Andrea Bargnani: 'Il Mago' en busca de truco
El italiano afronta una temporada decisiva
Pasa el tiempo. Nadie lo diría, pero el italiano Andrea Bargnani lleva ya 7 temporadas en la NBA. Ya no es un niño. Con 27 años debería emprender su camino de madurez, debería estar como un saltador de esquí en ese momento en el que el impulso final te lleva a la gloria o te catapulta al desastre.
El internacional transalpino sigue en modo ‘stand by’. Es cierto que en sus años NBA su caminar ha solido ser ascendente. Un ascenso que tocó techo, por ahora, en la temporada 2010-2011 cuando promedió 21,4 puntos por juego. Pero ni siquiera ese año el mago regaló el truco esperado.
Ser número 1 del draft puede ser una trampa más que un truco. Al menos lo fue, por unos motivos u otros, para jugadores como Andrew Bogut y ,en mayor medida, Greg Oden, lastrados por el físico. También, por ahora, para John Wall o Kyrie Irving, a los que todavía se les espera (están a tiempo). Pero en la última década, también fueron números 1 del draft jugadores que vivieron desde el principio en modo estelar: LeBron James, Dwight Howard, Derrick Rose o Blake Griffin. No es el caso de Bargnani.
Aquel draft de 2006 fue un tanto bizarro. Demasiados robos. Es cierto que LaMarcus Aldridge fue segundo, pero es que ¡Brandon Roy fue sexto, Rudy Gay acabó octavo y Rajon Rondo vigésimo primero!. Pero aún hay más: Kyle Lowry (24) o Paul Millsap (47). Mientras, elegidos entre los 15 primeros, jugadores como Adam Morrison, Tyrus Thomas, Shelden Williams, Patrick O’Bryant, Saer Sene o Hilton Armstrong. El tiempo ha hecho mucho daño a aquella camada, a aquel draft herido de muerte por la retrospectiva.
Por eso, parece claro que Bargnani no ha supuesto un fiasco, pero tampoco una recompensa para Toronto. Se ha quedado en eso que se define como ‘ni chicha ni limoná’. Un punto vago en el infinito sideral. Una estrella a medio gas. Un pudo ser, un no está mal, un buen jugador.
Toronto y Andrea
Para los Raptors, Bargnani ha sido, se quiera o no, una apuesta fallida. Porque ni ha liderado con carácter un proyecto deportivo, ni ha provocado un efecto retorno en lo económico y en lo mediático. Una realidad dura para una franquicia que está fuera de los mercados grandes. Tan lejos de ellos, que anda más allá de Estados Unidos.
El problema con el transalpino no ha sido la calidad, que la tiene a raudales. El problema ha radicado en el corazón, en el ímpetu, en la ambición. Bargnani es un 2,13 que ni es pívot, ni es, si me apuran, ala-pívot. Bargnani es un 7 pies con la mente de un alero. Bargnani es Dirk Nowitzki sin corazón. O lo que es lo mismo, es Nowitzki sin carácter ganador, sin desmedida fiebre por el foco, sin aplomo triunfal. Y eso es grave si te han escogido como número 1 de un draft. Si no, que se lo digan a Sam Mitchell, Jay Triano o Dwane Casey.
Al jugador romano, esa falta de liderazgo se le perdonó a la sombra de Chris Bosh, pero una vez huido el texano a la Florida, se desnudó de forma cruel la carencia del italiano.
Pero lo peor puede llegar ahora. Comienza la campaña 2012-2013 y en los primeros partidos parece que el dúo exterior Kyle Lowry-DeMar DeRozan come espacio al transalpino. Y esperen a que llegue en su versión feliz el lituano, ese Jonas Valanciunas colmado de talento. A ver qué es capaz de hacer y cómo es su relación en pista con Bargnani.
En el momento de escribir estas líneas, ‘Il Mago’ promedia en 4 encuentros 13,8 puntos con un 33,3% en el tiro de campo. Ramplón comienzo para un jugador que por distintos motivos encalló el año pasado. Si bien es demasiado pronto para sacar conclusiones.
Y es que, como ya mencioné antes, 2010-2011 fue la temporada en la que la progresión del ex de Benetton de Treviso pareció coronarse: 21,4 tantos por encuentro. Pero incluso entonces, no convenció. Su eficiencia apenas se quedó en un 16,6, impropia de un jugador franquicia. Con 2,13 apenas capturó 5,2 rebotes y apenas dio 1,8 asistencias. Es decir, un líder sin tenacidad y sin capacidad para compartir su talento con el fin de hacer mejores a los demás. Un lastre a la hora de ascender.
Si a eso le añadimos su escaso compromiso defensivo y su nulo dominio de los entresijos del liderazgo, esos que te hacen pegar un grito o dar una palmadita en la cancha para hacer equipo y fortalecer galones… Esas cualidades para liderar en pista que le sobran, por ejemplo, a su compañero José Manuel Calderón, carente del megatalento de Bargnani, pero conocedor de todas las cualidades y defectos de sus compañeros para saber exprimir al grupo.
Tampoco en Italia
El hecho parece más grave cuando se ha puesto de manifiesto que Bargnani tampoco ha sido capaz de liderar a la selección italiana, un equipo con jugadores de talento que ha vagado un año sí y otro también por el concierto internacional con más pena que gloria para desesperación de la afición azzurra.
Parece claro que el talento no basta. ‘Il Mago’ lo tiene. Su lanzamiento exterior desde la suspensión de sus 2,13 y sus movimientos en pista delatan a un potencial número 1. Potencial que se puede quedar en eso. Porque a sus 27 años y con ya casi 400 encuentros de la NBA a sus espaldas se está quedando sin tiempo.
Sin duda, para Bargnani este año es importante. Aunque, tal vez sea un año más, un buen año sin caída al infierno, pero sin ascenso a los cielos. Otro año en el limbo del conformismo. Otro año Bargnani.