Philadelphia ha tenido la virtud de despertar a la bestia dormida. La resistencia que ha demostrado a lo largo de la primera ronda en su enfrentamiento ante Detroit ha obligado a estos a sacar lo mejor de sí mismos y salir de su letargo. Anoche, en el sexto partido, disputado en el Wachovia Center de Filadelfia, los Pistons dieron una lección de baloncesto y se impusieron por 77-100 a los Sixers dejándolos en la cuneta. Detroit sumó así su cuarta victoria (4-2) y abrirá las Semifinales del Oeste ante los Magic de Orlando.
De este modo, el argentino Walter Herrmann alcanza con su equipo las Semifinales del Este, a pesar de no haber intervenido, por ahora, ni en un solo minuto de playoff. Herrmann está inscrito en la post-temporada, pero hasta la fecha ha integrado siempre la lista de inactivos, configurada por 3 jugadores.
Fue el de anoche un partido salvaje de Detroit en el que salieron a relucir sus dos mejores hombres: Chauncey Billups y Richard Hamilton. El equipo aprovechó la presión que tenía sobre sí Philadelphia -jugaba en casa y si perdía quedaba eliminado- para trazar con escuadra y cartabón sus propósitos y cumplirlos. Así lo hizo desde el salto inicial, ya que el arranque del partido resultó fundamental para comprender lo que vendría después.
Los primeros 5 minutos del encuentro resultaron demoledores para las aspiraciones del equipo de Pennsylvania, que se vio impotente ante la avalancha visitante, una avalancha que desembocó en un espectacular 2-16.
Mientras que los Pistons anotaban casi todo lo que tiraban, los Sixers quedaron atascados en ataque como si estuvieran atrapados en un lodazal.
En esos 5 minutos, Hamilton logró 9 puntos (anotó los 7 primeros puntos del partido) y aún tuvo tiempo para dar 2 asistencias. Es decir, participó en la definición de todas las jugadas de Detroit, ya que hubo dos tiros libres. Su omnipresencia cegó, solo en parte, el prodigioso trabajo defensivo del propio Hamilton y de sus compañeros, una labor que desmoronó los cimientos ofensivos de Philadelphia. El conjunto de Maurice Cheeks perdió las 3 primeras posesiones del partido y en esos 5 minutos falló los 5 lanzamientos que realizó. Los aficionados locales tuvieron que esperar casi 6 minutos para ver la primera canasta en juego de su equipo. La hizo Miller. Restaban 6:13 para terminar el cuarto.
Antes de completar ese parcial de 2-16 (cuando el resultado era 2-14), Cheeks tuvo que pedir un tiempo muerto, pero de poco sirvió. El primer cuarto siguió por el mismo sendero, encaminándose el choque hacia una cruel paliza, llegándose al final del primer acto con un espectacular 12-30.
Los 13 puntos de Richard Hamilton contrastaban en esos momentos con las estadísticas de pesadilla de su rival. Los Sixers acabaron el cuarto con 5 canastas de 18 intentos y 6 balones perdidos. Lo hicieron con la cabeza baja y ante un pabellón que empezaba a desplazarse desde la más brutal algarabía al silencio más sepulcral.
Sentadas ya las bases de la victoria, un triunfo que suponía la clasificación, los Pistons aguantaron la situación en el segundo cuarto, 12 minutos de intercambio de canastas que en nada beneficiaron al equipo local. Al descanso el resultado era 33-51.
El tirón definitivo
Tras la reanudación los de Flip Saunders se comportaron como auténticos perros de presa. Viendo la notable debilidad de su rival, que exhibía ya síntomas de estar derrotado, Detroit decidió pisar un poco más el acelerador hasta perderse de la vista de Philadelphia.
Esta vez no fue de manera abrupta, sino poco a poco, de forma silenciosa, pero muy eficaz. El partido se mantuvo en torno a una diferencia de 20 puntos, y ante la imposibilidad local de hacer disminuir esa desventaja la lógica se impuso. A falta de algo menos de 4 minutos Philadelphia bajó ligeramente los brazos y ese ligero respiro lo aprovecharon los de Saunders para abrir aún más la herida hasta desangrar a su adversario al final del cuarto (51-79). Fue a partir de un parcial de 3-11 liderado por Chauncey Billups, un parcial basado nuevamente en la gran capacidad defensiva que tienen estos Pistons, que sólo permitieron a los Sixers anotar una canasta en juego en los últimos 3:47 del cuarto.
Así se llegó a un último tiempo en el que los visitantes llegaron a superar los 30 puntos de ventaja. Un período de mero trámite en el que en la grada (sorprendentemente sólo acudieron al partido decisivo 14.130 personas) se podían ver caras de absoluta desolación. El equipo de Cheeks había llegado a su límite tras una gran temporada.
Hamilton y Billups
Los hombres de perímetro de Detroit rindieron al más alto nivel. Sobre todo sus dos máximas figuras, Richard Hamilton y Chauncey Billups. El escolta formado en la universidad de Connecticut finalizó el choque con 24 puntos y 5 asistencias y el base de Denver aportó 20 puntos y 7 asistencias. Fueron, sin duda, los mejores de su equipo, secundados por el tercer hombre exterior del quinteto titular, Tayshaun Prince, que logró 12 puntos, 7 rebotes y 4 asistencias. Entre los tres encestaron 22 tiros de campo de 31 intentos, de los cuales 4 de 7 fueron triples. Una efectividad mayúscula que no precisa de más explicaciones.
Los hombres bajos de Detroit masacraron a Philadelphia, sin que los de Saunders necesitaran que Wallace, por ejemplo, hiciera un buen partido (de hecho estuvo bastante desafortunado). Cabe destacar también el buen rendimiento desde la segunda unidad del novato Rodney Stuckey y de Amir Johnson, que llegó a los Pistons tras penar por la Liga de Desarrollo.
Mientras, en los Sixers poco que destacar. Su máximo anotador fue Iguodala con 16 puntos, pero sólo tiró 7 veces a canasta, una cifra demasiado baja para un jugador franquicia cuando su equipo se está jugando la temporada. Los otros dos hombres que superaron la decena no se cortaron tanto al tirar, pero lo hicieron mal. Andre Miller y Louie Williams lograron cada uno 11 puntos, pero con unos porcentajes muy pobres (4 de 16 el primero y 3 de 11 el segundo).
Las estadísticas no engañan
Ante semejante debacle local sólo hace falta acudir a las estadísticas para atestiguar que las diferencias entre unos y otros fueron notables, especialmente en el tiro.
Detroit terminó el partido con un tremendo 58,2% en el tiro de campo, un no menos espectacular 56,3 en los triples y un 81,3 desde la línea de persona; Philadelphia se quedó en un 33,8% en el primer apartado, un 23,1 en el segundo y un 66,7 en los tiros libres.
Con estas abismales diferencias no es de extrañar que los Pistons ganaran por paliza permitiéndose el lujo de perder 16 balones y dejar que su rival capturase 15 rebotes ofensivos. Daba igual, la competencia era inexistente y los locales, al verse superados, tampoco se emplearon con una mayor dureza o hicieron más personales. De hecho, sólo cometieron 16 faltas en todo el partido, una cifra a todas luces insuficiente cuando se está perdiendo un encuentro con esta claridad y se está al borde de la eliminación.
En definitiva, Detroit demostró, una vez más, que bajo presión es un gran equipo y que lo es aún mejor aprovechando las debilidades, especialmente psicológicas, de los rivales. La de ayer fue la séptima vez consecutiva que los Pistons pasan la primera ronda de playoffs, una regularidad apabullante en un equipo que parece no agotar su ciclo.
Philadelphia 76ers 77 Detroit Pistons 100 (2-4)PHILADELPHIA: Miller (11), Green (6), Iguodala (16), Young (7), Dalembert (8) -cinco inicial- Williams (11), Evans (3), Smith (4), Carney (5), Ollie (4) y Amundson (2). |
DETROIT: Billups (20), Hamilton (24), Prince (12), Maxiell (9), Wallace (6) -cinco inicial- Stuckey (7), Afflalo (2), McDyess (4), Ratliff, Johnson (10), Hayes (6) y Hunter. |
Parciales: 12-30, 21-21, 18-28 y 26-21. |