Como los personajes de Pirandello en busca de autor. Así se debieron quedar anoche 25 polacos en pleno desierto de Arizona. Y todo gracias al formidable y enmarañado tinglado de la mercadotecnia NBA. Vamos, que los polacos rumiaron su orfandad por culpa del puro business de la mejor liga del mundo.
Sucedió anoche, en el Suns-Blazers, el partido inaugural en casa para el equipo de Phoenix. La franquicia había pensado que sería buena idea repetir el sarao del año anterior y organizar en el US Airways Center La Noche Polaca. Pero en las filas de Phoenix Suns ya no había polaco alguno. Días antes de la fiesta el equipo había traspasado al rey polaco de Arizona, Marcin Gortat, a los Wizards y... ¡La fiesta polaca se quedó así sin anfitrión!. Porque los Suns tienen a un esloveno, disponen de un par de ucranianos, pero polacos, lo que se dice polacos, no queda ninguno tras la marcha de Gortat.
No sé qué se les pasaría por la cabeza anoche a los soldados del ejército polaco destacados en Afganistán, al ministro de Deportes del país, al embajador polaco en Estados Unidos o a algunos chicos del campus que organiza Gortat cuando se vieron, en calidad de invitados, en el alboroto del US Airways Center en La Noche Polaca sin Polaco. Pero a buen seguro que andarían alucinados con la kafkiana situación, aún conociéndola de antemano, ya que cumplieron con el compromiso a pesar de estar al corriente de los hechos. Alguno debió pensar, a buen seguro, cuánto más sencillo hubiera sido volar a Washington para saludar a Gortat. No digamos el embajador, que posiblemente pueda tomar café con el jugador de Wizards cualquier día en Washington si se lo propone.
Esto de hacer una fiesta en ausencia del anfitrión parece una especie de 'Escopeta Nacional' a lo yanki, pero no se crean que resulta tan inaudito. Las películas 'teenagers' estadounidenses, todo un subgénero sin fin, están llenas de fiestas caseras en ausencia de padres o incluso en ausencia de cualquier propietario del inmueble. Pero, fuera de bromas, la situación vivida en Arizona no resulta tan descabellada porque resume perfectamente el universo NBA.
Les cuento esta historia porque, como digo, resume a las mil maravillas lo que es este macronegocio deportivo llamado NBA, un enorme laboratorio reglado en el que todo se calcula minuciosamente, pero en el que todo se puede venir abajo porque a veces surgen conflictos de intereses irresolubles. Y es que el baloncesto NBA nada tiene que ver con el baloncesto FIBA. Aquí, un jugador se levanta con su contrato garantizado, se pone a desayunar en su casa californiana, recibe una llamada y le guste o no le empaquetan al otro lado de Estados Unidos rumbo a Florida si tiene la suficiente suerte para cambiar sol por sol. Y para cuando el proceso deportivo-contractual se ha llevado a cabo no queda margen ninguno para anular lo que el departamento de marketing del equipo ha organizado minuciosamente semanas antes. En este caso, la fiesta polaca sin polaco.
Este bascular entre la organización más exquisita y la inmediatez más salvaje puede causar desajustes como el sucedido en Phoenix, pero constituye uno de los encantos más extraordinarios de la NBA.