La liga lamenta estos días la prematura pérdida de uno de sus más experimentados árbitros. Greg Willard, de 54 años y con 24 temporadas de NBA a sus espaldas, falleció el pasado lunes tras no poder superar el cáncer de páncreas que le fue diagnosticado hace poco más de 9 meses.
La enfermedad que ha acabado con su vida le fue diagnosticada el pasado mes de junio, poco antes de iniciarse la final de la NBA, motivo por el que sus compañeros decidieron mostrarle todo su apoyo durante la serie final vistiendo en sus uniformes el dorsal 57 que habitualmente llevaba Willard.
Willard, que habitualmente ejercía de árbitro principal, había arbitrado en sus 24 años en la NBA 1.515 partidos de temporada regular y 134 de playoff y 3 partidos de las Finales de la NBA. Llegó a la NBA en 1988 tras curtirse como colegiado en la CBA y la NCAA, en cada una de las cuales ejerció durante 4 años.
El año pasado, Willard, nacido y residente en California y que deja mujer y 3 hijos, dirigió 51 partidos de temporada regular y 10 de playoffs, antes de que su enfermedad le obligara a dejar su tarea para someterse a tratamiento. Se puede decir que estaba en la plenitud de una carrera arbitral que se ha visto tristemente truncada.
Un oficio duro y poco reconocido
Una pérdida que será especialmente sentida en el habitualmente poco reconocido estamento arbitral, del que lo aficionados sólo suelen acordarse a la hora de criticar sus errores, pero cuya sacrificada labor es fundamental para la continuidad de la liga.
Ese sacrificio se lo recordó de forma muy sentida Julie Davis, mujer de uno de esos árbitros, a David Stern en una carta abierta remitida en 2009, con motivo de la huelga que por entonces mantenía el colectivo arbitral de la NBA. Y es que los árbitros son el colectivo que más viaja de la liga, con cerca de 70 partidos asignados sólo en temporada regular, en su práctica totalidad lejos de su localidad de residencia, y sus salarios y condiciones están muy lejos de los percibidos por jugadores, técnicos o directivos.
Es un oficio vocacional que obliga a jugarse el físico en ocasiones en las categorías más bajas y en muchos casos a sacrificar la vida personal y familiar para poder ejercerlo en los niveles más altos. A esa vocación, dedicó su vida entera Greg Willard, a quien hoy despedimos.