Tras la euforia inicial que provocó la incorporación de Pau Gasol a la franquicia californiana, el último mes de competición ha servido para demostrar que no todo iba a ser un camino de rosas para el equipo de Phil Jackson. Al finalizar la primera semana de marzo, los Lakers se habían aupado al liderazgo de la Conferencia Oeste y, observando el cómodo calendario que les restaba hasta el fin de la temporada regular, todo hacía presagiar que iban a defender su posición cómodamente. Es obvio que Pau encajó perfectamente en el juego de su nuevo equipo y significaba una inyección enorme de calidad que situaba a los Lakers como principales candidatos al título. Además facilitó que Andrew Bynum se recuperase sin precipitación y, sobre todo, hizo que Kobe Bryant volviera a sonreír.
Pero analizando las últimas semanas de competición, parece que los Lakers han confiado en exceso su suerte a su enorme talento y han tenido grandes lagunas en numerosas fases de partidos previsiblemente sencillos que les han llevado a acumular varias derrotas imprevistas que les han podido costar muy caras. Un conjunto que aspira al Campeonato no puede permitirse el lujo de perder en su propia cancha ante rivales como Charlotte o Memphis, ni caer en dos visitas a Portland ante un conjunto que ya no aspira a nada esta temporada.
Y lo peor no fue el resultado, sino la imagen ofrecida. En apenas unos días pasaron de ser favoritos para conquistar el anillo a ser un equipo vulgar que juega a pasarse el balón en ataque como en un patio de colegio y que defiende con la mirada. Su famoso "triángulo ofensivo" se transformó en un juego en el que en cada jugada los cinco atacantes se movían sin sentido, sin ayudas ni bloqueos, y se pasaban el balón hasta que cualquiera de ellos lanzaba a canasta sin una buena posición de tiro.
El colmo de este despropósito fue el partido ante los Grizzlies, en el que apostaron su suerte a los lanzamientos de tres puntos de forma alocada (tiraron 45, récord de la franquicia) y en el que, pese a los 53 puntos de Kobe, en los últimos minutos se dejó toda la responsabilidad a Sasha Vujacic que lanzó 9 triples en el último cuarto, con pésima suerte. Si además luego en defensa también se trabaja poco, el resultado es que en los últimos cinco choques de marzo todos tus rivales te meten más de 108 puntos y con semejante estadística, si tus tiros no entran, pierdes seguro.
Pero cuando iban a tocar fondo, los chicos de Phil Jackson le vieron las orejas al lobo y se conjuraron para hacer propósito de enmienda. Hace unos días incluso rondaban el sexto puesto del Oeste, lo que hubiera sido una auténtica catástrofe. Con el regreso de Gasol tras su lesión, aprovechando que el sorteo había deparado que en el fin de calendario los choques decisivos se jugasen en el Staples Center, todos se han puesto las pilas y se han concienciado de que sólo con talento, hoy en día, no se gana a nadie. Ni aunque tengas al MVP en tus filas. Y bien lo sabe Kobe, que en sus últimas campañas se había cansado de estar en un equipo del montón pese a anotar numerosas veces más de 50 puntos. Para ganar hay que defender, hay que correr y hay que tener intensidad en cada acción del partido.
Un ejemplo de lo que pueden hacer los Lakers, para bien y para mal, fue su victoria ante New Orleans el pasado viernes. Contra los Hornets había mucho en juego: el liderazgo de Conferencia. Quizá el factor cancha en la final del Oeste. O incluso el título de MVP de la Temporada Regular. Pero sobre todo, estaba en juego la credibilidad de ambos equipos.
La primera parte del choque no pudo ser mejor para los angelinos. Extraordinaria defensa colectiva sobre Chris Paul, gran ataque buscando siempre al hombre libre e incluso dominio completo en ambos aros, que provocó que mediado el segundo cuarto aventajaran 19-4 en rebotes a sus rivales. Todo ello provocó que el Staples Center viviera el choque como un ensayo real con público ante los próximos choques de playoff e incluso sirvió para que los árbitros decantasen la balanza a favor del equipo grande con sibilinas decisiones que cargaron de faltas a los hombres claves de New Orleans. Pero pese a todo es incompresible que cuando mediado el segundo cuarto vences por 30 puntos permitas que el rival renazca de sus cenizas y le des opciones de volver a meterse en el partido hasta acercarse a un punto a falta de tres minutos para el fin. Si eso se reproduce en playoffs ante rivales como San Antonio o Detroit, no te van a perdonar.
En esta temporada ha quedado demostrado que a los Lakers les cuesta un mundo mantener la intensidad todo el choque. Y además, pese a que Farmar, Vujacic, Walton y Turiaf estén llevando a cabo un gran año, quizá cuentan con un banquillo demasiado joven, inexperto y corto para afrontar la fase decisiva del año. Será un misterio ver cómo podrá encajar en su puzzle Phil Jackson a Bynum, y comprobar si en el último cuarto sacrificará a Pau Gasol o a Lamar Odom. Personalmente pienso que a Los Angeles Lakers sus lagunas le van a pasar factura en las eliminatorias a siete partidos, aunque quizá Kobe me cierre la boca anotando la última posesión sobre la bocina…
Sin duda muchas preguntas sin resolver para las cuales en las próximas semanas encontraremos respuesta.