A todos nos ha sorprendido la decisión inesperada, o quizás no tanto, de Jerry Sloan de abandonar el que ha sido su equipo durante los últimos 23 años, los Utah Jazz. Se marcha uno de los últimos representantes de la vieja escuela y con él se cierra una época en la franquicia.
Decimos que igual no era tan inesperada porque Sloan ya había venido avisando en los últimos tiempos a algunos periodistas, en conversaciones informales, que igual un día se levantaba y decidía que ya no entrenaba más. Pocos lo tomaron en serio, pero al final lo ha hecho.
Se ha ido porque estaba cansado, lo dijo ayer en la emotiva rueda de prensa de su despedida, pero lo que no dijo, porque Sloan es un caballero, es que de lo que está cansado es de batallar contra unos jugadores cada vez más endiosados y menos dados a atender las instrucciones de un entrenador, ni a sacrificarse en el juego colectivo, unos jugadores que pretenden jugar como ellos quieren y no como nadie les diga.
Mucho se ha hablado de su mala relación con Deron Williams, pero la cosa viene de mucho más lejos. Hace ya años que Sloan se sentía incómodo con las nuevas generaciones de jugadores, con esos chavales que llegan a la NBA sin apenas haber pisado la universidad pensando que ya lo saben todo, que interpretan el baloncesto como un juego de uno contra uno con 8 invitados y que no creen que haya que tener un respeto especial a alguien que lleva 40 años más que ellos en esto del baloncesto.
Con 68 años y una carrera envidiable a sus espaldas, habiendo ganado dinero más que suficiente para tener un retiro dorado, Sloan se ha cansado de intentar enseñar a quien no quiere aprender y ha preferido dejar esa ingrata pelea a alguien más joven, con más energía para aguantar impertinencias y egos insufribles.
De nada ha servido que los propietarios del equipo le ofrecieran traspasar a cualquier jugador que no se aviniera a sus instrucciones, incluido el propio Deron Williams. Sloan no ha querido ser una complicación para la franquicia y ha preferido irse él, consciente tal vez de que la NBA de nuestros días no es ya la suya. Se marcha un maestro, cansado de enseñar.