Día triste para la NBA tras conocerse el prematuro fallecimiento de uno de sus jugadores legendarios, Maurice Lucas. El que fuera ala-pívot del único equipo campeón que han tenido los Trail Blazers, en 1977, falleció ayer en su casa de Portland tras una larga enfermedad.
La fortaleza de la que siempre hizo gala Mo Lucas y por la que fue conocido como “The Enforcer” (“El matón”) no fue suficiente para ganar la batalla al cáncer de vejiga contra el que luchó en los 2 últimos años y que le obligó a abandonar el año pasado sus labores como asistente de Nate McMillan. Tenía 58 años.
La tristeza por la prematura pérdida de Lucas se ha dejado sentir especialmente en Portland, donde vivía con su mujer y sus 3 hijos y donde era toda una leyenda. No en vano, el que fuera su número, el 20, adorna el Rose Garden desde que fue retirado en 1988.
Una figura legendaria para los Blazers
Nacido en Pittsburgh (Pennsylvania) en 1952, Lucas, de 2,06 de estatura, se formó como jugador en la Universidad de Marquette e inició su carrera profesional en 1974 en la ABA, en cuyo All-Star participó en 1976.
Tras la absorción de la ABA por parte de la NBA, Lucas se incorporó a los Portland Trail Blazers donde vivió sus mejores momentos como profesional entre 1976 y 1980. Junto a Bill Walton, que llamaría a su hijo Luke en honor a Lucas, formó la pareja interior del equipo de los Blazers que se proclamó campeón en 1977, único título de los de Portland, en un año en el que promedió más de 20 puntos y 11 rebotes por encuentro.
En 1980 fue traspasado a los Nets y más tarde pasó por los Knicks, los Suns, los Lakers y los Supersonics -donde coincidió con el por entonces novato Nate McMillan- antes de regresar a Portland para jugar una última temporada y establecerse en la ciudad tras su retirada en 1988. Al año siguiente, colaboró con Rick Adelman en el banquillo de los Blazers, a donde regresó en 2005 como parte del equipo técnico de Nate McMillan.
Destacó por unir a unas innegables habilidades ofensivas, una tremenda capacidad defensiva y una agresividad, bien entendida, que le convertía en una auténtica pesadilla para cualquier atacante rival. Fue 4 veces All-Star en la NBA y en 1997, nombrado entre los 30 jugadores más grandes de la historia de la ABA.