Así de claro se ha mostrado el ala-pívot de los Rockets a la hora de narrar el terrorífico episodio que vivió el pasado martes y que aun le quita el sueño. El jugador fue tiroteado y, sangrando, tuvo que huir y esconderse de sus no identificados agresores para poder salvar la vida.
“El tirador estaba a menos de 10 metros de mí. Mido 2,05 y llevaba puesta una camiseta de colores vivos. No sé como pudo fallar, pero gracias a Dios así fue”, afirmaba ayer el jugador que dijo sentirse “dichoso y afortunado” de estar vivo.
Aunque el jugador, por consejo de la policía, no ha querido dar demasiados detalles sobre el ataque, que sigue bajo investigación, lo que ha narrado no deja de poner los pelos de punta.
Los atacantes golpearon su vehículo, en el que le acompañaba una mujer que no resultó herida, y cuando el jugador descendió de él, 2 hombres bajaron del otro coche y uno de ellos le disparó 2 veces sin mediar palabra. El segundo de los disparos le alcanzó en la pantorrilla izquierda.
El jugador de los Rockets está convencido de que le confundieron con otra persona. La intención homicida de los asaltantes parece clara por su relato. Landry tuvo que huir corriendo, perseguido por uno de sus agresores al que pudo dejar atrás, a pesar de las heridas, para esconderse entre una casa y una valla.
Allí se mantuvo -escondido, sangrando “como nunca en la vida” y aterrorizado, según sus propias palabras- hasta la llegada de un coche policial, avisado por los vecinos, unos 20 minutos después.
Aunque el jugador reconoce que aun siente escalofríos cuando recuerda lo sucedido y que no puede apartarlo de su cabeza, termina con un mensaje optimista: “me siento dichoso de estar aquí. La vida tiene que seguir”.