Los Celtics ya están en la Final de la Conferencia Este, que disputarán contra Detroit Pistons. El camino para alcanzarla no ha sido, ni mucho menos, un camino de rosas. Ante Atlanta precisaron 7 encuentros para finiquitar la eliminatoria, los mismos que necesitaron ante Cleveland, pero hubo importantes matices entre una y otra serie.
Ante los Hawks el poderío como local de Boston fue incontestable; ante los Cavaliers ha resultado más bien dudoso. El partido final fue un buen ejemplo. No se decidió hasta los últimos segundos. El resultado lo dice todo (97-92). Una victoria que mantiene la racha histórica de los Celtics, que siempre que han tenido un 3-2 a favor en una serie la han terminado ganando (29 clasificaciones por ninguna eliminación).
Fue un bello partido, igualado, tenso, con un final agónico que presenciaron los espectadores del Garden en pie, olvidándose por completo de sus butacas. El griterío era ensordecedor. Y es que los Celtics se jugaban mucho. Tras dominar de forma espectacular la temporada regular (66 victorias por 16 derrotas) no entraba en sus cálculos quedar eliminados en segunda ronda. Pero pudo suceder.
Si alguien se erigió en auténtico protagonista del partido en el bando local, ése fue Paul Pierce. El alero céltico, símbolo del equipo en la última década, sentó cátedra en el preciso momento en el que había que sentarla, y con 41 puntos se adueñó del triunfo.
Fue Pierce el contrapunto perfecto de la estrella del conjunto rival, LeBron James, que cuajó una actuación impresionante, yéndose hasta los 45 puntos.
Pierce y James encandilaron a todos, se convirtieron en los motores que tiraron de sus equipos y, para bien o para mal, tomaron la responsabilidad en cada uno de los 48 minutos del encuentro.
Inicio poco prometedor
El arranque del choque no pudo ser menos prometedor. Como si de una continuación del sexto partido se tratara, el encuentro comenzó con grandes defensas, monumentales imprecisiones en ataque, guarismos rácanos y sensación de que la tensión iba a poder con el espectáculo, y que iba a ganar, por lo tanto, el menos malo, tal y como sucedió en el sexto choque, que se disputó en Cleveland. El primer cuarto concluyó 18-13, un ridículo marcador que expresa bien a las claras lo decepcionante que resultaron los primeros 12 minutos.
Sin embargo, la historia cambió radicalmente en el segundo. Dio la sensación de que ambas escuadras se pudieron quitar todo el peso que les atenazaba en el inicio del partido y, descargada la responsabilidad de las espaldas, comenzaron a jugar, algo que el público que estaba en las gradas y los espectadores que seguían el duelo por televisión agradecieron de inmediato.
El segundo acto resultó, de todos modos, atípico si se tiene en cuenta la trayectoria de la serie. El parcial del mismo (32-27) no cuadraba con lo visto en los seis encuentros anteriores ni con el juego desplegado en playoffs por ambos contendientes.
Así se llegó al descanso con 50-40 en el marcador y la sensación de que a los Celtics no se les podía escapar el triunfo, pero más por demérito del rival que por méritos propios. La gran diferencia radicaba en el modo de atacar de ambos equipos. Boston lo hacía con una circulación de balón lógica, cargada de sentido, que podía acabar bien o mal, pero que guardaba un orden interno apreciable. Mientras, el juego de Cleveland era de psiquiatra. Balones y más balones para LeBron James. Comenzara la jugara como comenzara, la posesión acababa en manos de James para que se jugara un uno contra el mundo. La suerte del equipo de Mike Brown es que anoche su estrella sí que estaba dispuesta a quemar con su calidad el estado de Massachusets.
Lo llamativo, y tal vez contradictorio, de dos discursos baloncestísticos tan dispares fue que desembocaran en resultados tan similares. Los Celtics alcanzaron el ecuador del partido con 50 puntos, más de la mitad de los cuales procedieron de Paul Pierce, que hizo al descanso 26; los Cavaliers firmaron en los dos primeros cuartos 40 tantos, más de la mitad de LeBron James, que acabó con 23.
Algo pasó en el descanso
Está claro que estas reflexiones no fueron ajenas a la cabeza de Mike Brown, que algo les debió de decir a sus hombres en el descanso en relación a su juego ofensivo. Así debió ser, porque la ofensiva de los Cavs viró de forma radical en la segunda parte desde lo personal a lo colectivo, acercándose más al concepto del juego de los de Doc Rivers, es decir, James seguiría siendo un anotador implacable, pero todos los jugadores del equipo tenían que participar en el manejo del balón.
Esa nueva forma de enfrentar el aro rival supuso un antes y un después en el partido. Y es que el tercer cuarto constituyó el primer y elemental aviso de la noche: los Cavs estaban en disposición de ganar el séptimo partido y dejar a los Celtics en la cuneta. El público del Garden, con muchas batallas a cuestas, lo supo ver y tuvo que redoblar sus esfuerzos para animar a los suyos.
El problema de Boston es que Cleveland se colocó a 3 puntos (52-49) y ya no volvió a descoserse de su rival en el marcador. Y el problema añadido era que en esas circunstancias, los locales sólo podían contar con una de sus tres estrellas. El ‘Big Three’ estaba al borde del colapso. Pierce seguía protagonizando una actuación memorable, pero Garnett y Allen no aparecían. El segundo ni estaba ni se le esperaba, ya que su participación en playoffs está resultando decepcionante. El primero aún pugnaba por salir a flote. Dominaba los tableros y anotaba cuando podía, con cuentagotas, porque Ben Wallace le estaba haciendo una defensa imponente.
Es éste, el caso de Ben Wallace, un extremo exponente de la sinrazón a la que ha llegado a veces la formación baloncestística en Estados Unidos. Se trata de un jugador excepcional en materia defensiva, pero al que los años llevarán, una vez perdida su fuerza y musculatura, al más completo anonimato. Y es que, aparte de defender, no sabe hacer absolutamente nada. De Wallace sólo se puede esperar un duro bloqueo, porque no sabe tirar (ni siquiera tiros libres), no tiene movimiento alguno en el poste y no sabe driblar –aspectos estos que le incapacitan por completo para el uno contra uno-. Por si fuera poco, no sabe botar, ni tiene visión de juego, y pasa de forma bastante primaria. Ello obliga a los Cavs a jugar en más de una ocasión un 4 contra 5 en el juego estático, porque Wallace ni mira el aro. Al menos, anoche reivindicó su figura y ahogó el juego ofensivo del gran Kevin Garnett, que acabó con 13 puntos y 13 rebotes, pero con un pobre 5 de 13 en el tiro.
Mientras, en los Cavs, LeBron empezó a sentirse acompañado. El equipo empezó a proveer de balones interiores a Ilgauskas, que no anotó un solo punto en la primera parte, y el ex de los Celtics Delonte West quiso secundar a James en la faceta ofensiva, lo que logró en buena parte al acabar el partido con 15 puntos y 5 asistencias. Pero seguía siendo ‘King’ James la piedra angular de los de Ohio, tal y como demuestran sus números finales: 45 puntos, 5 rebotes, 6 asistencias, 29 tiros lanzados –11 de ellos triples- y 14 de 19 en lanzamientos de personal. Todo ello en 47 minutos, ya que apenas descansó. Y de este modo se llegó al cuarto final con un apretado 73-68 en el luminoso, y todo por decidir.
La tensión se dispara
El último cuarto pareció no tener fin. Y es que la pasión con la que se vivió en la pista y en las gradas le hace a uno congraciarse con el baloncesto. Fue, sin duda, un gran final de serie, un bellísimo epílogo.
Porque aunque los Celtics dominaron todo el partido y no consintieron jamás que su rival se adelantara en el marcador, la atmósfera decía que cualquier cosa podía pasar. Los dos equipos siguieron a un ritmo parejo de anotación hasta el final del choque, decidiéndose todo en los últimos segundos.
Los locales hicieron un amago de romper el partido al ponerse 7 puntos arriba, pero James devolvió la igualdad al electrónico tras anotar 2 triples consecutivos (83-80 a 5:43 del final). A partir de ahí se sucedieron los sobresaltos. Fue un final largo y agotador.
En esa recta final, Doc Rivers lo tuvo claro. Desaparecieron de la cancha todos sus jugadores jóvenes y se jugó el ser o no ser del equipo con hombres con muchos años de experiencia: House, Posey, Pierce, Garnett y P.J.Brown, a los que añadió en los últimos 2 minutos al desacertado Ray Allen, que sustituyó a Posey. Los Rondo (8 puntos, 8 rebotes y 8 asistencias), Perkins o Powe se mordían mientras las uñas en la banda, viendo a sus ‘mayores’. Y la apuesta de Rivers tuvo éxito.
Mientras, en el otro lado de la cancha, Mike Brown apostaba por sus titulares salvo Wally Szczerbiak (no anotó en todo el partido), en cuyo lugar jugó los minutos decisivos Sasha Pavlovic.
En el tramo decisivo resultó crucial la intervención del experimentado P.J.Brown (10 puntos sin fallo en el tiro y 6 rebotes en 20 minutos). El pívot logró una canasta importantísima a media distancia aprovechando que la defensa rival le flotó (91-88 a 1:21 del final) y fue el defensor que evitó una canasta de James que hubiera sido vital a 25 segundos del final.
A pesar de que Pavlovic logró un triple a falta de 8 segundos, los Cavs no pudieron hacerse con el partido llevando a la línea de tiros libres a los Celtics, ya que los locales anotaron los 6 tiros libres que intentaron en los últimos 18 segundos (2 de Allen, que sólo hizo 4 puntos en todo el partido, 2 de House y 2 de la figura del partido, Paul Pierce, el primero de ellos cargado de fortuna).
Fue una victoria trabajada la de los célticos, que se basó en el dominio del rebote (anotaron 17 puntos como consecuencia de rebotes ofensivos), el acierto en los tiros libres y el mejor trato de la pelota (los Cavs robaron 3 balones y perdieron 14). Tres horas intensas llenas de emociones fuertes que llevaron finalmente a la clasificación de Boston.
Ahora le esperan los Pistons de Detroit, un equipo que aguarda descansado a romper el factor cancha de los Celtics. De hacerlo una sola vez, tal y como está el panorama, podrían dejar fuera de la Final de la NBA a estos Boston del ‘Big Three”.
Boston Celtics 97 Cleveland Cavaliers 92 (4-3) BOSTON CELTICS: Rondo (8), Allen (4), Pierce (41), Garnett (13), Perkins (8) –cinco inicial-, Posey (5), Brown (10), House (4) y Powe (4). |
CLEVELAND CAVALIERS: West (15), Szczerbiak, James (45), Wallace (3), Ilgauskas (8) –cinco inicial-, Pavlovic (7), Smith (6), Varejao (5) y Jones (3). |
Parciales: 18-13, 32-27, 23-28 y 24-24 |