Sábado Santo. Víspera del Domingo de Resurrección. Brandon Roy estaba muerto, una muerte que se certificó a lágrima viva en esta misma serie ante Dallas. Pero al cuarto partido resucitó a lo grande. Los no creyentes ya tienen a un nuevo dios: Brandon Roy.
El marco era incomparable. La mejor afición de la NBA. Un Rose Garden entregado, desorbitado en sus decibelios, transido de fe, empujó como nunca a su equipo hasta llevarlo en volandas a un triunfo imposible. El milagro lo hicieron todos los jugadores en defensa, pero en ataque todo el peso de ese milagro descansó en un sólo jugador: Brandon Roy. Su tarjeta final: 18 puntos y 4 asistencias en el cuarto final con 8 de 10 en el tiro. Dallas ganaba por 23 en la recta final del tercer cuarto.
Los dos hispanos del partido no destacaron. Barea hizo 4 puntos en 19 minutos y Rudy Fernández, 2 en 16 tras fallar todos sus tiros de campo. Mientras, en Indiana, los Pacers estuvieron a punto de hundirse de nuevo en los últimos minutos, pero en esta ocasión lograron salir a flote y forzaron el quinto partido ante los Bulls.
Portland 84 Dallas 82 (2-2)
Está claro que no fue la noche texana. Si San Antonio perdía en Memphis, Dallas lo hacía en Portland. Pero fueron formas radicalmente distintas de perder. Dallas dejó escapar de sus manos una victoria segura y veremos si este regalo no deja al equipo de Carlisle tocado definitivamente en su serie con Portland.
Hay fenómenos inexplicables, que escapan a la razón por mucho que uno intente comprenderlos. Anoche, ocurrió uno. Y en pleno Sábado Santo. Hoy, Domingo de Resurrección, un muerto anda vivo por la NBA, muy vivo, y se llama Brandon Roy. Un hombre lento, sin movimientos laterales, con las rodillas hechas añicos. Un jugador que es una sombra de lo que era... y que, sin embargo, logró ante Dallas lo impensable a base de calidad y fuerza mental. Su fe movió montañas.
¡Qué bello es el baloncesto!. El mismo jugador que lloraba su desgracia en esta serie, anoche salió a hombros como un torero del Rose Garden, el coso más delirante de la NBA. Y de paso salvó el pellejo de un McMillan que había abocado a los suyos a un ridículo espantoso en los 3 primeros cuartos: 49 puntos con 14 de 49 en el tiro. Los Blazers perdían 44-67 (¡por 23 puntos!) en la recta final de ese tercer acto. Todo eran críticas. El público empezaba ya a perder la paciencia. Dallas había ganado, prácticamente.
Pero llegó Roy y lo cambió todo. El escolta local acabó con 24 puntos en 24 minutos de juego, 18 de ellos en un cuarto final en el que daba la impresión de que no podía fallar. Las metió de todos los colores: desde el triple, con los defensores encima, contra tabla, en penetración de uno contra todos... Estaba tocado por una varita mágica. El parcial del último cuarto, demoledor: 35-15 para los locales
A su alrededor, además del ensordecedor apoyo de la fanaticada local, los 18 puntos y 4 robos de Aldridge, que fue de menos a más, los 14 de Miller y el doble doble de Wallace. Porque Rudy Fernández volvió a estar flojísimo. Metió 2 puntos en 16 minutos y falló todos sus tiros de campo (0 de 5). Esta vez jugó algo más -16 minutos- porque su estancia en cancha en el cuarto final coincidió con la remontada. Menos da una piedra.
Dallas tiró el partido y buena culpa la tuvo la falta de reacción desde la banca de Carlisle. Es cierto que a los Mavericks les maltrataron los árbitros, pero también es cierto que en los 6 minutos finales Nowitzki apenas tocó una bola. El alemán, el mejor visitante con 20 puntos, no tiró ni una sola vez a cesta en esos minutos cruciales.
Marion hizo 12 puntos y 11 rebotes, Stojakovic mostró de forma puntual su excelsa calidad y Barea acabó con 4 puntos, 2 rebotes y 3 asistencias en 19 minutos.
El partido fue malo de solemnidad hasta que llegó Roy (aunque hay que alabar la defensa de ambos equipos). Hablar de las claves del partido huelga, porque Roy fue la clave. Ahora, con 2-2 en la serie y tras este episodio inexplicable, se abre un mundo de incógnitas en la eliminatoria. Hagan sus apuestas.
Indiana 89 Chicago 84 (1-3)
Indiana logró anoche un triunfo que le permite mantenerse vivo en una serie cuyo resultado podría ser muy diferente si los Pacers hubieran sabido jugar los últimos minutos de cada partido. Ayer tampoco lo hicieron bien y estuvieron a punto de perder un encuentro que habían dominado desde el inicio.
A poco más de 5 minutos de la conclusión, los locales aventajaban a los Bulls en 16 puntos (82-66), pero lo que se prometía un final tranquilo se convirtió en una nueva agonía para los aficionados de los Pacers, que vieron como el miedo a ganar hizo desaparecer la ventaja hasta el punto de que los visitantes llegaron a estar a un solo punto (85-84) con 15 segundos por jugar.
Granger aumentó a 3 esa diferencia desde el tiro libre y en la última jugada, la gran defensa de Dahntay Jones y el propio Granger sobre Rose y Deng, las dos primeras opciones de los Bulls, obligó a Carlos Boozer a jugarse el primer triple de su carrera en una fase final.
El ala-pívot, que en 569 partidos de temporada regular en la NBA sólo ha lanzado 9 veces desde el triple para anotar una, no era sin duda la mejor opción, pero no quedó otra ante la gran defensa local, y su lanzamiento, como era de esperar, no entró, lo que por fin permitió respirar a una grada que aguantaba la respiración en los últimos segundos.
Granger, 24 puntos y 10 rebotes, y Hibbert, 16 y 10, fueron los mejores locales, mientras que en los Bulls, Rose, que dio el susto de la noche al lastimarse el tobillo en el primer cuarto, estuvo muy bien defendido y sólo consiguió anotar 6 de sus 22 tiros (1 de 9 desde el triple) para terminar con 15 puntos y 10 asistencias. Noah, 21 puntos y 14 rebotes, y Boozer, 15 y 13, fueron los más destacados entre los visitantes.