Pocos jugadores puede ejemplificar mejor que Grant Hill lo que es la ascensión a lo más alto, la caída al infierno de las lesiones y el resurgir transformado en otro tipo de jugador menos explosivo pero muy útil. La carrera de este hombre ejemplar ha sido camaleónica.
"Amo el baloncesto". Con estas palabras pronunciadas anoche en la televisión, Grant Hill resumía la pasión que le ha movido a superar adversidades mayúsculas en el plano físico. El alero de los Clippers se despedía de las pistas en un programa en directo de la TNT, en la previa del sexto encuentro de las Finales del Este que iban a disputar Indiana y Miami.
Hill aseguró a la audiencia en un momento dado: "Me alegra decir que he terminado. Estoy oficialmente retirado. He tenido una gran carrera". Ese fue su modo de enfrentarse al adiós. Con naturalidad, sin tristeza por lo que pudo ser y no fue, con alegría por lo que llegó de forma inesperada en los últimos años.
Porque Hill estuvo cerquísima de abandonar el baloncesto hace 10 años, cuando estaba en la cúspide de su carrera.
Un jugador brutal
Los que no vieron jugar al Hill primigenio, al de antes de sus graves lesiones, no pueden imaginar lo que este jugador llegó a ser.
Primero triunfó en la prestigiosa Universidad de Duke para ser el número 3 del Draft de 1994 y luego se convirtió en Novato del Año en la NBA al aterrizar de forma espectacular en Detroit Pistons. Antes, en Duke, a las órdenes de Mike Krzyzewski, había llegado a 3 Final Four en 4 años y había ganado 2 consecutivas (1991 y 1992). Un logro sólo al alcance de los elegidos. Con ese tremendo bagaje recaló en el profesionalismo.
Sus años en los Pistons, 6 temporadas, fueron sencillamente apoteósicos. Promedió durante 5 campañas más de 20 puntos con números demoledores que le acercaban con regularidad al triple-doble. En la temporada 1996-1997, por ejemplo, promedió 21,4 puntos, 9 rebotes y 7,3 asistencias. Y su cúspide anotadora llegó en la 1999-2000 cuando un Hill sano al 100% se fue en el curso a 25,8 tantos, 6,6 rebotes y 5,2 asistencias.
Luego se fue a Orlando, donde también jugó a buen nivel hasta que se perdió por completo la temporada 2003-2004 por culpa de una gravísima lesión que le dejó prácticamente fuera de la práctica deportiva. Fueron años de calvario en los que disputó sólo 47 encuentros en 4 campañas.
Un jugador distinto
Pero luego llegó su maravillosa reconversión. Evidentemente, el logro era seguir jugando. No iba a volver a ser aquel jugador maravilloso de sus inicios, pero sí podía ayudar a sus equipos con su enorme clase revestida de otro físico. Y aquí la cabeza, su gran inteligencia, su madurez y su conocimiento del juego hicieron el resto.
Por eso, Grant Hill siguió muchos años más en liza. Jugó 7 años con Orlando, 5 con Phoenix y terminó su carrera en Clippers.
Entre el año 2008 y el 2011, ya cargado de años y cicatrices, fue capaz de jugar prácticamente 3 temporadas al completo.
Termina ahora una carrera grande que podía haber sido apoteósica o haber terminado hace años. Lo cierto es que dio para mucho, para jugar 1.026 encuentros de fase regular promediando 16,7 puntos, 6 rebotes y 4,1 asistencias. Para ser elegido una vez en el Mejor Equipo de la NBA y 2 veces en el segundo. Para ir a 7 Juegos de las Estrellas. Y para ganar 3 Premios a la Ciudadanía, lo que da una idea del carácter de Hill. Se va habiendo jugado sólo 39 partidos de playoffs, sin anillo, sin ni siquiera haber alcanzado unas Finales de la NBA. Pero más allá de esas sombras, quedan todas sus luces, que fueron muchas.
Ahora, el texano nacido en Dallas y que nunca jugó en ninguno de los 3 equipos de su estado natal, se va. Lo hace con la modestia y naturalidad que le han acompañado siempre. En su despedida, el vicepresidente de Operaciones de Baloncesto de los Clippers, Gary Sacks, afirmó: "Toda la organización de los Clippers quiere felicitar a Grant por una carrera increíble". Desde aquí también lo hacemos.