Testigos directos. De ese modo están viviendo los padres del puertorriqueño José Juan Barea el momento más exitoso de su hijo desde que juega en la NBA. Y es que los progenitores de armador boricua se encuentran en Estados Unidos, muy cerca de su hijo.
Marta y Jaime, que así se llaman los padres de JJ Barea, están disfrutando en persona de la explosión experimentada en el juego del base caribeño en los últimos partidos.
José Juan, que es el más joven de sus tres hijos, está últimamente en estado de gracia y sus padres están disfrutando de lo lindo de su viaje por Estados Unidos.
Sin ir más lejos, estuvieron, según recoge el Star-Telegram, el 28 de noviembre en L.A, donde presenciaron en el Staples Center la derrota de los Mavericks ante los Lakers, pero también el gran partido de su vástago, que terminó con 10 puntos y 9 asistencias tras superar los 20 minutos de juego.
Días después también presenciaron Marta y Jaime la gran noche de su hijo, la vivida el pasado jueves en Dallas cuando Barea se fue a los 15 puntos y 6 asistencias y en una tremenda actuación anotó el triple que dio la victoria a los Mavericks. Ese triple colmó, con total seguridad, todos los deseos de sus padres, que están viendo cómo crece en los últimos días la figura de su hijo.
Una gran racha de baloncesto
El director de juego puertorriqueño, nacido en Mayagüez hace 24 años, ha encadenado 4 partidos en los que su participación no ha bajado de los 20 minutos por noche. Y con tiempo para mostrarse, el base internacional de Puerto Rico no ha desaprovechado la ocasión para incrementar notablemente todos sus números estadísticos.
En esos 4 encuentros, Barea ha promediado 12 puntos, 6 asistencias y 2 rebotes en 25,5 minutos de juego con excelentes porcentajes: un 50% en el tiro de campo y en los triples (20 de 40 y 3 de 6) y un 83,3% en los lanzamientos de personal (5 de 6). Su eficiencia durante dichos partidos ha alcanzado los 13,75.
Unos números espectaculares para un base bajito con escasa prestancia física y con alma más de escolta que de armador, unas estadísticas envidiables para un jugador no drafteado que juega en un equipo del Oeste de campanillas, aunque no esté pasando Dallas por su mejor momento. Un rendimiento que está llevando la satisfacción, visto lo visto, no sólo a los aficionados puertorriqueños y de los Mavs, sino también a su familia, que vive su éxito muy, pero que muy de cerca.