Fue un día muy especial, una mañana californiana distinta, cargada de glamour y dolor, intensa en lo vital porque se centró en lo más esencial: la vida y la muerte. Despedida grande a Kobe Bryant, como ya informamos ayer, una despedida que nos dejó muchas imágenes para el recuerdo.
Una fue la de la viuda de Kobe, Vanessa Bryant, dejando constancia de su gran entereza ante el micrófono; otra fue icónica, la histórica imagen de Michael Jordan llorando sobre el atril por Kobe Bryant.
Jordan fue el gran ídolo de Bryant, tal y como mostraba con sus movimientos en la cancha el mito tristemente desaparecido. Y luego, según fue creciendo Kobe, Michael fue como un hermano mayor para él.
A eso se refirió Jordan, a su hermano pequeño: "Quise ser el mejor hermano mayor posible", aseguró el mito, el dios del baloncesto, que empezó su elegía con una frase que desató al risa de todos: "Ahora la gente tendrá otro meme mío llorando".
Porque esa era una imagen histórica: Jordan llorando por la pérdida de Kobe, Jordan llorando a lágrima viva, con rieles líquidos en el rostro.
"Cuando Kobe murió, una parte de mí murió", aseguró un Jordan a flor de piel.
Los dioses también lloran, debió de pensar más de uno. Nuestros dioses son humanos, debieron de pensar muchos otros. Jordan reveló ayer su faceta más humana, su faceta más honda.