser de otro. Porque Jordan se lo quedó en propiedad para la posteridad.