JORNADA NBA / Playoffs 2008 - Final NBA
Los Celtics se colocan a un paso del título tras remontar 24 puntos en el Staples Center
Pierce, Allen y Posey lideran una histórica victoria en la que tuvo mucho que ver el trabajo táctico de Rivers
Sólo Gasol y Odom cumplieron en los locales, que sufrieron la peor versión de Bryant y los suplentes
No hay palabras. Lo sucedido en la plácida tarde californiana del 12 de junio de 2008 apenas tiene precedentes en la historia de la NBA. Los Celtics ganaron a los Lakers (91-97) y se colocaron a un paso de ganar el título (3-1) tras remontar 24 puntos de desventaja.
Si hasta este momento la eliminatoria final había ido adquiriendo tintes extraños, su naturaleza bizarra alcanzó en el cuarto partido su máxima expresión. Pocas veces una segura humillación cambia de bando de forma tan repentina. Los angelinos no solo se han situado al borde del desastre, sino que lo han hecho resquebrajándose como equipo, fracturándose en mil añicos desde el punto de vista mental y sufriendo una herida que, de no mediar un milagro, será muy difícil que cicatrice con rapidez.
Y eso que el inicio no pudo ser más indicativo de lo que se presumía una jornada feliz para los de Phil Jackson. A los pocos segundos de iniciarse el choque Lamar Odom, el jugador más infeliz de la final, tomó contacto por primera vez con el balón y se fue directo a canasta con una decisión desbordante para firmar el 2-0. A partir de esa primera canasta los Lakers fueron un torbellino de juego, puro showtime, una bocanada de aire fresco para la final.
El resultado no pudo ser más convincente: los locales ganaron el primer cuarto 35-14 con Odom constituído en estrella imparable –13 puntos y 5 rebotes en el primer cuarto-. Amparados en un bellísimo juego colectivo y sin necesidad de Bryant (no anotó ni una sola canasta en juego en el cuarto), los angelinos arrasaron. Nadie podía esperar lo que vendría más tarde.
Un equipo contra un jarrón hecho añicos
Antes de repasar el partido se han de extraer ya conclusiones serias con respecto a la serie final. Boston domina 3-1 porque ha demostrado hasta la fecha ser mucho mejor equipo que los Lakers y porque ha contado con una batería de propuestas desde el banquillo mucho más rica que la de su rival. Y es que hasta la fecha el baño que le está dando el entrenador de los Celtics, Doc Rivers, a su homólogo de los Lakers, el laureado Phil Jackson, está siendo de los que dejan huella.
Si en la prensa angelina se buscaba responsabilizar de la situación a jugadores como Odom o Gasol tras el tercer encuentro, a partir de hoy los nombres han de cambiar obligadamente. Odom (19 puntos 10 rebotes y 4 asistencias) y Gasol (17 puntos y 10 rebotes) fueron los mejores de su equipo aunque fueran de más a menos, y los villanos tendrán que tener ahora nombres aún más ilustres: Phil Jackson y, en menor medida, Kobe Bryant, que acabó con 17 puntos y una serie horripilante de 6 de 19, si bien repartió 10 asistencias y robó 4 balones. A esas dos excelsas figuras hay que añadir, sin embargo, la esencia del desastre laker, sus suplentes. Unos suplentes en los que sólo destacó el hispano Trevor Ariza, que completó un gran partido al anotar 6 puntos y capturar 5 rebotes en 9 minutos.
La segunda unidad de los angelinos ha palidecido ante el brillo adquirido por la de los bostonianos, que ayer volvió a dar un ejemplo de enorme calidad en los momentos clave liderada por un tremendo James Posey (18 puntos y autor de canastas imprescindibles para la victoria) y Eddie House (11 puntos y director de juego obligado ante las carencias físicas de Rondo y Cassell).
Porque no hay que olvidar que Boston remontó 24 puntos con dos de sus titulares lesionados, eso sí, los dos menos importantes. La baja de Perkins, al que se le salió el hombro al inicio del tecer cuarto, y la de Rondo, que jugó capidisminuido por su esguince de tobillo, debía haber marcado la rendición de los visitantes, pero muy al contrario marcó su despegue.
Rivers se come a Jackson
Fue precisamente cuando Perkins cometió su cuarta personal y a la par se lesionó para no volver (al poco de arrancar el tercer cuarto) cuando se produjo un momento de inflexión insospechado en el partido, y ese momento vino de la mano del banquillo de los Celtics, a partir de una decisión táctica.
Boston perdía claramente, pero su entrenador convirtió la necesidad en virtud, y lo que parecía el final del equipo se transformó en el comienzo de una nueva vida. Doc Rivers apostó por un equipo de 4 hombres bajos y 1 interior, con Posey como falso 4. El resultado de ese movimiento táctico fue demoledor ya que frenó en seco la producción de Odom, lo que demostró la importancia de este jugador dentro del engranaje ofensivo californiano. Con Odom anulado, la fluidez en ataque de los Lakers se vino abajo.
Desde el otro banquillo el ‘Maestro Zen’ no supo dar una adecuada respuesta a la audaz propuesta de su rival. Se trató de la constatación de algo que se venía intuyendo a lo largo de la serie: Rivers estaba superando con creces tácticamente a Jackson.
Que este movimiento táctico fue demoledor para el transcurso del partido y de la final en su conjunto es un hecho indudable. Los Lakers se fueron al descanso con 18 puntos de ventaja (58-40 tras un inverosímil triple sobre la bocina de Farmar). Llegado el ecuador del tercer cuarto esa ventaja no había disminuido: 70-50 a 6:04 del final del tercer acto. Ahí fue donde encalló la nave laker, que empezó a tener una pequeña vía de agua que poco a poco se fue agrandando hasta hacerse boquete y arrastrar a todos sus ocupantes al fondo del mar.
En los 6 minutos finales del tercer cuarto el parcial para Boston fue de ¡3-21!. La excelsa defensa de los Lakers se convirtió de repente en una alfombra roja tendida a los Celtics para su lucimiento ofensivo y la hasta entonces defensa más que deficiente de los Celtics apretó una a una sus tuercas hasta edificar una fortaleza inexpugnable.
Sólo Gasol anotó en esos 6 minutos (1 canasta de campo y 1 tiro libre). Su equipo anotó 1 canasta de 10 intentos, y fue a través de un mate. Mientras, Pierce, Allen y Posey sembraban el pánico en las gradas. Allen acabó el partido con 19 puntos y 9 rebotes y Pierce con 20 puntos y 7 asistencias. Ambos resultaron, además, fundamentales a nivel defensivo.
Sudor frío en la grada
Esa impresión de que los Lakers empezaban a ser vulnerables se trasladó de forma aún elegante a la grada cuando Ray Allen anotó una preciosa canasta a aro pasado para conseguir que su equipo bajara por fin de la desventaja de 10 puntos (73-64) y se modeló en su forma más grosera cuando el baño de juego de los visitantes culminó con un mate de Brown que dejó el resultado en 73-71 al final del cuarto.
Los Celtics no tenían a Perkins, Rondo apenas podía rendir por su lesión y la estrella emergente del partido, Posey, había cometido su quinta personal. El bueno de Rivers se permitió incluso hacer debutar en la serie a Tony Allen dados los problemas de Posey. Y así comenzó el último cuarto.
Ese último cuarto resultó espeluznante para los locales. En un escenario propio de la peor de las pesadillas el conjunto local se fue descomponiendo ante la histeria silenciosa de su afición, que empezó a temerse lo peor.
Pierce y Allen estaban desatados, pero un dato llenaba de esperanza al equipo californiano. Los visitantes empataron varias veces el partido y fueron incapaces de ponerse por delante. Tuvieron varias oportunidades para hacerlo, pero siempre fallaron el ataque que les hubiera puesto por delante en el luminoso. Una cuestión psicológica que amenazaba con echar por tierra su fantástica remontada.
Boston se adelanta en el marcador
Así transcurrió el cuarto, con los dos equipos en la cuerda floja, hasta que a 4:08 del final llegó el momento que tanto se había hecho esperar: los Celtics se adelantaron por primera vez en el marcador (83-84) con una canasta de House. La tragedia se mascaba.
Entonces, Allen, maestro de la elegancia firmó unos segundos de megacrack. Robó un balón increíble y desde el suelo pidió un tiempo muerto. En la jugada siguiente su equipo falló y él atrapó el rebote ofensivo para que la nueva circulación del balón acabara en sus manos que, junto a sus piernas, fabricaron la canasta de la noche –a aro pasado y en rectificado-. Ese 83-86 marcó la escalada final de los Celtics, que se concretó con una canasta de Garnett que entró llorando tras golpear varias veces en el aro (83-88). Restaban 2 minutos y 10 segundos. La suerte de los campeones estaba de parte del equipo que merecía tenerla. Jackson y los suyos ya intuían su desdicha.
En esa situación extrema, los locales volvieron a ser pasto de una pobreza de recursos impensable para un equipo de tanta calidad. Esa pobreza se reflejaba en la táctica ofensiva: balones a Bryant y todos a rezar para que el santo del lugar obrara el milagro. En el otro bando, mientras, la riqueza táctica y la implicación humana congraciaban al público con el baloncesto. Boston era un equipo, una piña, un ejército implacable en manos de muchos hombres que no flaquearon. El mejor ejemplo fue el tremendo triple anotado por Posey a 1:13 del final (87-92), con Gasol extendiendo su inacabable envergadura sobre el lanzamiento desde la esquina de su ex compañero en Memphis.
A pesar de ello Kobe no se rindió, bien anotando bien asistiendo aguantó a los suyos. Y llegó la jugada decisiva.
Allen, monumento a la elegancia
Esa jugada puso de relieve la determinación visitante y el desastre operativo local. 91-94 en el marcador. Ataca Boston. Jackson pide a los suyos defender sin faltas. Pero la defensa angelina hace el ridículo.
Ray Allen, el mejor jugador de toda la serie, se queda en en centro del ataque en un uno contra uno con su defensor, Vujacic, y no lo duda. El jugador céltico ataca la defensa de Vujacic sin complejos, y la supera con extrema facilidad. Lo peor viene a la espalda del esloveno. Ni una ayuda, ni un gesto solidario de sus compañeros... Allen penetra a canasta, Gasol llega muy tarde, Fisher ni llega y el resto andan perdidos en una defensa muy abierta que no tiene capacidad alguna para reaccionar a la propuesta de Rivers y los suyos. El desenlace está cantado. Allen anota el 91-96 a 16 segundos del final, deja a Vujacic al borde de las lágrimas (su rostro en el tiempo muerto posterior era un poema) y al resto de los angelinos les lleva directamente al infierno. Esa elegante exhibición la hace Ray Allen sin haber descansado ni un solo segundo en todo el partido, ya que juega los 48 minutos del encuentro. Lo dicho, un superclase.
House cierra el partido con un tiro libre que supone la mayor ventaja de su equipo en el partido tras endosar a su rival un pacial de 33-57 en la segunda parte. Mientras, Allen y Pierce se abrazan en el centro de la cancha ajenos a los últimos segundos del partido. El título está al alcance de la mano de un ‘Big Three’ formado por 3 estrellas sin anillos (Allen, Pierce y Garnett –16 puntos y 11 rebotes ayer-). Su unión puede acabar con 21 años de sequía de los Celtics, el equipo con más campeonatos de la NBA –16-; el único equipo, por el momento, en esta final de 2008.
L.A. LAKERS: Fisher (13), Bryant (17), Radmanovic (10), Odom (19), Gasol (17) –cinco inicial-, Vujacic (3), Farmar (3), Turiaf, Ariza (6) y Walton (3). |
BOSTON: Rondo (5), R.Allen (19), Pierce (20), Garnett (16), Perkins (2) –Posey (18), House (11), Brown (3), Powe (3), Cassell y T.Allen. |
Parciales: 35-14, 23-26, 15-31 y 18-26 |