Booker y Ayton lideran un cómodo triunfo de Phoenix sobre Lakers

Impotencia, frustración, desencanto. Pónganle el adjetivo que deseen, pero lo cierto es que Lakers es hoy por hoy un equipo ramplón y sin identidad, un galimatías que nada tiene que ver con el concepto de grupo competitivo que representan los Suns.

Ese abismo conceptual y formal se presentó con toda su crudeza en el Staples Center durante toda la segunda parte, con Phoenix dominando sin poblemas a unos Lakers entregados a la heroica de LeBron James y poco más. Fue tal el desconcierto baloncestístico de Lakers que hasta LeBron pareció dejar de confiar en sus compañeros, cargándose el equipo a la espalda (34 puntos y 13 de 19 en el tiro de campo), pero poco generoso ante el hartazgo que le debió suponer la falta de acierto de gran parte del equipo (2 asistencias de James en todo el partido).

Phoenix fue otra historia. Un equipo que defiende y que, por lo tanto, está en las antípodas de unos Lakers que se sacrifican atrás a ratos, sin continuidad, sin la coordinación necesaria y sin el empuje primario que requiere una buena defensa. Una escuadra, Suns, pertrechada de piezas que aportan, con 7 jugadores en dobles dígitos anotadores.

Los de Monty Williams vencieron con comodidad 90-108 para ponerse 25-5, mejor marca de la NBA esta temporada y segundo mejor comienzo en la historia de la franquicia con 30 partidos disputados.

Devin Booker va dejando atrás la lesión que le apartó de algunos partidos. Hoy, él y Deandre Ayton han sido los jugadores que han llevado el peso del equipo. Booker ha terminado con 24 puntos, 9 rebotes, 7 asistencias y 6 triples (el mejor visitante); Ayton con 19 puntos, 11 rebotes y 9 de 11 en el tiro de campo.

Mikal Bridges no ha estado fino en el tiro, pero ha sido esencial con sus 14 puntos y su elevado compromiso defensivo, Cam Johnson ha sumado 14 puntos y 8 rebotes, Chris Paul ha finalizado con 11 tantos y 9 asistencias y JaVale McGee ha aportado un doble-doble jugando solo 16 minutos. Cualquier hombre alto medianamente cualificado puede ahora mismo herir de muerte a estos Lakers.

Más competitiva la segunda unidad de Suns que la de Lakers, con el equipo angelino mostrando un nulo poder asociativo en el ataque -solo 14 asistencias- y ofreciendo un desastroso último cuarto como fin de fiesta para sufrir su tercera derrota consecutiva que supone la cuarta victoria seguida de Phoenix.

Además de LeBron, Lakers ha tenido a Russell Westbrook con 22 puntos, 10 rebotes, 5 asistencias y 7 pérdidas de balón y a Trevor Ariza con 12 puntos en 21 mnutos tras meter 3 triples sin fallo.

En la cámara de los horrores 3 jugadores: Carmelo Anthony, Talen Horton-Tucker e Isaiah Thomas. El primero se ha autoexpulsado en el tercer cuarto; el segundo ha ofrecido un rendimiento tétrico en su regreso de los protocolos Covid; y el tercero ha firmado una actuación para olvidar. ¡Entre Horton-Tucker y Thomas... 2 de 24 en el tiro de campo y 0 de 14 desde el triple! Un doble lastre para Lakers de unas dimensiones gigantescas.

La primera parte ya ha evidenciado la facilidad con la que Phoenix se reintegraba al partido cada vez que perdía pie. En el primer cuarto empezó perdiendo 16-6 para firmar acto seguido un 2-15. En el segundo cuarto Lakers se puso 38-30 para encajar de inmediato un 6-18. El patrón se repetía y el partido llegaba al descanso 52-54.

Después, la dura realidad para Lakers. Superioridad de Phoenix, que terminó ganando 73-85 un tercer cuarto en el que Lakers perdió a Carmelo por expulsión y pudo perder a LeBron por lesión cuando se dañó en una jugada el tobillo izquierdo. Siguió jugando.

Pero lo peor para los locales llegó en el último cuarto, que fue cuando se le vieron todas las costuras al equipo de Vogel, otra vez ausente por Covid-19. Los Lakers perdieron 7 balones en el último cuarto a partir de un juego incomprensible por momentos y metieron 17 puntos en los últimos 12 minutos, con 6 de 18 en el tiro de campo y 1 de 9 desde el triple. Una imagen final paupérrima.

Phoenix llegó a tener una máxima ventaja de 22 puntos sin necesidad de forzar la máquina ante unos Lakers resignados a su estado actual, que es un estado mucho peor de lo que refleja el 16-16 de la clasificación.