Pocos regresos fueron tan emotivos. En loor de multitudes. Así se sintieron Paul Pierce y Kevin Garnett en su vuelta a Boston tras ser traspasados a Brooklyn Nets el pasado verano. Había en el ambiente una carga emotiva fuera de lo común, se sentía una comunión perfecta entre la grada y los dos ex jugadores.
Ya se vio cuando los Nets salieron a calentar, pero la respuesta del público llegó a la apoteosis con los videos de tributo a ambos jugadores y las presentaciones anteriores al salto inicial. Pero no acabó ahí la cosa, porque durante el partido cualquier oportunidad era buena para dejar a Pierce y Garnett trastocados, obnubilados, cercanos al llanto sensible.
Anoche, en Boston, lo de menos era el partido. Como jugadores rivales estaban un Pierce que vivió todas sus temporadas NBA, 15, impregnado de orgullo verde y un Garnett que fue feliz durante 6 años en los Celtics. Ambos ganaron un anillo y estuvieron a punto de ganar otro. Nadie en Boston les olvida.
Cuando Chris Broussard, de ESPN, entrevistaba en el descanso a Pierce, éste apenas podía contener su emoción. Lo hacía a duras penas. Una emoción que ambos jugadores transmitieron al finalizar el encuentro, cuando ambos consideraron este Boston-Brooklyn como el partido más emotivo y difícil de sus carreras profesionales. Nunca les había costado tanto centrarse en el juego. Parecía imposible que pudieran conseguirlo.
"Éste es el partido más duro que jugué en mi vida, más duro que ningún séptimo partido", aseguró Pierce. Y en parecidos términos se expresó Garnett, que indicó que le fue muy complicado mantenerse concentrado y sentenció: "Mientras siga vivo mi sangre será verde".