Chicago dio la campanada en Miami. Triunfo del equipo de Tom Thibodeau pese a no poder contar con Derrick Rose, Luol Deng y Kirk Hinrich. En Miami, volvió Dwyane Wade y LeBron James recibió el premio de MVP. Pero los que se llevaron el primer premio de la serie fueron los Bulls.
Nate Robinson ganó el partido metiendo los 7 últimos puntos del encuentro, 1 más que los 6 que tuvo que recibir en la cara tras ser aplastado en la primera parte por LeBron James en la lucha por un balón. Ensangrentado se fue a vestuarios para regresar en la segunda parte y anotar 24 de sus 27 puntos en una exhibición portentosa. Una exhibición al nivel de la de su compañero Jimmy Butler, que defendió de forma espectacular a LeBron James, metió 21 puntos, capturó 14 rebotes y jugó por tercer partido consecutivo el encuentro entero: 3 partidos, 144 minutos. Ni un segundo de respiro. Un ser sobrehumano.
Sobrehumano intentó ser LeBron en el cuarto final. Hizo 15 de sus 24 tantos en ese cuarto, pero al final no supo decidir. Miami se atascó ante el juego colectivo y la gran defensa de Chicago.
Miami 86 Chicago 93 (0-1)
Menudo partidazo el vivido en el estado de Florida. Monumental sorpresa. Ya desde el principio se apreció que la semana de descanso de Miami tras ganar 4-0 a Milwaukee le iba a traer más perjuicio que beneficio frente a unos Bulls que tenían el cuerpo habituado a la batalla sin descanso. Unos Bulls, por cierto, que fueron el equipo que cortó la racha de Heat cuando ganó en temporada regular 27 partidos consecutivos. Algo tiene Chicago que causa cierta parálisis a Miami.
Debe ser su incontenible espíritu de brega, su infatigable amor por los retos imposibles, su ineludible propensión hacia el sentido colectivo. Ese formidable modo de entender el sacrficio físico y esa mentalidad luchadora hizo que Chicago nunca perdiera la cara a un partido que, en buena lógica, debería haber perdido, no sólo por la potencia del rival, sino por la magnitud de sus propias bajas. Pero no fue así.
El final fue un compendio de todo lo dicho. LeBron James se había enchufado en ataque al partido en el cuarto final tras una monumental defensa de Jimmy Butler en los 3 primeros cuartos. La estrella local anotó 12 puntos en los primeros 5 minutos y medio del cuarto y puso a los suyos 7 arriba (76-69). Todos daban ya por hecho que se avecinaba la ruptura con un LeBron estelar. Pero no ocurrió. No ocurrió porque estos admirables Bulls tiene un gen competitivo insaciable, no se rinden nunca. Con ese gen hicieron un parcial de 0-7 para equilibrar el partido a 76 con un triple de Marco Belinelli. E incluso se adelantaron en el marcador.
El partido andaba en un momento fascinante, particularmente bello. Taj Gibson adelantaba a los Bulls, Ray Allen metía un triple, un brutal Jimmy Butler le contestaba con otro y un tiro libre de LeBron puso el 86-83 para Miami. Quedaban 2:21 para el final.
A partir de ahí, Chicago rizó el rizo, acrecentó aún más su marco defensivo y le endosó a los Heat un parcial de 0-10 con 7 puntos finales al hilo de un decisivo Nate Robinson, que las metió de todos los colores. Miami se quedaba sin anotar en ese final de encuentro. Ni Chris Bosh, que estuvo muy gris, ni LeBron James (el mejor local con 24 puntos, 8 rebotes y 7 asistencias), ni Dwyane Wade (14 tantos), que metió 0 puntos en el último cuarto, acertaron con sus tiros. La fiesta viajaba a Illinois ante un mundo boquiabierto.
Merecido lo tenían los Bulls, liderados por un Nate Robinson que empezó muy flojo el partido, con una mala dirección de juego y tiros errados, y lo terminó como un superhéroe con 27 puntos (24 en la segunda parte) y 9 asistencias. Pero para superhéroe de ficción Jimmy Butler, que completó su tercer partido consecutivo jugando 48 minutos sin descansar un segundo.
El joven Butler se pasó todo ese tiempo defendiendo a James, al que dejó en 2 puntos con 1 de 6 en el tiro en la primera parte y con 9 puntos al finalizar el tercer cuarto. Y aún tuvo fuerzas el joven portento para hacer 21 puntos y 14 rebotes. Menuda bestia.
A ese dúo celestial, le acompañó un Joakim Noah muy trabajador, autor de 13 tantos, 11 rebotes y 4 asistencias, que fue de más a menos en su aportación estadística, que no en su trabajo defensivo. Y un buen Taj Gibson desde la banca. Todo ello en un partido sin Luol Deng, sin Kirk Hinrich, sin el fantasmal Derrick Rose, con Carlos Boozer jugando a un pobre nivel y con Nate Robinson teniendo que pasar por vestuarios con el balón en juego para que le cosieran la cara. El señor Thibodeau tiene que estar, y con toda la razón, orgulloso.
Porque los Bulls no sólo fueron defensa. Sin ir más lejos, en el cuarto final le endosaron 35 puntos a Miami Heat, perdiendo sólo 1 balón en los 12 minutos finales. Casi nada. Eso sí, dejaron en blanco al ataque local en el momento decisivo, como lo habían hecho ya, serio aviso, nada más pitarse el inicio del encuentro, un inicio en el que Miami tardó 5 minutos y 13 segundos en anotar su primera canasta de campo tras fallar sus primeros 7 tiros y perder 3 balones. Un inicio en el que LeBron James intentó su primer tiro a canasta, fue un mate, cuando ya se habían jugado 7 minutos.
Fue un cuarto complicado para Chicago, que vio cómo sus 2 referencias en la pintura, Joakim Noah y Carlos Boozer se carcagan con 2 faltas personales cada uno. Pero la defensa visitante ya nos ofreció un dato: Miami metió 15 puntos en el primer cuarto. ¡Su peor anotación en el primer cuarto de toda la temporada!. Un presagio de lo que sería el desenlace del partido, ese 0-10 final con el que Chicago reivindicó su orgullo y también su calidad como equipo. La serie empieza a lo grande.