Parece que saldrá de ésta, pero ha estado a un paso de la muerte. El jugador más espigado que ha pisado una cancha de la NBA, Manute Bol, está atravesando estos días un grave problema de riñón como consecuencia del Síndrome de Stevens-Johnson que padece.
“Si se hubiera quedado dos días más en Sudán, no creo que estuviera vivo ahora”, ha declarado Tom Prichard, amigo del ex jugador sudanés, que fue trasladado con rapidez a Estados Unidos para ser tratado en un hospital del estado de Virginia.
Bol, imagen inconfundible de la liga en los ochenta y los noventa, padece una extraña enfermedad que ataca la piel y los órganos internos y que se manifiesta en lesiones localizadas en áreas genitales, bucales y cutáneas. Cuando se decidió su traslado desde África presentaba un cuadro severo con peligro de muerte.
Una vida complicada
Tras retirarse del baloncesto a mediados de los 90 tras haber ganado bastante dinero, el pívot africano tuvo que enfrentarse con una vida complicada.
Primero por la situación caótica y extrema de su país, Sudán, embarcado en una cruenta guerra civil. Después, por su propio estado físico -achaques relacionados con diversas dolencias, entre ellas la artritis-. Y finalmente, porque tras retirarse del baloncesto se arruinó, su mujer se separó de él y se llevó a sus hijos a Nueva York, le embargaron varias casas... pero nunca dejó de luchar, pese a las adversidades, por lograr la paz en su amada Sudán.
A todo ello, se unió en el año 2004 un grave accidente de tráfico que casi acaba con su vida. Entonces, varios amigos salieron en su ayuda, destacando la contribución impagable de una leyenda del baloncesto de los 80 y los 90, compañero de Bol en los Warriors, el gran Chris Mullin.
Un jugador inconfundible
Nunca hizo grandes estadísticas Manute Bol en la NBA -salvo en el capítulo de tapones-, pero su figura resulta imprescindible en cualquier vídeo de la liga de aquellos años.
Manute pasó por equipos como Washington Wizards, Golden State Warriors (en aquel equipo de Don Nelson con 4 bajitos y una torre), Philadelphia 76ers o Miami Heat.
Su perfil resultaba interminable, una línea finísima hacia el cielo (una especie de Chile en versión humana): 2,31 de altura y menos de 100 kilos de peso.
Durante sus años en la NBA, jugó 624 partidos de temporada regular promediando 2,6 puntos, 4,2 rebotes y 3,3 tapones en casi 19 minutos de juego. Fueron años de felicidad.
Ahora, con 47 años, Bol pide ayuda a través de un video que se puede ver en la Red. Todos los amantes del baloncesto estamos con él.