22 años han tenido que pasar para que los Celtics vuelvan a saborear las mieles del triunfo, pero la espera ha merecido la pena, ya que la suya fue una victoria histórica llena de excesos. Por 39 puntos (131-92) derrotaron a su máximo rival, los Lakers, que se fueron del Garden humillados como nunca.
Si el 27 de mayo de 1985 Boston desintegró a los Lakers en un partido de la serie final por 148-114 en una jornada que pasó a recordarse como “Memorial Day Masacre”, no sabemos qué sobrenombre se le adjudicará a lo vivido hace unas horas en el estado de Massachusetts. Y es que la diferencia lograda por los locales para adjudicarse el título (39 puntos que llegaron a ser 43 casi al final del partido) es la segunda mayor registrada en una final de la NBA tras el espectacular 96-54 que los Bulls de Chicago endosaron a los Jazz de Utah en 1998.
El equipo más laureado de la NBA alcanza así su decimoséptimo campeonato tras una serie cuyo resultado (4-2) no expresa con claridad la gran superioridad que el equipo de Doc Rivers ha mostrado sobre la cancha con respecto al conjunto que dirige Phil Jackson, casi la misma superioridad táctica que ha exhibido Rivers sobre Jackson.
Tras el batacazo, los dos jugadores hispanos de los Lakers, Pau Gasol (11 puntos y 8 rebotes) y Trevor Ariza (3 puntos), se despidieron de su sueño, y se quedaron sin el anhelado anillo.
Una celebración cargada de emoción
Con un partido tan escandaloso, tan excesivo, tan pantagruélico en su definición, sobran las palabras y emergen los números, fríos, tal vez, pero harto elocuentes. Pero lo más importante no está en las estadísticas ni en el juego, lo verdaderamente digno de narrar fue la celebración. Así que habrá que empezar por el final.
Fueron muchos, demasiados, los minutos de la basura de este sexto partido. Se entró en el último cuarto con una ventaja local de 29 puntos, pero los célticos se mostraban por entonces retenidos aún en sus emociones en un entorno, el Garden, que estaba al borde de la locura.
En los últimos minutos fue cuando se desató en la cancha y en el banquillo esa euforia contenida.
Muestra de esa euforia fue una jugada individual de Glenn Davis botando por toda la cancha hasta machacar el aro o el alley-oop que culminó Tony Allen con un mate de espaldas. Los suplentes en la parte final estaban desbocados mientras que los titulares celebraban en la banda un triunfo impensable, por el modo de conseguirlo.
Doc Rivers, un entrenador cuya figura ha crecido de modo sensacional en esta final, se abrazaba uno por uno con su ‘Big Three’, cuya emoción estaba más que justificada ya que tras mil batallas en playoffs ni Garnett ni Pierce ni Allen sabían lo que era ganar un anillo.
Pierce se fundía en un abrazo con Ray Allen teniendo como testigo a Cassell, que lograba su tercer título de la NBA tras un larguísimo paréntesis (los 2 primeros los obtuvo en sus 2 primeros años como profesional). Garnett se tapaba el rostro con una toalla... dos viejas leyendas –Russell y Havlicek- asistían emocionados a la gran victoria... y a falta de 30 segundos para el final Paul Pierce vertió toda una nevera tipo bidón llena de una conocida bebida isotónica encima del traje impoluto de su entrenador, lo que obligó a parar el encuentro para escarnio de los angelinos ya que había que limpiar la pista.
Rivers estaba bañado de líquido, pero el verdadero baño ya había sucedido, y los empapados no eran otros que unos Lakers sonrojantes.
Más y más estampas para el recuerdo
Como no podía ser de otra manera, el nuevo Garden vivió una imagen procedente de otros tiempos. Bocinazo final y masiva invasión de la pista por parte de los aficionados.
El general manager, Danny Ainge, abandonaba su cortés gesto serio y explotaba de alegría, el pasado y el presente -en las figuras de Bill Russell y Kevin Garnett- se fundían en un abrazo insólito cargado de autenticidad y de energía, esa energía que desbordó el propio Garnett ante el micrófono de la ESPN con un grito que se hubiera oído a 1.000 kilómetros de distancia de no ser por el ensordecedor ambiente del pabellón... y casi de inmediato se quebró el gran jugador con lágrimas en los ojos... Mientras, el propietario de los Celtics, Wyc Grousbek, sacaba un puro, al estilo del añorado Auerbach, y abría la veda en el pabellón. Era una jornada de puertas abiertas... al humo.
Poco después, el Comisionado de la NBA, David Stern, entregaba la copa de campeones a los Celtics y el trofeo de MVP a Paul Pierce, el jugador que se había conjurado con sus amigos de la infancia para nunca jugar en los Celtics. Porque el MVP de Boston, para mayor oprobio de los Lakers, se crió en Inglewood, al lado del mítico Forum, aquel pabellón en el que los ‘Magic’ Johnson, James Worthy, Kareem Abdul-Jabbar y compañía forjaron la leyenda del ‘showtime’ en la década de los 80.
Un equipo derruído
Mientras los aficionados célticos vivían su particular historia de cuento de hadas, su sueño más dulce, sus rivales sufrían la más dura de sus pesadillas. Cabizbajos, pálidos, con los ojos acuosos, sin mediar palabra, enfilaron el túnel de vestuarios como pudieron entre la marabunta de personas que había invadido la pista tras el final.
La imagen angelina no pudo quedar más deteriorada. Fue la suya una increíble temporada que no merecía acabar así. Pero se veía venir.
Y es que a pesar de que hasta la fecha los partidos de la final se habían resuelto todos por escaso margen de diferencia, la impresión general había sido que los Celtics ganaban de forma más que holgada a su contrincante en un concepto: su hechura como equipo. Ese colectivo sin fisuras firmó en el sexto encuentro el partido perfecto.
Es difícil hablar de un choque que se resuelve prácticamente por 40 puntos de ventaja. Los números no dejan lugar a dudas, ya lo hacían en el ecuador del partido, cuando los locales decidieron la partida y pusieron una mano y media en el trofeo de campeón.
Sólo hubo 1 cuarto
Sólo se jugó en régimen de igualdad el primer cuarto, que acabó 24-20 para los locales. Fue el único momento en el que Bryant fue Bryant (11 puntos) para luego quedar enterrado, como el resto de sus compañeros, por el nivel extraordinario de intensidad de Boston.
En el segundo cuarto la cosa cambió, ¡y de qué forma!. Parcial de 34-15 para prescindir de la emoción.
El final de ese segundo acto resultó demoledor para las aspiraciones del conjunto de Jackson. Con un parcial de 26-6 los locales se fueron al vestuario con 23 puntos de ventaja (58-35) tras hundir definitivamente a su rival en los los últimos minutos.
Entonces la estadística ya era más que significativa. Quedémonos con dos datos. El primero lo dice todo: al descanso los locales llevaban 17 asistencias y los visitantes 5, sólo Pierce –con 9- casi doblaba los pases de canasta de todo el equipo californiano. El segundo no debe caer en saco roto: 8 rebotes ofensivos bostonianos, 0 californianos.
Actuaciones estelares
A partir del tercer cuarto sobró todo. Resultó gratificante comprobar cómo los Celtics no decrecieron en su intensidad de juego en los 48 minutos. Y es que no se permitieron ni la más mínima relajación, porque no siempre se le presenta a uno la oportunidad de ganar un título desintegrando a tu máximo rival y dejándolo tocado para futuros enfrentamientos.
El ‘Big Three’ de Boston tuvo un rendimiento brutal, pero en la vuelta de tuerca protagonizada por los Celtics hay que destacar el renacimiento de 2 hombres. Uno es el gran Garnett, que tras estar controlado de forma excelente por Gasol en los anteriores choques por fin se desató (26 puntos, 14 rebotes, 4 asistencias y 3 robos por ninguna pérdida); el otro es un joven con un futuro más que prometedor, Rajon Rondo, que una vez superados, al menos eso pareció, sus problemas físicos brilló con luz propia (21 puntos, 7 rebotes, 8 asistencias y ¡6 robos por ninguna pérdida! en 32 minutos).
A ellos hay que sumar la gran labor, una vez más, de los suplentes, liderados por Posey (11 puntos sin fallo alguno y con 3 triples anotados) y House (9 puntos). Rivers se permitió incluso poner bastantes minutos en juego, cuando el partido no estaba decidido, a Davis, un jugador que no había saltado todavía a la pista en esta serie final.
Quedan para el final Ray Allen y Paul Pierce, porque su actuación volvió a ser notable. Quedan para el final porque su regularidad en esta serie ha sido una de las grandes claves del campeonato. Allen anotó en el último compromiso 26 puntos en 32 minutos, encestando 7 triples de 9 intentos, 4 de ellos en una exhibición final de cara a la galería en un último cuarto cuyo resultado fue 42-32. Y Pierce anduvo más discreto en ataque –17 puntos-, pero repartió 10 asistencias, 9 de ellas en los 2 primeros cuartos, cuando se decidió el encuentro.
Mientras, por el lado angelino, nada que destacar. Porque cuando se pierde así lo hace toda la plantilla y todo el cuerpo técnico, y personalizar la derrota sería una simple canallada. No hubo nadie que tuviera el más mínimo arrojo para superar una situación frustrante que, a buen seguro, habrá irritado a más de uno.
Una estadística final demoledora
La estadística final es tremenda. Dentro de ella hay un apartado que llama poderosamente la atención, y que resume como pocos la esencia de lo que se vivió en el TD Banknorth Garden. Los Celtics robaron 18 balones y perdieron 7, mientras que los Lakers arrebataban a los locales 4 balones y extraviaban 19 posesiones.
Pero la cosa no queda ahí. Boston anotó 13 triples de 26 intentos, capturó 48 rebotes por 29 del equipo californiano (14 ofensivos por 2), repartió 33 asistencias por 16 de los visitantes, que no colocaron ni un solo tapón... Un abismo entre uno y otro.
Los Lakers se encomendaron a un milagro. Tenían que ganar 2 partidos seguidos en Boston, en una cancha en la que los Celtics habían firmado hasta ayer 12 triunfos y 1 derrota en la post-temporada. Salieron escaldados y pusieron otro ladrillo en una historia aciaga, ya que de las 11 finales disputadas entre Celtics y Lakers, los primeros han ganado 9 y los segundos sólo 2.
Y de paso, los bostonianos protegieron a su fiera legendaria, al mítico Red Auerbach. Hasta este año Auerbach –ya fallecido- y Phil Jackson sumaban cada uno 9 títulos de la NBA como entrenadores. Tras la victoria de Boston ese empate no se ha roto
Boston Celtics 131 Los Angeles Lakers 92 (4-2)BOSTON: Rondo (21), R.Allen (26), Pierce (17), Garnett (26), Perkins (2) –cinco inicial-, Posey (11), Brown (6), House (9), Davis (3), Powe (8) y T.Allen (2). |
L.A. LAKERS: Fisher (7), Bryant (22), Radmanovic (6), Odom (14), Gasol (11) –cinco inicial-, Farmar (12), Vujacic (7), Walton (8), Turiaf (2) y Ariza (3). |
Parciales: 24-20, 34-15, 31-25 y 42-32. |