Indiana tenía el partido donde quería al descanso. Se le presentaba una gran oportunidad para ponerse 3-1 y colocar contra las cuerdas a Miami. Pero surgieron dos seres de otra galaxia, llamados James y Wade, y todo el panorama cambió. Los Heat siguen vivos. La serie está empatada a 2 y Miami recupera el factor cancha.
Huelga cualquier disertación técnica cuando dos salvajes se ponen a jugar de este modo. LeBron James y Dwyane Wade fueron la fruta prohibida para Indiana Pacers, un equipo que hizo un muy buen partido y que, sin embargo, perdió. El juego colectivo de los de Vogel no fue suficiente esta vez. Porque casi nada hubiera sido suficiente ante tan exagerada exhibición de juego del dúo estelar de Miami.
Hubo, sin embargo, alguna que otra clave que no pasó por James y Wade. Una muy importante fue que Miami detuvo en la pintura a Hibbert y West, la pareja que, aprovechando la ausencia de Bosh, estaba martirizando al conjunto de Spoelstra. Otra fue la irrupción de Udonis Haslem, que a la chita callando hizo 14 puntos y resultó vital. Pero tampoco hay que olvidar el paso adelante que dieron los visitantes en el tercer cuarto en materia defensiva.
Indiana 93 Miami 101 (2-2)
Poco se puede hacer cuando LeBron James roza el cielo. El MVP de la temporada hizo un partido divino. Simplemente magistral. Alcanzando ese delicado y muchas veces imposible equilibrio entre el egoísmo y la generosidad, el 'Rey' brindó una exhibición de la grandes: 40 puntos, 18 rebotes, 9 asistencias, 2 tapones y 2 robos.
Sólo un jugador en los último 20 años había hecho algo semejante. Fue Barkley, vistiendo la camiseta de Phoenix ante Seattle. Aquella noche, el 'Gordo' le endosó a los Sonics 43 puntos, 15 rebotes y 10 asistencias. Corría el año 1993.
Pero lo peor para los Pacers fue que James no estuvo solo. A su lado, un no menos magistral Dwyane Wade, que no anotó en el primer cuarto y se fue con 8 puntos al descanso. Desde entonces, pura magia, eclosión total para finalizar con 30 tantos, 9 rebotes, 6 asistencias y 2 tapones. Es decir, entre ambos sumaron: ¡¡¡70 puntos, 27 rebotes, 15 asistencias y 4 tapones!!!. Un caudal de juego inimaginable. La genialidad al servicio de uno mismo, del equipo y de la victoria.
Indiana, un equipo con mayúsculas, se había ido al descanso ganando 54-46. La estadística decía que no podía perder. Esta campaña, las 15 veces que había llegado al descanso ganando por 8 o más puntos había terminado ganando el partido. 15 de 15. Pero la estadística histórica es un número quebradizo cuando James y Wade se convierten en bestias pardas, en animales mitológicos con hambre de baloncesto.
Eso ocurrió en el tercer cuarto. Antes, en la primera parte, James ya lo había sido, pero no fue hasta el tercer acto cuando ambas estrellas se conjuntaron para ir al unísono. El resultado fue un parcial en el tercer cuarto de 16-30. De esos 30 puntos, 28 llevaron la firma del dúo, 14 por barba. Sólo Haslem se atrevió a anotar. Hizo 2 puntos para que nadie dijera que James y Wade habían jugado solos. Y al final del tercer cuarto, 66-76 para los de Florida. Miami había apretado mucho en defensa en este cuarto y ésa fue otra de las grandes claves del partido.
Como si esos míseros 2 puntos le hubieran dado alas a Haslem, el jugador interior de Miami emergió en el cuarto período para hacer olvidar a Bosh y con 14 puntos al final del partido se erigió en la tercera pieza vital de los Heat.
El último cuarto fue dominado por Miami, que controló perfectamente su ventaja pese a que Indiana no se rindió nunca. Los Pacers bregaron y bregaron sin éxito y un tiro errado por George Hill, ya en la recta final, ahogó la última esperanza local.
Ganaron bien los Heat, pese al preocupante juego, y ya viene de lejos, de jugadores como Battier, Miller o Cole. O la desaparición de Chalmers en la segunda parte.
Esta vez, el juego interior de los locales no pudo. Ni Hibbert, ni West tuvieron su día. Indiana volvió a jugar a lo que sabe, que no es otra cosa que buen baloncesto colectivo. Hasta 8 jugadores metieron 8 o más puntos. El mejor fue Granger con 20 puntos y 4 triples y Collison sumó 16 en 20 minutos con 6 de 7 en el tiro. Paul George, completo como siempre, acabó con 13 tantos, 6 rebotes, 5 asistencias y 3 recuperaciones.
Los suplentes de Indiana, como cabía esperar, fueron superiores a los de Miami. Pero este domingo poco importaba, porque al otro lado de la cancha había dos señores disfrazados de dioses del baloncesto. Así es imposible, debió pensar Vogel. Y lo fue.